24 mayo 2021

21 CUENTOS SOBRE LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL

 




Cuando posees conocimiento, empleas una antorcha para mostrar el camino. Cuando posees la iluminación espiritual, te conviertes tú mismo en antorcha.


BUSCANDO LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL

Cuando posees el conocimiento, empleas una antorcha para mostrar el camino. Cuando posees la iluminación, te conviertes tú mismo en antorcha.

Si quisiéramos mencionar alguna persona que haya recopilado cuentos sobre «La Iluminación Espiritual» a la primera que tendríamos en lista sería al sacerdote jesuita Anthony de Mello (Bombay, 1931— Nueva York, 1987) y psicoterapeuta conocido por sus libros y conferencias sobre espiritualidad, donde utilizaba elementos teológicos de otras religiones, además de la tradición judeocristiana.

Algunas ediciones de los libros de Anthony de Mello llevan una hoja de precaución que indica: «Los libros escritos por el padre Anthony de Mello fueron escritos en un contexto multirreligioso para ayudar a los seguidores de otras religiones, agnósticos y ateos en su búsqueda espiritual, y el autor no pretendió que fueran un manual de instrucciones sobre la fe católica en la doctrina y dogmas cristianos.»

LA PRISA

Un joven se presentó ante el Maestro y le preguntó «¿Cuánto tiempo crees probable que puede llevarme el alcanzar la iluminación?»

«Diez años», le respondió el Maestro.

El joven quedó impresionado. «¿Tanto?», preguntó sin dar crédito a sus oídos. Y el Maestro le dijo: «No, me he equivocado. Te llevará veinte años.»

«¿Por qué el doble?», preguntó el joven.

«Bien pensado», dijo el Maestro, «en tu caso probablemente sean treinta años.»

Algunas personas nunca aprenderán nada, porque lo comprenden todo demasiado pronto. Después de todo, la sabiduría no es una estación a la que se llega, sino una manera de viajar. Si viajas demasiado aprisa, no ves el paisaje. Saber exactamente adónde va uno puede ser la mejor manera de extraviarse. No todos los que pierden el tiempo se extravían.

EL CAMINO DEL MEDIO

Cuando Buda emprendió su búsqueda espiritual, se dedicó a practicar innumerables austeridades.

Un buen día acertaron a pasar dos músicos junto al árbol bajo el que estaba él sentado haciendo meditación. Y uno de ellos le decía al otro: «No tenses demasiado las cuerdas de tu cítara, o se romperán. No las dejes demasiado flojas, o no producirán música. Procura dar con el término medio.»

Aquellas palabras produjeron tal impacto en Buda que revolucionaron toda su manera de ver la espiritualidad.

Estaba convencido de que habían sido pronunciadas para él, y desde aquel instante renunció a todos sus rigores y emprendió un camino fácil y liviano: el de la moderación.

De hecho, su método de acceder a la iluminación se conoce con el nombre de “El camino del medio”.

EL CONOCIMIENTO Y LA ILUMINACIÓN

Dice el poeta Kabir:

¿De qué le sirve al sabio abstraerse en el estudio detallado de palabras sobre esto y lo de más allá, si su pecho no está empapado de amor? ¿De qué le sirve al asceta vestirse con vistosos ropajes, si en su interior no hay colorido? ¿De qué te sirve limpiar tu comportamiento ético hasta sacarle brillo, si no hay música dentro de ti?

El discípulo: “¿Cuál es la diferencia entre el conocimiento y la iluminación?”.

El maestro: “Cuando posees el conocimiento, empleas una antorcha para mostrar el camino. Cuando posees la iluminación, te conviertes tú mismo en antorcha”.

LA CONCIENCIA DE LA MUERTE

He aquí una parábola que el Señor Buda contó a sus discípulos:

Un hombre topó en el campo con un tigre. El tigre se lanzó a por él, y el hombre salió huyendo. En su huida, llegó a un precipicio, dio un traspié y comenzó a caer. Mientras se precipitaba hacia abajo, alargó su brazo y logró agarrarse a un pequeño arbusto de fresas silvestres que crecía en la pared del precipicio.

Allí estuvo colgado durante unos interminables minutos, con el feroz y hambriento tigre unos metros por encima de su cabeza y el profundo abismo a sus pies, adonde no tardaría en ir a parar y donde habría de encontrar la muerte. De pronto, divisó una suculenta fresa que crecía en el arbusto y, agarrándose a éste con una sola mano, tomó la fresa con la otra y se la llevó a la boca. ¡Nunca en toda su vida había probado una fresa tan dulce!

A quien ha alcanzado la iluminación, la conciencia de la muerte le hace degustar la dulzura de la vida.

EL PANORAMA

Al turista, que daba muestras de ser un tipo bastante asustadizo, le daba miedo acercarse al borde del acantilado. «¿Qué debería hacer», le preguntó al guía, «si tuviera la desgracia de precipitarme hacia abajo?»

