06 octubre 2025

Hay personas que llegan a tu vida sin hacer ruido

 



Hay personas que llegan a tu vida sin hacer ruido, sin anunciarse, y de pronto la transforman. No con grandes promesas ni con gestos espectaculares, sino con su presencia, con la manera en que hacen más ligeros tus días y más cálidas tus noches. Ellas son las que convierten lo ordinario en algo hermoso, las que hacen que lo cotidiano se sienta diferente, las que con un simple mensaje, una sonrisa o un abrazo sincero logran que el mundo deje de ser tan pesado.

Pero, a veces, por orgullo, por descuido o porque creemos que siempre estarán ahí, dejamos que se vayan. No nos damos cuenta de que no todos los corazones son eternos, ni todas las almas están dispuestas a esperar. Y cuando esas personas se marchan, se llevan consigo la luz con la que iluminaban nuestras sombras. El mundo vuelve a ser gris, y entonces entendemos —cuando ya es tarde— que no cualquiera sabe hacer bonito lo que parecía vacío.
Por eso no dejes escapar a quienes dan color a tu vida, a quienes saben estar en tus silencios y no sólo en tus celebraciones. Cuídalos, porque son tesoros raros en un mundo lleno de prisas y apariencias. No los dejes marchar pensando que habrá alguien igual, porque no lo habrá. Cada ser humano es único, y quien hace bonito tu mundo, lo hace de una forma irrepetible.
Y si algún día los pierdes, aprenderás con melancolía que lo más valioso no era lo que tenías, sino con quién lo compartías.

Reflexión



 "Un profesor anciano en la India se ha cansado de las constantes quejas de su estudiante. Así que una mañana lo envió a traer sal. Cuando regresó, el maestro hizo que el joven insatisfecho vertiera un puñado de sal en un vaso de agua y luego se lo bebía.

- ¿A qué sabe? - Él preguntó.
- Amargo - respondió el estudiante.
La maestra sonrió y luego le dijo al joven que echara el mismo puñado de sal en el lago. Los dos fueron en silencio al lago cercano y cuando el estudiante arrojó un puñado de sal al agua, el anciano dijo:
- Bebe ahora del lago.
Cuando el agua tocó sus labios, el maestro le preguntó de nuevo:
- ¿A qué sabe?
- Genial - fue la respuesta esta vez.
Entonces el maestro se sentó junto al joven serio, que tanto le recordaba a sí mismo, tomó sus manos y dijo:
- El dolor en la vida es un puñado de sal pura - ni más ni menos. Ella siempre sigue siendo la misma. Pero la amargura que probamos depende del recipiente en el que el dolor se disuelve. Por lo tanto, cuando duele, solo puedes expandir tu propia percepción... No seas una taza. Sé un lago. "
"Libro del despertar", Mark Nepo
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El dolor y las dificultades en la vida son inevitables, pero cómo los percibimos y procesamos depende de nuestro "vaso" mental.
Este concepto resuena con la flexibilidad cognitiva - nuestra capacidad para cambiar la forma en que pensamos y responder a los desafíos. El profesor ilustra cómo expandir nuestras perspectivas puede reducir la percepción de amargura o negatividad del dolor.
La metáfora de la sal y el agua enfatiza la importancia de la regulación emocional - los estudiantes aprenden que a través de un cambio de contexto (el cristal contra el lago), el estrés o la reacción al dolor
Esto es una reminiscencia del concepto de resistencia y de la capacidad individual para hacer frente al estrés mediante la expansión y adaptación de la propia comprensión y percepción de los acontecimientos desagradables.
La lección también puede percibirse como equivalente a la práctica de la consciencia, alentando un enfoque en el momento presente y una mente abierta a los esfuerzos, que pueden ayudar a reducir el sufrimiento aumentando la conciencia y la aceptación.

Hagan las cosas bien.

 



Hagan las cosas bien, aunque nadie los vea, aunque nadie lo reconozca, aunque parezca que no hay recompensa inmediata. La vida tiene una manera misteriosa y justa de devolvernos lo que sembramos. Cada acción, cada palabra, cada decisión deja huellas invisibles que, tarde o temprano, regresan a nosotros, multiplicadas
.

No se trata de esperar un premio ni de actuar con la mirada puesta en el beneficio propio. Hacer las cosas bien es un reflejo del alma, una elección de vivir con dignidad, con valores, con la certeza de que la rectitud es un camino que, aunque a veces parezca más largo o difícil, siempre conduce a la paz interior.
El mal, la mentira, la traición o la injusticia pueden parecer que prosperan por un tiempo, pero la vida —con su equilibrio perfecto— acaba colocando a cada uno en el lugar que corresponde. Lo que se da, regresa. Lo que se siembra, se cosecha. Y lo que se construye con bondad, perdura mucho más allá del instante.
Por eso, haz el bien, sin importar lo pequeño que parezca: una palabra de aliento, un gesto de respeto, un acto de amor. Porque el eco de esas acciones vuelve a ti en forma de paz, de consuelo y de oportunidades inesperadas. La vida devuelve TODO, y cuando siembras luz, inevitablemente la vida te devuelve claridad.

Me gusto mucho