03 abril 2018

¿Por qué comer la mitad te puede subir el doble de peso?

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A menudo la falta de información y tiempo, nos hace pensar que si consumimos la mitad de lo que comemos, perderemos la mitad de lo que pesamos: entonces hacemos una reducción de nuestras porciones, sin tomar en cuenta nuestra estado de salud general y requerimiento diario de energía y nutrientes.

De acuerdo con Raúl Manrique Maidana, experto en el tratamiento de sobrepesoobesidadsíndrome metabólico y diabetes, si almuerzas o cenas la mitad de lo que normalmente consumes, activas el sistema más "poderoso” que tiene tu organismo: el de supervivencia, que da tres órdenes precisas a nuestro cuerpo.

1. No usar la grasa. Debido a que se ingiere poca comida, el cuerpo busca mantener "la reserva" energética, y acumula grasa.

2. Destruye los tejidos que gastan energía. Bajo esta señal, el cuerpo en búsqueda de nutrientes da origen al catabolismo muscular, (tu cuerpo se "alimenta" de tus músculos) para evitar usar la grasa; lo que origina pérdida de fuerza y tonicidad.

3. Las comidas siguientes que se ingieran conviértelas en grasa.  Esta señal es para aumentar la reserva energética, en forma de grasa.

Tu cuerpo, ¿tu enemigo?


De acuerdo con Manrique Maidana, comer la mitad de lo que normalmente comes es “poner a tu cuerpo en contra de tus objetivos”. Al activarse el mecanismo de supervivencia en nuestro organismo, el metabolismo se hace lento, hay mayor probabilidad de efecto “rebote”, y cada vez se debe comer menos para mantener el peso deseado.

Educadores de la Universidad de Columbia indican, también que el nivel de hambre que experimentamos, es fundamental para la elección de tus alimentos y el horario en que los consumes, por ello es importante adoptar hábitos saludables: alimentación equilibrada, horarios de comida y actividad física.

Restringir un grupo de alimentos o consumir porciones demasiado pequeñas no es opción. Recuerda que el verdadero objetivo de perder peso debe ser mantener la salud física y mental. ¡No veas a la comida como un enemigo!
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Salud 180

