31 mayo 2021

La respuesta al misterio de las personas delgadas por naturaleza

 



Todos conocemos (y posiblemente envidiamos) a alguien que come cuanto quiere y no engorda. ¿Qué hay detrás de su metabolismo? ¿Por qué es tan infrecuente la delgadez constitucional? La genética tiene la clave. Y la esconde


Una rareza genética

No es fácil, entre otras cosas, porque la delgadez es una rareza genética. No son tantas las personas a las que no les preocupa lo más mínimo el qué, el cuánto, el cómo ni el cuándo: comen los alimentos que quieren, en la cantidad que desean, cocinados de la forma que más les gusta y a cualquier hora del día. Y, aun así, siguen estando delgadas. ¿Cuál es su secreto? ¿Cómo funciona su metabolismo? ¿Dónde están escritas las claves genéticas de la delgadez?

 

Las respuestas no están claras. “Ya quisiéramos los especialistas saber por qué están delgadas, pues adoptaríamos de inmediato la receta… -señala Ordovás-. Bromas aparte, lo cierto es que sabemos muy poco de la delgadez, pues sobre ella se ha investigado muchísimo menos que sobre la obesidad; en realidad, ¿a quién le importa que la gente esté por debajo de su peso? No hay un mercado detrás y, por tanto, apenas se investiga”.

 

Pocas personas quieren engordar. No hay un mercado detrás de la delgadez; por eso, apenas se investiga

 

No, no hay un mercado porque son muchas menos las personas que desean engordar que las que desean adelgazar. Y surge ahí la duda: si es una cuestión de genética, ¿por qué esta ha primado solo a unos pocos? Para explicar esta cuestión nos tendríamos que remontar a miles de años atrás, a épocas de hambrunas y penurias. Por aquel entonces, el hecho de que una persona fuera capaz de comer y almacenar le otorgaba una superioridad frente a quienes no podían generar reservas para tirar de ellas en momentos de escasez. Esto supuso una ventaja evolutiva, por lo que probablemente la raza humana se desarrolló más hacia la posibilidad de engordar que hacia la contraria. Y por eso se considera a la delgadez genética una rareza.

 

Es, nos corrobora el profesor Ordovás, “la hipótesis del gen ahorrador, mediante la cual el genoma de los humanos modernos está enriquecido en variantes o mutaciones genéticas que ayudaron a nuestros antepasados a acumular y mantener una reserva energética que les permitiera sobrevivir durante las hambrunas. Esta teoría tiene una lógica aparentemente aplastante, pero hay que demostrarla experimentalmente, y hasta ahora eso no ha sido posible. A pesar de nuestra capacidad de examinar el genoma en gran profundidad, no hemos podido encontrar y demostrar la presencia de los genes ahorradores”.

 

Sean o no los genes ahorradores pieza clave en la explicación a la delgadez constitucional, sí está claro que el metabolismo de estas personas funciona de otra manera. A resultas de un conjunto de factores genéticos o congénitos, se crearía en cada uno de nosotros una especie de ‘termostato’, que define el rango de peso en el que, en principio, nos vamos a mover.

 

En este sentido, nos dice el doctor Adelardo Caballero, presidente del Instituto de Obesidad, podemos entender que “en la población hay, a grandes rasgos, cuatro perfiles: los que tienen una obesidad genética, los que tienen una predisposición fuerte, los que tienen una predisposición leve y los que son ‘genéticamente resistentes’. Estos últimos serían los delgados”. Según donde nos situemos, la importancia del entorno y de los hábitos sociales y dietéticos serán más o menos determinantes a la hora de engordar o adelgazar.

El entorno no influye en las personas resistentes genéticamente a la obesidad.


Siguiendo por este camino, nos encontramos con la teoría del ‘set point’, que viene a decir que nacemos con un peso genéticamente programado. Se trataría de una zona de confort en la que el organismo se siente cómodo y ‘lucha’ por seguir en ella. (¿Quieres saber por qué engordas después de una dieta? 'Set point'). “Es algo que vemos claramente cuando estudiamos a familias: hay familias ‘silbido’ y familias ‘canica’. Y sacarnos de ese equilibrio cuesta”, refiere Ordovás.

