La salud de nuestro organismo se mantiene gracias a tres sistemas principales que llevan la energía vital a cada una de nuestras células. Son los sistemas de nutrición, relación y eliminación. En ciertas etapas, necesitamos además energía para el crecimiento y para la reproducción.
El sistema de eliminación se complementa con la regeneración en las zonas alteradas o enfermas.
1. Sistema de nutrición
El sistema de nutrición aporta energía a los procesos digestivos y de asimilación de los nutrientes, pero no lo hace solo a través de los órganos del aparato digestivo (estómago, intestino, hígado y páncreas), sino también a través de cada una de nuestras células, al final del proceso de asimilación.
La respiración forma parte de este sistema y es la encargada –junto con la circulaciónsanguínea– de proporcionar oxígeno, la energía del aire y nutrientes al microcosmos celular. La energía que recibimos de los cuatro elementos de la naturaleza (aire, sol, tierra y agua) es indispensable para nuestra supervivencia.
2. Sistema de relación
Está compuesto por los órganos que nos ponen en contacto con el mundo y con las demás personas. Dirigido en gran medida por la voluntad consciente, también está estimulado –como diría Jung– por nuestra "sombra", esa parte inconsciente que impulsa las formas no aceptadas de nuestro carácter y que, de alguna manera, "tiñen" y constituyen nuestra manera de estar en el mundo.
Cuando nos movemos, pensamos, hacemos ejercicio, percibimos estímulos exteriores a través de nuestros sentidos, escuchamos con atención, sentimos y nos emocionamos, nos comunicamos, hablamos… nuestro organismo lleva gran parte de su energía vital hacia la función de relación, concretamente a los músculos, huesos, cerebro, sistema nervioso y órganos de los sentidos y del lenguaje.
3. Sistema de eliminación
Los órganos relacionados con este proceso, que expulsa las sustancias tóxicas del organismo, son los riñones, los pulmones, el aparato digestivo (hígado) y la piel. Es un sistema clave para mantener la salud, ya que una de las principales causas de cualquier enfermedad es la acumulación de tóxicos en el organismo.
Paralelamente a la eliminación, tiene lugar el proceso de regeneración de las zonas afectadas por la intoxicación y la falta de energía, por los malos hábitos de vida, el poco contacto con los cuatro elementos de la naturaleza y una forma insana de relacionarse con los demás (o de falta de relaciones).
El sistema de eliminación funciona a pleno rendimiento durante la noche. Mientras descansamos, el cuerpo aprovecha para eliminar las sustancias tóxicas acumuladas, como la urea, el ácido úrico o el exceso de colesterol. Asimismo, renueva los tejidos y realiza una "puesta a punto" de los órganos metabólicos. Por la mañana, el proceso de eliminación continúa.
Durante las horas de sueño, realizamos un "ayuno" que favorece la limpieza y la reparación del organismo. El cuerpo vive de sus reservas y no gasta energía en la digestión ni en la asimilación de las sustancias nutritivas. Toda esa energía se aprovecha para la regeneración orgánica. De ahí que los niños y los animales, cuando no se sienten bien, lo primero que hacen, por instinto, es dejar de comer.
Cómo se reparte la energía
Hablamos de salud cuando la energía vital se reparte de forma equilibrada entre estos tres grandes sistemas. Pero, además de para la nutrición, la relación y la eliminación, el ser humano necesita energía para el crecimiento, la reproducción y la regeneración celular.
Al comer, una gran cantidad de sangre y energía se acumula en los órganos digestivos, y el resto de actividades que realizamos, físicas e intelectuales, se ralentizan. El sistema circulatorio toma parte también en el sistema de nutrición. Esto se refleja en el aumento de las pulsaciones que se produce durante el proceso digestivo.
Comer en exceso provoca que la energía se retire del sistema de eliminación. Los riñones, que eliminan por la orina; el aparato digestivo y el hígado, que eliminan por el intestino y por la bilis; el pulmón, que lo hace a través del aire exhalado, y la piel, que desintoxica por transpiración, pierden energía. Como consecuencia, la eliminación de sustancias de desecho y tóxicas se reduce
Un exceso de trabajo ingrato causa preocupaciones y tensiones. Si además vivimos en la ciudad, con ruidos, luces artificiales, pantallas, pensamientos negativos… tarde o temprano la desgana y la depresión nos invadirán.
La energía vital (sin la cual no podemos vivir) asumirá inicialmente ese "gasto extra", pero una vez alcance cierto nivel, tendrá que "robar" energía a los sistemas de nutrición y eliminación. Una disminución brusca de este último será causa directa de enfermedad, ya que las sustancias de desecho no se eliminarán e irán intoxicando el organismo.
Las crisis de desintoxicación –enfermedades agudas– descargan al cuerpo de sustancias de desecho. Durante estos procesos, la energía vital del organismo se centra en la eliminación y los otros dos grandes sistemas se ven energéticamente disminuidos. El catarro o la gripe son claros ejemplos de estas crisis.
Cuando falta energía
La falta de energía en el sistema de nutrición indica un "cerrado por limpieza y renovación" del organismo. Acompaña frecuentemente a las crisis de desintoxicación y produce ciertos síntomas como falta de apetito, estreñimiento o diarrea. El aparato digestivo "cede" parte de su energía al sistema de eliminación.
La falta de energía en el sistema de relación, que tiene lugar en la enfermedad aguda, cuando dicha energía se concentra en la eliminación, explica la fatiga, los mareos, las piernas frías, la cabeza embotada y las pocas ganas de pensar (retirada de la energía mental). La persona está emocionalmente más sensible y pide muchos cuidados, "mimos". Explica también las molestias que ocasionan los ruidos, las luces fuertes (retroceso de la energía en los órganos de los sentidos) y la sensación de frío, en general.
La falta de energía en el sistema de eliminación trae consigo la acumulación de sustancias de desecho y tóxicas en el organismo. El cuerpo va "tolerando" esas sustancias, sin ser consciente de la intoxicación y, por lo tanto, no reacciona contra ella.
Agudización de las crisis. La persona que tiene poca energía en el sistema de eliminación, poco a poco va dejando de tener crisis de desintoxicación: catarros, vómitos, diarrea, flemas… Y aparecen, por el contrario, enfermedades crónicas y luego degenerativas, descendiendo de manera considerable la capacidad de autocuración y autorregulación del organismo vivo.
En estos casos, la persona va enfermando gravemente sin que el cuerpo o la mente se den cuenta de ello y sin que tengan, como consecuencia, la capacidad de curarse. La persona va muriendo poco a poco o, lo que es peor, muere a los 40 años y es enterrada a los 80 años.
Crecimiento y reproducción
Una vida estresante y competitiva suele generar, a la larga, una insuficiencia energética en los sistemas de nutrición y eliminación que afectará –tanto en hombres como en mujeres– a su etapa reproductiva. Puede provocar esterilidad en ambos casos, e incluso anormalidades en la formación del feto.
De la misma manera, podrá generar anomalías en la etapa de crecimiento del niño. No olvidemos que la herencia genética influye, en un alto porcentaje, en la salud de los hijos y que los cuidados que estos reciben durante la infancia, por parte de sus padres, resultan claves para su correcto desarrollo, tanto físico como emocional.
La inteligencia de nuestro cuerpo es la que equilibra, de una manera instintiva, la energía entre los tres grandes sistemas que hemos visto: nutrición, relación y eliminación, dependiendo del momento vital y las circunstancias exteriores de la persona, entre otros factores. Ya lo decían nuestras abuelas: ¡el cuerpo es sabio!