02 abril 2018

10 platos de primavera con 4 ingredientes

Aunque en algunos sitios de España no hayamos tenido demasiada constancia de que este año ha habido invierno, resulta que la primavera –la de verdad– ya está aquí. Y con ella cambia la gama de colores de las fruterías y verdulerías, y pasamos de los naranjas y verdes de calabazas y peras al brillo furioso de cerezas, nísperos, fresas, guisantes y espárragos trigueros. Si el cambio te ha pillado despistado y no sabes qué hacer con todas esas maravillas, ahí van diez sugerencias que, con solo cuatro ingredientes y sin pasarte media vida en la cocina, llevarán la primavera hasta tu plato.
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1. Revuelto de espárragos trigueros, ajos tiernos y langostinos
Un clásico de temporada que nunca falla y se prepara en un tiempo récord. Con unos 150 g de espárragos y 100 de ajos tiernos, un huevo -de gallinas felices- y cinco langostinos por ración tendremos un plato apañadísimo. Corta los espárragos con las manos hacia el final del tallo, y pícalos en tres o cuatro partes, dependiendo de lo largos que sean. Corta los ajos en trozos de unos 3 cm y dora todo menos las puntas de los espárragos en una sartén con un poco de aceite. Añade los espárragos casi al final de la cocción, pon los langostinos y da vueltas durante 15 segundos. Pon el huevo entero y retira del fuego: con el calor residual se cocinará la clara -remuévela- y, si puedes, sirve con la yema caliente, pero aún entera. Sal, pimienta y a disfrutar.
El quinto elemento: 30 gramos de arroz integral (en crudo), quinoa o tu cereal favorito y tendrás una comida completa.
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2. Sopa de puerro, guisantes, patata nueva y yogur
Para 4 raciones corta la parte blanca de dos puerros no muy fina -guarda las hojas para caldos y otras preparaciones- y dórala en un poco de aceite a fuego medio. Añade 600 g de patata pelada y en dados gruesos, deja que coja un poco de color y cubre con agua o caldo (más o menos cantidad, dependiendo de si se busca una textura más o menos ligera). Hierve unos 10 minutos, añadiendo 400 g de guisantes cuando queden cinco minutos, rescata unos cuantos para decorar, añade un yogur, tritura y rectifica de sal y pimienta. Emplata con los guisantes reservados, otra cucharada de yogur, pimienta y un chorrito de aceite.
El quinto elemento: unas hojas de hierbabuena picadas justo antes de servir le darán un extra de sabor (y de frescura). Y un huevo escalfado lo convertirá en una cena ligera y reconfortante.
3. Sopa fría de cerezas
Tres alegres sopas. EL COMIDISTA
Con 1 kg de los primeros tomates decentes que ya asoman, 400 g de cerezas, un poco de cebolla tierna, 60 g de almendras y dos vasos de agua helada conseguiremos una sopa refrescante para esos días en los que parece que el verano ha tomado la delantera. Quitarles el hueso a las cerezas es un trabajo inevitable; el de escaldar y pelar los tomates puedes obviarlo si posteriormente los pasas por el chino. Aliña con aceite, sal, pimienta y un vinagre suave y deja reposar una hora en la nevera para que se potencien los sabores.
El quinto elemento: un poco de buen queso azul -stilton, roquefort o tu favorito- desmigado por encima. La combinación es imbatible.
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4. Ensalada de cogollos, fresas, cebolleta y mozzarella
Con un par de cogollos, seis fresas, cebolleta al gusto y media bola de mozzarella por persona tienes una ensalada de temporada y a tope de sabor. Alíñala con tu vinagreta favorita -yo optaría por ralladura y zumo de limón, un buena aceite, sal y pimienta, aunque algo de albahaca también le iría bien- y cómetela rápidamente para que el aliño no ablande las hojas ni la fruta. Aunque la cebolla tierna suele ser dulce y menos agresiva que su tía securria, si te sigue pareciendo fuerte déjala un rato macerando con vinagre o zumo de limón y un poco de sal.
El quinto elemento: si cambias la mozzarella por burrata, será directamente porno. Y unas aceitunas negras también tienen mucho que decir aquí.
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5. Ensalada de calabacín con rúcula, jamón y lentejas
Si tienes un cortador para hacer zoodles o espaguetis vegetales, es el momento de desempolvarlo y darle un aire diferente a este plato. Con medio calabacín por persona -en espirales o cortado fino- un puñado de rúcula, 150 g de lentejas cocidas y unos 50 de jamón tienes un primer plato apañadísimo. Prepara un aliño con vinagre suave y una puntita de mostaza antigua, y a disfrutar.
El quinto elemento: medio huevo duro picado elevará la vinagreta a otro nivel.
6. Habas y alcachofas confitadas con menta
O te derrites delante de estas alcachofas, o no tienes sentimientos. AINHOA GOMÀ
Estamos en ese momento mágico del año en el que las habas todavía son tiernas y con la piel fina, mientras las alcachofas todavía se resisten a convertirse en una flor llena de pelos e incomestible. Aprovechemos esta conjunción cósmica para comerlas confitadas como si no hubiera un mañana (que lo habrá, pero ya no tendremos esta maravillosa combinación disponible). Para 4 personas necesitamos unas 12 alcachofas -limpias, solo el corazón y las hojas más tiernas, y partidas por la mitad en vertical-, 300 g de habitas limpias, y aceite de oliva suave para cubrirlas en una olla no muy grande con unas hojas de menta. Confitar con el fuego al mínimo -intentando que no burbujee- durante unos 40 minutos o hasta que están tiernas pero no pochas. Escurrir y reservar: justo antes de servir, dorar en una sartén a fuego fuerte y emplatar con menta fresca picada, sal en escama y pimienta.
El quinto elemento: un poco de cecina troceada pequeña o panceta cortada en láminas muy muy finas, que podremos encima de las verduras muy calientes, se fundirá y volverá transparente y sabrosa.
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7. Brócoli, ajo, nueces y salmonete
Separar las flores del brócoli y cortar el tallo en trozos finos para que se hagan a la vez. Pelar y laminar ajos al gusto, dorarlos ligeramente en una sartén y añadir el brócoli. Saltearlo todo, añadiendo un chorrito de agua y tapando la sartén un minuto para que el vapor haga un poco el brócoli. Añadir unas nueces, salpimentar y servir con un salmonete o dos hechos a la plancha.
El quinto elemento: un poco de mayonesa casera dará untuosidad al conjunto.
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8. Caballa con puerro, zanahoria y ajo asados
Pon en el horno a 180 grados un puerro -medio si es muy grande-, tres dientes de ajo envueltos en papel de aluminio para que no se quemen y un par de zanahorias cortadas en dos a lo largo (mejor de las que tienen las hojas) por persona. En unos 40 minutos estarán dorados y olerán bien: es el momento de sacarlos, quitar la capa exterior del puerro y, aún calientes para que se impregnen bien, aliñarlos como más nos guste. Diez minutos antes, añadiremos un filete de caballa limpio -una caballa entera si son pequeñas- al horno, que serviremos acompañado de las hortalizas y aliñado con el ajo mezclado con aceite, sal y pimienta.
El quinto elemento: patatas o boniato.
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9. Albaricoques a la plancha con salsa de caramelo salado
Haz un caramelo en un cazo algo profundo con 100 g de azúcar. Cuando esté tostado y burbujeante, añade con cuidado 150 ml de nata para montar a temperatura ambiente: primero subirá y burbujeará, pero cuando vuelva a integrarse tendrás un toffee de órdago. Añade una pizca de sal para que haya contraste y espera hasta que esté a temperatura ambiente. Haz 3 albaricoques por persona -por la mitad y sin hueso- en una plancha o sartén, y cuando estén listos sírvelos con un poco de salsa por encima.
El quinto elemento: helado de vainilla, por supuesto.
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10. Níspero, requesón, miel, frambuesas
Es tan sencillo que no es ni una receta, pero lo vas a disfrutar igual. Corta cuatro nísperos pelados en trozos medianos, añade unos 50 g de frambuesas, desmiga requesón por encima y remata con una cucharadita de miel. Merienda, postre o desayuno de campeones, eso lo decides tú.
El quinto elemento: si tienes unos nibs de cacao, añádeselos para conseguir un contraste crujiente.
El comidista

