Para la mayoría de los hábitos saludables es importante
la regularidad. Medidas compensatorias como dietas
“depurativas”, no beber entre semana, “recuperar sueño”
los fines de semana, hacer mucho ejercicio un mes al año...
son poco efectivas cuando no insanas.
• Drogas. Evitar el humo de tabaco (incluido el pasivo).
Moderar el consumo de alcohol y evitar (o moderar
según los casos) el de otras drogas (hay que conocer bien
cada sustancia).
• Coche. Promueve el sedentarismo. Además, en el Estadi
español, los accidentes de tráfico matan unas 5.000
personas al año y hieren gravemente a más de 20.000, provocando
el 70% de las discapacidades (congénitas aparte).
• Comer saludablemente.
• Ejercicio. Es fundamental, sobre todo, el que hace
trabajar al corazón (caminar, correr...) más que otros de
fuerza (levantar pesos...), aunque también vienen bien.
Moderado a diario –caminar al menos media hora a buen
paso, por ejemplo– y, a ser posible, intenso varias veces
por semana –jugar al fútbol, nadar...–. Pero sin pasarse.
• Descansar y dormir lo suficiente, pero sin excesos
(entre 7 y 8 horas para la mayoría), y de noche (trabajar a
turnos “castiga” al organismo). La siesta –menor de 20 minutos–
aporta diversos beneficios
• Mantener un peso prudente (no un tirano “peso
ideal”).
• Evitar la contaminación (humo, ruido, sustancias tóxicas)
• Disminuir el estrés (menos estímulos y de más calidad).
• Dedicar tiempo a lo que nos apasiona.
• Cuidar los apoyos afectivos: sentirnos queridas, recibir
contacto físico (caricias, besos, abrazos, masajes...),
practicar sexo (seguro)...
• Potenciar nuestra inteligencia emocional: ser optimistas,
expresar emociones, relajarnos, manejar la ansiedad...
• Del círculo vicioso al círculo virtuoso.
«Trabajo mucho y duermo poco. Tomo más café para poder
empezar y acabar el día. Fumo más, y bebo alguna cerveza
de más para soportar el estrés. No tengo tiempo para hacer
ejercicio, llego tarde a casa y como lo primero que pillo
mientras veo la tele para desconectar. Pero con este ritmo
cada vez duermo peor».
Salir de la inercia cuesta, pero los hábitos se autorrefuerzan
(los positivos también) y conviene generar círculos
virtuosos cuanto antes.
Curarse una misma
Aproximadamente un 90% de las enfermedades (gripes
y catarros, dolores de cabeza o estómago...) se curan
solas dándole al cuerpo lo que te pida: reposo, distracción,
comida ligera o sólo líquidos –ayuna (nunca dejes
de beber agua) sólo si el cuerpo te lo pide y no lo hagas
durante más de tres días sin asesoramiento cualificado–.
Los medicamentos tienen efectos secundarios, y conviene
usarlos sólo cuando realmente los necesitamos.
No esperes a parar cuando toques fondo y ya no puedas
más. Una retirada a tiempo es una victoria. No dudes
en descansar, coger la baja, un día libre o vacaciones
siempre que lo necesites.
El dolor
El anuncio de un famoso medicamento decía: «Usted
no puede parar por un simple dolor de cabeza». Pero el
abuso de analgésicos como la aspirina ha provocado millones
de úlceras y, sólo en el Estado español, que más de
100.000 personas padezcan dolores de cabeza crónicos.
Quizás convendría parar o aguantar un poco más antes de
recurrir a los fármacos. Podemos aprender de nuestras mayores
que, en general, tienen mayor capacidad de soportar
el dolor (por haberse criado cuando no había tantos medicamentos).
Además, tenemos muchos recursos para tratar y/o prevenir
dolores moderados: reposo, ejercicio, cariño, hablar
del dolor, llorar, distraernos, buena compañía, hielo,
, un baño caliente, relajación, masaje, música agradable...
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