 

La teoría del 'set point' sugiere que nacemos con un peso genéticamente programado

 

Lo tenemos claro cuantos hemos peleado por adelgazar, pero ¿y quienes intentan engordar? Los doctores Natacha Germain y Bogdan Galusca, del departamento que dirige el profesor Estour, realizaron un trabajo muy ilustrativodurante un mes, 16 mujeres (ocho delgadas y ocho ‘normales’) añadieron a su dieta habitual 700 calorías de grasa extra. Transcurrido este periodo, las primeras engordaron 700 gramos, mientras que las segundas 1,3 kg, “lo que demuestra la resistencia al aumento de peso en las delgadas”. Más aún. “El grupo control, formado por las mujeres normales, necesitó tres meses para perder esos 1,3 kg, mientras que las mujeres delgadas los eliminaron en tan solo 15 días y sin ninguna ayuda”.

 

¿Por dónde van las investigaciones? Uno de los terrenos más prometedores, como ya ha indicado Alimente, es el de la microbiota intestinal y su relación con la obesidad. “Esta pista está muy de moda ya que se ha descrito una microbiota particular en pacientes obesos”, subraya el doctor Estour, quien añade que ya hay en marcha estudios similares, pero en sujetos delgados. “También se está experimentando con trasplantes fecales de individuos delgados a otros con obesidad”, apunta el profesor Ordovás.

 

La cuestión es que los mecanismos que nos hacen estar gordos o delgados van mucho más allá del célebre 'menos plato y más zapato' atribuido a Grande Covián. La obesidad y la delgadez son cara y cruz de una misma moneda, y cualquier hallazgo en torno a una puede tener un reflejo especular en la otra. Pero la genética sigue mostrándose esquiva a la hora de darnos pistas tanto en un sentido como en otro. "Quizás el fallo -concluye José María Ordovás- estribe en que todo lo miramos desde un parámetro de enfermedad. Investigamos las causas de la obesidad como patología, cuando tal vez deberíamos avanzar más en el estudio de la delgadez sana".

Nuestros genes nos predisponen a elegir un tipo de alimento u otro



Los investigadores examinaron hábitos dietéticos para averiguar si había algún marcador por el que las personas tienden a comer principalmente ciertos productos


Hasta la fecha, los principales estudios del genoma humano se habían utilizado para asociar variaciones genéticas específicas con enfermedades particulares. Así, si un grupo grande de personas tiene una variación genética de una determinada enfermedad, se puede inferir que aquellas que también poseen ese gen diferente están igualmente en riesgo de contraerla. En lugar de examinar las enfermedades, los investigadores se centraron en los hábitos dietéticos para averiguar si había algún marcador que hiciera que las personas tuvieran el 'riesgo' de comer típicamente ciertos alimentos.



Nueve marcadores genéticos

Los científicos, utilizando datos de ADN y de estilo de vida de más de 160.000 japoneses, entre los que se encontraban sus hábitos dietéticos, descubrieron nueve marcadores genéticos que estaban asociados con el consumo de café, té, alcohol, yogur y queso, natto (frijoles de soja fermentados), tofu, pescado, verduras y carne. También se observaron variantes responsables de la capacidad de probar sabores amargos. Esta asociación se encontró entre las personas a las que les gustaba comer tofu; mientras que aquellos sin la variante consumían poco o nada de alcohol. Aquellos que comían más pescado, natto, tofu y verduras tenían una variante genética que los hacía más sensibles a los sabores umami. Los ingredientes principales de los alimentos también importaban; por ejemplo, había correlaciones genéticas positivas entre comer yogur y comer queso, ambos alimentos a base de leche.

