05 junio 2023

La aventura de ser tú


Mujer agachada en el mar

Más allá de algunas diferencias mínimas y poco observables, en la altura, el peso, el tono de piel o el color de los ojos, todos nacemos idénticos a los demás bebés que han nacido ese día. Pero a medida que pasa el tiempo, interna y externamente nos vamos distinguiendo progresivamente de esos otros niños, compañeros de futuros cumpleaños.

Con los años nos volvemos cada vez más únicos, en la medida que empezamos a definirnos como individuos. Este tránsito no solo nunca es del todo sencillo, sino que, además, se complica a cada momento.

¿CÓMO SER UNO MISMO?

En los primeros meses, bastaba con nuestros instintos para saber cómo actuar, en quién confiar o dónde buscar, pero antes del año ya nos vimos obligados a entremezclarlos con algunos apetitos, la memoria de nuestro cuerpo y no pocas “necesidades” creadas por nuestro entorno.

Intentando compatibilizar toda esta información, en nuestra primera infancia aprendemos cómo ser y qué hacer, basándonos, sobre todo, en la experiencia, un recurso que nos hace saber qué es bueno y qué no, para conseguir lo que necesitamos: comida, cuidado, atención, afecto, caricias...

La experiencia es útil para encaminarnos en lo que hacemos, aunque para bien y para mal, no consigue determinar todo lo que en realidad somos.

Se podría decir que existen, por lo menos, dos tipos de identidad, a veces coexistiendo y otras peleando dentro de nosotros:

  • La identidad propia, natural, elástica, cambiante y permanentemente en proceso;
  • La identidad que, por mandato, nos han inculcado otros, rígida y previsible, desarrollada mucho por la educación y muy poco por la propia evolución.

Cuando, de forma malintencionada o no, se confunde “identidad” con “identificación”, la manera de ser se diseña sobre la idea de un “deber ser”, siguiendo un determinado modelo externo.

UNA IDENTIDAD PRESTADA

Cada día vemos a nuestro alrededor cómo cientos de miles de niños y jóvenes –que, paradójicamente aparecen defendiendo a ultranza el derecho y la necesidad de tener su propia identidad– deciden seguir el modelo de la mayoría, manipulada, gran parte de las veces, por la publicidad de aquellos que quieren venderles sus productos de moda.

Desde fuera, es sencillo darse cuenta del peligro de que un determinado modelo, manipulado socialmente, termine insertado como un mandato “globalizado” y uniforme en toda una generación.

Una identidad falsa es el motivo de la falta de dinamismo de algunas personas, ya que no es la consecuencia de un crecimiento interno, sino el resultado final de un cóctel de introyecciones y condicionamientos que otros han configurado para ellos.

Si tuviera que ponerte un ejemplo más cercano, te diría que la falsa identidad es como un niño demasiado adaptado, preso de la influencia y la manipulación, víctima de la opresión del sistema que lo condiciona. Un ente estable y previsible, tan manejable como un animal amaestrado para un circo, y que aunque lo haga “todo bien” no puede llegar al mejor de sus puertos: el de ser el mejor ser humano que puede ser.

Es evidente que mi “yo” amaestrado representa una especie de cárcel elegida por defecto o adquirida sin elección. Pero sin esos mandatos, ¿quién soy?

El domador se siente con el derecho, cuando no con la obligación, de forzar a sus animales a aprender qué es lo que deben hacer. Pero que a nadie se le escape –tanto en el caso del domador como en los demás casos de dominio– que “hacer algo correctamente” es equivalente a “hacerlo como al domador se le ocurra que está bien hacerlo”.

¿Y TÚ QUIÉN ERES?

Si pretendes la admiración y los halagos de la sociedad a la que perteneces, tendrás que vivir de acuerdo con los valores –reales o falsos– de esa mayoría de la que esperas el aplauso, ya que para la mayoría de las personas, según aseguraba el escritor norteamericano Ambrose Bierce, la admiración es tan solo la expresión que confirma que el otro piensa como uno.

  • La verdadera identidad solo se puede hallar recorriendo el camino que va justamente en la dirección opuesta a la de la búsqueda del aplauso.
  • Planteado como pregunta existencial: en la cima de una montaña desierta, en medio de un bosque, como único habitante de un planeta o solo en una isla desierta... ¿quién eres tú?
  • Sin nadie que mire, juzgue u opine... ¿quién eres?
  • Si no hay nadie cerca a quien obedecer, nadie para apreciarte o condenarte, si no hay nadie para aplaudirte ni abuchearte... ¿quién eres

Por supuesto, para descubrir la propia identidad, no es necesario huir, dejar tu casa, tu familia y tu ciudad. Esto es solo metafórico, lo único imprescindible es darte cuenta de la persona que tú eres, sin lo que ven o quisieran ver en ti los demás, sin comparaciones ni condicionamientos, única, diferente y trascendente.