¿Qué contienen los dulces industriales?





Diesalud

Los pasteles, dulces y bollos son una mezcla de diversos productos alimenticios como: agua potable, azúcares diversos (sacarosa, glucosa, fructosa, etc.) y miel, levadura, harinas de cereales (principalmente trigo), féculas y almidones, sal, leche y productos derivados (nata, mantequilla,…), aceites y grasas vegetales, cacao, chocolate, frutos y derivados (mermeladas,…), frutos secos y aditivos.Estos productos, a su vez, se componen de hidratos de carbono, grasas, proteínas, sustancias minerales, vitaminas y agua.

Los hidratos de carbono dan el sabor dulce y aumentan el contenido en sólidos de los productos, por lo que disminuyen el punto de congelación y hacen que aguanten mejor durante el almacenamiento y la distribución. Además, contribuyen a un eficaz metabolismo de las grasas. En general, los alimentos de origen vegetal son mucho más ricos en hidratos de carbono que los de origen animal. Su contenido se sitúa entre el 40 y el 80%.

Las grasas en dulces, pasteles y helados dan cuerpo y sabor, ayudando a mantener la estructura de la pieza y favorecen la absorción de calcio. La proporción en ácidos grasos saturados está en torno al 45-65%, la de ácidos grasos trans de 0,7 a 7%. Aunque hay excepciones en magdalenas y bizcochos por la grasa vegetal, donde la proporción de ácidos grasos es mayor.

Los productos de pastelería tienen un contenido proteínico de un 3 a 10 %, aunque estos valores dependen de las piezas.

En la pirámide alimentaria la repostería se sitúa en el vértice, representando un consumo ocasional porque repercute negativamente en la salud contribuyendo a aumentar la obesidad y sobrepeso, diabetes, colesterol, etc. Esto se debe a que la industria los suele fabricar con ingredientes ricos en grasas saturadas o con grasas parcialmente hidrogenadas o trans. Como ventajas tiene que se obtiene una textura más manejable durante el procesado industrial, se utilizan aceites más económicos para la fritura, se alarga la conservación del producto puesto que, los ácidos grasos trans, retardan el enranciamiento por oxidación de las grasas, y potencian los sabores.

Estos productos también aportan importantes cantidades de azúcares simples, elevando el contenido calórico junto con las grasas. Proporcionan en torno a un 70% más de energía por cada 100 gramos, contienen menos fibra dietética (excepto si se elaboran con harina integral, con gran cantidad de frutos secos o con preparados prebióticos), tienen más proteínas de alto valor biológico, más grasa y generalmente, de peor calidad y menos almidón. La cantidad de vitaminas y minerales es muy variable, dependiendo del producto y de los ingredientes empleados.

Con 100 gramos de croissant, bizcocho o galletas maría aportamos a nuestro organismo cerca de 500 kcalorias.

Convierte este capricho en cuartos, cuando vayas a consumir un dulce divídelo en 4 partes y desecha una de ellas, ¡conseguirás eliminar 100 kcal!.
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