Las metáforas son un recurso muy extendido en terapia. Según Lankton, una metáfora es una forma lingüística que hace una comparación implícita entre dos entidades diferentes. Se ha comprobado que en el contexto terapéutico, las metáforas son un elemento esencial para que los cambios en el paciente se produzcan antes y a un nivel más profundo.
Las metáforas presentan al paciente una situación conocida, o mejor aún, vivida por él, que se asocia con el problema que presenta en la actualidad y que, además, ofrece una solución al mismo.
Las metáforas terapéuticas han de albergar una serie de características para que sean eficaces. En primer lugar, la metáfora ha de ser entendida por el paciente, por lo que su relato debe estar adaptado a su nivel de comprensión.
Por otro lado, se busca que la persona se vea reflejada en ella, de manera que entienda lo que le está ocurriendo y esta comprensión le motive a realizar el cambio terapéutico necesario.
La metáfora también debe tener una estructura de acción, de forma que en la narración se reflejen los pasos necesarios que el paciente tiene que emprender si quiere conseguir el cambio.
Además, debe ofrecer una solución o salida al problema, de forma que el paciente vea con claridad que los pasos que tiene que dar le van a llevar, si los hace de forma correcta, a solucionar el problema por el que está en consulta.
Algunas metáforas que podemos usar en terapia
Sobre todo en la terapia de aceptación y compromiso (ACT), el uso de metáforas está bastante extendido. Nos complace exponer al lector algunas de las metáforas que a nuestro entender, más pueden ayudar a los pacientes o a cualquier persona que se encuentre perdida.
1. La metáfora de los dos escaladores
Imagina que tu terapeuta y tú sois dos escaladores, cada uno subiendo por una montaña distinta, pero cercanas. El terapeuta puede ver un camino que puede ayudarte a subir mejor tu montaña, pero no porque sea más listo que tú, ni porque la haya subido antes, sino porque está en una posición desde donde puede ver cosas que ahora mismo tú no puedes ver.
Finalmente, aunque el terapeuta indique el camino, tú eres el que tiene que subir la montaña. Por lo tanto, la ventaja del terapeuta respecto al paciente es la perspectiva.
El terapeuta puede ofrecerle una perspectiva al paciente con la que este no cuenta; será el paciente el que tenga que integrar esta información, con la que él ya tiene, para avanzar.
2. La metáfora de la luz
Como su nombre indica, los pensamientos automáticos negativos aparecen en nuestra mente de forma automática porque han sido repetidos y repetidos durante mucho tiempo. Así, hemos creado un hábito de pensamiento.
Una metáfora que se utiliza mucho en terapia para explicar este fenómeno mental tiene que ver con algo que alguna vez nos ha pasado. ¿Qué ocurre cuando se funde una bombilla o se va la luz? Que entramos en una habitación y, a sabiendas de que la luz no va a encenderse, apretamos el interruptor. Pasa lo mismo que con los pensamientos, es algo que tenemos automatizado.
3. La metáfora de la casa y los muebles
¿Una casa deja de tener valor si sus muebles son viejos, feos o están estropeados? La respuesta es no. La casa, tiene valor, independientemente de los muebles que contenga. La casa no son sus muebles. De la misma forma, el ser humano es valioso independientemente de sus pensamientos o sus actos puntuales.
Podemos tener pensamientos o actos más o menos nocivos, dañinos o negativos pero eso no hace que toda nuestra persona sea así.
4. La metáfora de las arenas movedizas
La ansiedad es como estar sobre arenas movedizas: cuanto más luchamos en contra de ellas para salir de ahí, más ansiosos nos atrapa la ansiedad y más desesperada y enérgica es esa lucha.
Así, lo que recomienda esta metáfora es que cuando te encuentres en un estado de ansiedad debes tratar de relajarte, de actuar en contra de lo que “te pide el cuerpo”.
5. La metáfora del viaje a Sevilla
Tienes un objetivo: viajar a Sevilla e incluso cambiar de aires y empezar una vida en esa hermosa ciudad. Coges el coche para irte y unos pasajeros intrusos en el asiento de atrás empiezan a decirte: ¿Pero dónde te crees que vas? ¡Tú no tienes capacidad para hacer eso!, ¡No eres capaz de coger este coche, conducir tanto y vivir en otro lugar!, etc.
Esos molestos pasajeros son los pensamientos negativos: intentan boicotear nuestros objetivos, nos generan ansiedad y hacen que, finalmente, dejemos el coche y volvamos a nuestra casa, a nuestra zona de confort.
6. La metáfora de la fiesta y el invitado que nos cae mal
Te han invitado a una gran fiesta: la boda de tu mejor amigo. Evidentemente, tienes muchas ganas de asistir, pero te has enterado de que va a ir alguien que no te agrada demasiado. Se trata de un compañero de trabajo del novio que te presentaron una vez y te cae bastante mal.
¿Vas a dejar de ir a la boda por ello? Supongo que tu respuesta será que no, ya que tienes muchas otras personas con las que disfrutar.
De la misma forma, las emociones negativas son como ese invitado: no porque ellas también hayan sido invitadas a la fiesta de nuestra vida tenemos que dejar de hacer cosas que nos importan.
7. La metáfora del calor
Las emociones negativas son como el calor: muy desagradables. Seguro que no te dices a ti mismo que tener calor es horrible, insoportable o la guerra nuclear. Es molesto, pero sabemos que de vez en cuando hemos de pasar por ello, sobre todo en verano. No le damos más valor.
De la misma forma, las emociones negativas, existen y a veces las vamos a tener que experimentar. ¿Por qué no somos tan indulgentes con nuestros propios estados emocionales? Las emociones, al igual que el calor, un dolor de cabeza o un grano en la nariz, no son más que estados fisiológicos fastidiosos, pero no tienen mayor trascendencia que la de facilitarnos información.
¡Ahora te toca ti recordar siempre que lo precises estas metáforas!. Notarás como desde esta perspectiva, todo se ve más claro.
Alicia Escaño Hidalgo
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