Libre de toda dependencia y podrás asumir la responsabilidad necesaria para habitar por completo el verdadero tú

¿Sin esperanza? 6 pasos para recuperar la fuerza interior



Cuando la vida golpea con fuerza, la esperanza actúa como un fuerza irreductible que ayuda a salir adelante, a aceptar y construir de nuevo.


iStock

Sin esperanza somos náufragos a la deriva. No hay una orilla a la que llegar. Vivimos sin horizonte ni dirección. Sin esperanza solo hay rendición.

Es la esperanza lo que posibilita acciones individuales y colectivas que traen de la mano una transformación, un cambio que puede mejorar nuestra situación actual y tal vez el mundo.

Pero como señalan muchos expertos –y también las cifras sobre salud mental– vivimos inmersos en una crisis de la esperanza, sobre todo a nivel colectivo. Los ideales nos parecen ilusorios y fantasiosos. Escasean referentes que marquen una dirección hacia dónde dirigirnos para crear un mundo que sintamos "hogar".

Faltan modelos que inviten a llevar a cabo las "pequeñas revoluciones" que tanto necesitamos para que la Tierra y los seres vivos que habitan en ella tengan un futuro. Entonces, ¿es posible recuperar la esperanza? 

SÍ SE PUEDE RECUPERAR LA ESPERANZA

Cuando tenía cerca de tres años mi padre murió y mi madre se quedó a cargo de nueve hijos, muchos de ellos muy pequeños. A menudo me he preguntado de dónde sacó mi madre la fuerza para levantarse al día siguiente de la muerte de mi padre.

Lo cierto es que todos tenemos esa fuerza interior que nos empuja a seguir adelante, ese instinto de supervivencia.

"Todos tenemos esa fuerza interior que se activa con un desafío. No se trata de la riqueza o de la pobreza externa, sino de una riqueza interior que está en nosotros", explica Juan Guillermo Ocampo, creador del programa Red de Escuelas de Música de Medellín en su conferencia "La fuerza de la esperanza".

Ocampo decidió alimentar la llama de la esperanza entre los niños y niñas de los barrios más pobres y desamparados de Medellín con música. Repartió entre ellos distintos instrumentos sinfónicos y les enseñó a tocar. Muy pronto, juntos, alcanzaron tan buen nivel musical que protagonizaron conciertos en distintas ciudades de Europa. Lograron lo que parecía imposible porque nadie les dijo que no podían.

Otro ejemplo de que podemos recuperar la esperanza. Tras los atentados de París, la periodista Monique Atlan y el filósofo Roger-Pol Droit llamaron a recuperar la esperanza y a integrarla en nuestro pensamiento.

"Podemos reencontrarla y alimentarla, porque es una pequeña llama que a veces baja, pero que no se apaga. Sí, la esperanza sigue siendo nuestro recurso más vivo, una fuerza que nos mantiene en pie, que nos hace seguir adelante incluso en los momentos más negros.

Es la esperanza la que llevó a la resistencia a comprometerse [contra la invasión nazi], la que dio a luz a niños en los lugares más sórdidos, la esperanza es la fuerza más bella, más irreductible y más humana", afirman los autores de L’espoir a-t-il un avenir? (Editions Flammarion).

SIN ESPERANZA: CÓMO RECUPERAR LA CONFIANZA

Hemos dejado sin esperanza a las nuevas generaciones. ¿Qué necesitamos para recuperar este sentimiento?

Durante el año 2021 en Catalunya, el Teléfono de la Esperanza (Fundación Ayuda y Esperanza) atendió 48.893 llamadas de personas con problemas de salud mental (31,85%), problemas relacionales (21,88%) o un estado de soledad no deseada (17,41%) que se sentían desesperadas.

"Los voluntarios del Teléfono de la Esperanza no realizan psicoterapia, sino un acompañamiento emocional no profesional en el cual se intenta que la persona recupere la esperanza en la vida y en su capacidad para resolver sus dificultades, ya sea por sí misma o pidiendo ayuda a otros.

Principalmente, esto se consigue construyendo un espacio de seguridad en el cual la persona puede hablar abiertamente de aspectos sensibles de su subjetividad sin sentirse juzgada. Se escucha con respeto e interés, con una actitud de no juicio y una mirada de aceptación incondicional.