 

"Sabemos que lo que comemos define lo que somos, pero encontramos que lo que somos también define lo que comemos"

 

Con el fin de averiguar si alguno de estos marcadores genéticos asociados con los alimentos también estaban relacionados con ciertas enfermedades, los investigadores llevaron a cabo un estudio de fenoma. El fenoma comprende todos los rasgos posibles observables del ADN, conocidos como fenotipos. Seis de los marcadores genéticos asociados con los alimentos también estaban relacionados con, al menos, un fenotipo de una enfermedad, como varios tipos de cáncer, así como la diabetes tipo 2.

 

Dado que la investigación solo estudió a personas nativas de Japón, las mismas variaciones genéticas asociadas con las preferencias alimentarias probablemente no son aplicables a las poblaciones de todo el mundo. No obstante, se han descubierto enlaces similares en otros grupos de población. Así, un estudio en Italia identificó una variante genética que afecta a las preferencias que tienen las personas a la hora de desayunar pan con mantequilla o aceite. Otro estudio a nivel europeo encontró variantes genéticas relacionadas con la percepción de la salinidad de un alimento.

Muchos más factores

A pesar del papel que juega la genética a la hora de escoger los alimentos, los investigadores japoneses también señalan que nuestro ambiente, la demografía, la situación socioeconómica y la cultura tienen un peso muy importante a la hora de esa elección.

Diez alimentos para combatir el cansancio y la fatiga

 Los alimentos en su conjunto

Diez alimentos para combatir el cansancio y la fatiga

Ante la necesidad de un pequeño chute de energía, casi todos recurrimos a la tradicional panacea de emergencia: el socorrido café. Las causas que conducen a la fatiga pueden ser, sin embargo, muy variadas: cansancio muscular, mental, bajada de tensión, pocas horas de sueño, deshidratación, hipoglucemia... Incluso existen algunos alimentos que también provocan cansancio

El primer paso para salir de nuestro letargo consiste en saber identificar el origen. Si sabes leer bien las señales de tu cuerpo, estos diez alimentos te serán de gran ayuda a la hora de recuperar las fuerzas necesarias para sacar adelante una dura jornada.

Aguacate
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Aguacate

Se trata de uno de los frutos más ricos en potasio, un nutriente de gran ayuda para la recuperación muscular.

Ginseng
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Ginseng

La raíz de esta especie de origen chino actúa como un regulador de la tensión arterial. Las infusiones elaboradas a partir de ella se emplean como alternativa al café o al té.

Chocolate negro
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Chocolate negro

El chocolate es una importante fuente de teobromina, un estimulante con propiedades parecidas a las de la cafeína.

Miel
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Miel

La miel es azúcar en un 82%, por lo que es un óptimo recurso para esas ligeras bajadas de azúcar. Incorpora además otros nutrientes como hierro y magnesio.

Huevos
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Huevos

Las vitaminas del grupo B sirven, fundamentalmente, para producir energía a partir de los alimentos. Los huevos son un producto muy rico en estos nutrientes.

Yerba mate
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Yerba mate

Esta bebida tradicional de Argentina y Uruguay tiene menos cafeína que el café, pero genera, al mismo tiempo, menos adicción, nerviosismo e insomnio.

Frutos secos
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Frutos secos

Son un combustible eficaz a cualquier hora del día y, al mismo tiempo, un snack que podemos llevar siempre encima. Lo ideal es tomarlos de manera natural, sin tostar o salar.

 

 

Semillas de chía
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Semillas de chía

Aunque no aportan cantidades significativas de carbohidratos, su principal fuente de energía son los ácidos grasos. Algunos estudios defienden que las bebidas compuestas con esta semilla pueden ser una alternativa a las energéticas para el rendimiento en pruebas de resistencia.

Agua
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Agua

El bajo rendimiento se debe en muchas ocasiones a la deshidratación. Basta recurrir a veces al líquido más básico para que nuestro cuerpo vuelva a funcionar como debería. Sin más.

Avena
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Avena

La avena tiene la particularidad de ser un alimento energizante, por los hidratos de carbono que posee, al tiempo que ayuda a calmar la ansiedad.