En este proceso de escucha se teje un vínculo que permite al usuario percibir como confiable al voluntario, lo que tiene un efecto multiplicador: confío en el otro y el otro confía en mí, y esto me permite volver a confiar en mí y en la vida", cuenta Clara Campañá, del departamento de comunicación de la Fundación Ayuda y Esperanza.

LA ESPERANZA ES CONTAGIOSA

Para la naturalista Jane Goodall, tenemos razones para sentirnos esperanzados si acompañamos este sentimiento con acciones y compromiso.

"La gente tiende a pensar que la esperanza es una ilusión pasiva: ‘Espero que algo suceda, pero no haré nada al respecto’. Esto es, de hecho, lo opuesto a la verdadera esperanza, que exige acción y compromiso.

La esperanza es contagiosa. Tus actos inspirarán a otros. […] La esperanza es lo que nos permite afrontar la adversidad. Es lo que deseamos que suceda, pero tenemos que prepararnos y trabajar duro para propiciarla", señala Goodall en El libro de la esperanza. Una guía de supervivencia para tiempo difíciles (Ediciones Paidós), escrito junto a Douglas Abrams.

Esta obra, además, aporta ejemplos para seguir confiando en que el cambio es posible si nos unimos para remar en la misma dirección.

"El efecto acumulativo de miles de acciones éticas contribuirá a salvar y mejorar nuestro mundo para las generaciones venideras", afirma Jane Goodall.

ABRIRSE DE NUEVO

Al igual que el peral que sobrevivió al ataque de las torres gemelas y aún florece en primavera, somos naturaleza y la naturaleza es resiliente. Pero simplemente esperar mañanas mejores es una forma limitada de esperanza.

Cuando todo es oscuridad, además de sentir que la luz brilla al final del túnel, se trata de encontrar los recursos internos y externos que nos permitan avanzar. Se trata de vencer la parálisis que puede sobrevenir del dolor e ir más allá comprometiéndose con la vida.

La clave está en abrirse en lugar de encerrarse, en encontrar pensamientos que nos permitan creer que existen nuevos caminos.

La esperanza es una voz que nos dice que somos capaces, que el daño de hoy puede diluirse mañana para nosotros, que tras la dificultad puede esconderse una oportunidad.

Esta creencia es lo que nos permitirá desarrollar nuestra creatividad y mantener la fuerza de voluntad porque nos hace confiar en la vida y en nosotros. Nos mantiene optimistas ante la dificultad dándonos el impulso para dar un primer paso hacia algo mejor.

ACEPTAR PARA AVANZAR

Pero este sentimiento esperanzador ha de acompañarse de objetivos, aunque sean pequeños, porque como dice Hannah Arent, «la acción es una genuina facultad humana de hacer milagros».

La esperanza comprometida con la acción requiere cierta tozudez para mantener el esfuerzo a lo largo del tiempo.

También necesita pisar con los pies en la tierra. No se trata de creer en una esperanza que nos lleve a huir del presente o de la realidad, sino que, a pesar del desastre, nos dé la posibilidad de explorar antes de renunciar.

La esperanza positiva es aquella que nos permite llorar por lo que ya no es posible, pero nos deja entrever lo que aún puede ser. Y a partir de la aceptación de lo que es, actuar en consecuencia.

Se trata de darnos la oportunidad antes de renunciar y de buscar apoyos creando una comunidad, haciendo tribu.

La unión hace la fuerza y también la esperanza porque, cuando uno decae, puede ser el otro quien tome el relevo.

6 ACCIONES PARA RECUPERAR LA ESPERANZA

La aceptación, buscar referentes y abrazar nuevas experiencias ayudan a salir del túnel.

1. DEJAR DE HUIR Y ACEPTAR

Vivir más en el futuro que en el presente es el gran peligro de una esperanza que nos aleje de la realidad. Dejar de negar lo que es y expresar el dolor ayuda a recuperar una esperanza útil. Al acceptar lo que es, podemos avanzar.

2. ENCONTRAR EL SENTIDO

"Nada más fuerte que una pequeña esperanza que no se rinde", escribe Matt Haig en El libro de la esperanza (ed. Contraluz). Para mantener la tenacidad y no desperdiciar el milagro de estar vivos, nada mejor que tener un porqué.

3. ESCUCHAR MÚSICA

H. Arlen y Y. Harburg escribieron Somewhere Over The Rainbow en 1939, uno de los años más difíciles para la humanidad. Una simple canción puede elevar el ánimo y sacarnos de la desesperación. Crea tu lista para momentos difíciles.

4. CREAR TU PROPIA TRIBU

Ante un problema que nos lleve a la desesperación, recurrir a un grupo de apoyo, asociaciones y organizaciones que luchan por lo que deseamos, nos ayudará a desarrollar una esperanza activa y comprometida.

5. BUSCAR LA BELLEZA

Contemplar algo bello nos da esperanza, como una sonrisa, el gesto de un niño, una historia… Una de las bellezas más poderosas es la de la naturaleza, porque nos conecta con la trascendencia y nos recuerda que, con el tiempo, todo cambia.

6. ENCONTRAR REFERENTES

A menudo se pierde la esperanza al sentirse perdido. Tratarnos con afecto nos ayudará a pensar en personas que nos inspiren y sirvan de ejemplo por su capacidad de superación o forma de proceder o de relacionarse.

01 junio 2023

Por qué es mejor comer cuando todavía hay luz.


comer luz

Los nutricionistas y biólogos debaten desde hace muchos años sobre cuál es la dieta más adecuada para gozar de una salud óptima. Los estudios se centran sobre las cualidades de los alimentos, pero cada vez hay más pruebas de que también es crucial cómo se reparten las ingestas a lo largo del día.

En el cuerpo, muchos procesos siguen un ritmo de 24 horas. Por ejemplo, el ciclo de vigilia y sueño. Y estudios recientes indican que la alimentación debe sincronizarse con este ciclo.

HAY HORAS BUENAS Y MALAS PARA COMER

Esa es la idea de partida del libro The Circadian Code, del doctor Satchin Panda, profesor del Salk Institute y experto en investigación de los ritmos circadianos. Panda recomienda realizar todas las ingestas en una ventana de 8 a 10 horas (por ejemplo, entre las 11 de la mañana y las 7 de la tarde) y permaner en ayunas las restantes 14-16 horas.

Esta recomendación se basa en que estamos más preparados para digerir los alimentos por la mañana y por la tarde, debido a los ciclos de producción de hormonas y enzimas digestivas.

Sin embargo, la mayoría de la gente empieza a consumir alimentos poco después de levantarse y toma su última ingesta antes de irse a la cama. De esta manera el periodo de descanso digestivo se reduce prácticamente a la mitad.

Según el doctor Panda, este tiempo reducido no permite que el sistema digestivo y otros sistemas y órganos corporales descansen y se regeneren, lo que puede llevar a desarrollar trastornos metabólicos y otras enfermedades.

EN EL CUERPO HAY MUCHOS RELOJES

Se sabe desde hace mucho tiempo que el cuerpo está regido por un reloj director situado en el cerebro, en el hipotálamo, que rige el ciclo de sueño y vigilia. Pero desde hace un par décadas, se ha descubierto que varios conjuntos de genes se expresan a la misma hora todos los días, lo que seguramente significa que prácticamente cada órgano se rige por su propio reloj.

Por ejemplo, el páncreas aumenta durante el día la producción de insulina, que controla la concentración de glucosa –azúcar– en la sangre, y la disminuye durante la noche. El intestino tiene asimismo un reloj que regula la producción de enzimas, la absorción de nutrientes y la depuración de residuosos. Los millones de bacterias que constituyen la microbiota intestinal operan también a un ritmo diario.

DIGERIMOS MEJOR CUANDO HAY LUZ

Como consecuencia, quemamos más calorías y digerimos los alimentos de manera más eficiente por la mañana y peor por la noche. Prueba de ello es que los trabajadores por turnos que suelen comer durante la noche sufren una incidencia mayor de obesidad, diabetes, algunos tipos de cáncer y enfermedades del corazón.

El doctor Panda y sus colegas tomaron ratones y los dividieron en dos grupos. Uno tenía acceso durante las 24 horas a alimentos ricos en grasa y azucarados. El otro comió los mismos alimentos pero en una ventana diaria de solo ocho horas.

A pesar de que ambos grupos consumieron la misma cantidad de calorías, los ratones que comieron cuando quisieron se engordaron y enfermaron, mientras que los ratones en el régimen de restricción de tiempo no mostraron ninguna tendencia a la obesidad, el hígado graso o la enfermedad metabólica.

MENOS OBESIDAD, OXIDACIÓN E HIPERTENCIÓN

La doctora Courtney Peterson, profesora de la Universidad de Alabama, realizó un experimento similar con personas. Los participantes comieron en dentro de un margen de 12 horas durante cinco semanas y luego redujeron ese margen a solo 5 horas durante la mañana.

Al analizar las variables comprobó que cuando las personas estuvieron sometidas al margen más estricto mostraron niveles de insulina más bajos, menos oxidación, menos hambre durante la noche y una presión arterial significativamente más baja.

En conclusión, los estudios sugieren que para la mayoría de personas sería bueno que agruparan sus comidas durante las horas de luz y que cenaron temprano y de forma más ligera.