«Si eso le ocurriera, señor», dijo el guía lleno de entusiasmo, «no deje de mirar a la derecha. ¡le encantará el panorama!»

¡Sólo si usted ha alcanzado la iluminación, naturalmente!

EL PRECIOSO TIEMPO

Había un verdadero gentío en la sala de espera del médico. Un caballero de bastante edad se levantó y se dirigió a la recepcionista. «Señorita», dijo con suma cortesía, «yo tenía hora para las diez en punto, y ya son casi las once. No puedo seguir esperando. ¿Tendría usted la amabilidad de darme hora para otro día?»

Una mujer que estaba también aguardando se inclinó hacia la que se encontraba sentada a su lado y le dijo: «Seguro que tiene más de ochenta años... ¿Qué será eso tan urgente que tiene que hacer que no puede esperar?»

El anciano, que acertó a oír el comentario de la dama, se volvió hacia ella, le hizo una cortés reverencia y le dijo: «Tengo exactamente ochenta y siete años, señora. Y ésa es precisamente la razón por la que no puedo permitirme desperdiciar un solo minuto del precioso tiempo que aún me queda.»

El que ha alcanzado la iluminación no desperdicia un solo minuto, porque ha comprendido la insignificancia relativa de todo cuanto hace.

EL ESGRIMA

Tajima no Kami era maestro de esgrima en la casa del Shogun.

Un miembro de la guardia personal del Shogun acudió a él un día pidiéndole que le adiestrara en el manejo de la espada

«Te he observado con detenimiento», le dijo Tajima no Kami, «y me ha parecido que eres un auténtico maestro en ese arte. Antes de tomarte como discípulo, quisiera saber con qué maestro has estudiado.»

«Jamás he estudiado con nadie el arte de la esgrima», le respondió el otro.

«No puedes engañarme», dijo el maestro. «Tengo un ojo muy perspicaz que nunca me falla.»

«No pretendo contradeciros, excelencia», dijo el guardia, «pero la verdad es que no sé una palabra de esgrima.»

El maestro le obligó a cruzar la espada con él durante unos minutos; luego se detuvo y le dijo.

«Puesto que tú dices que nunca has aprendido este arte, yo acepto tu palabra y te creo. Pero lo cierto es que te bates como un maestro. Háblame de ti.»

«Sólo hay una cosa que pueda deciros», dijo el miembro de la guardia. «Cuando era niño, un Samurái me dijo que un hombre no debía jamás temer a la muerte. Por eso me he debatido con el problema de la muerte hasta que ésta dejó de producirme la más mínima inquietud.»

«¡De modo que era eso...!», exclamó Tajima no Kami. «El secreto último de la esgrima consiste en estar libre del miedo a la muerte. Tú no necesitas adiestrarte, eres maestro de pleno derecho.»

Los que no han alcanzado la iluminación siempre están angustiados. Son como el que cae al agua y no sabe nadar: se asusta, y por eso se hunde, y por eso se esfuerza por mantenerse a flote, y por eso se hunde cada vez más. Si perdiera el miedo y dejara que su cuerpo se hundiera libremente, éste retornaría a la superficie por sí solo.

Un hombre cayó al río en pleno ataque epiléptico. Cuando volvió en sí le sorprendió verse tendido en la orilla. El mismo ataque que le había arrojado al río le había salvado la vida, al alejar de él el miedo a morir ahogado. Eso es la iluminación.

EL DRAGÓN

Hace muchos años, hubo en China un enorme dragón que iba de aldea en aldea matando vacas, perros, gallinas y niños indiscriminadamente. De modo que los campesinos llamaron en su ayuda a un hechicero, el cual dijo: «yo no puedo acabar con el dragón, porque, a pesar de ser mago, también yo tengo miedo. Pero me encargaré de encontrar al hombre capaz de hacerlo.»

Dicho esto, él mismo se transformó en dragón y se puso en medio de un puente, de manera que quien no supiera que se trataba del hechicero no se atrevería a pasar. Pero un día llegó al puente un individuo que iba de viaje, pasó tranquilamente por encima del dragón y siguió caminando.

El hechicero recobró al instante su aspecto humano y llamó a aquel hombre: «¡Regresa aquí, amigo! ¡Llevo semanas esperándote!»

El que ha alcanzado la iluminación sabe que el miedo está únicamente en la manera en que uno mira las cosas, no en las cosas mismas.

EL ESCLAVO

Se dice que, cuando el filósofo griego Diógenes fue hecho preso y llevado al mercado de esclavos para ser vendido, se subió al estrado del subastador y gritó en voz alta: «¡Un señor ha venido aquí a ser vendido! ¿Hay algún esclavo entre vosotros que quiera comprarlo?»

Es imposible hacer esclavos a quienes han alcanzado la iluminación, porque son exactamente igual de felices en estado de esclavitud que en estado de libertad.

LA CULTURA

Erase una vez un confitero que fabricaba unos dulces en forma de animales y pájaros de diferentes colores y tamaños. Cuando vendía sus dulces a los niños, éstos solían disputar entre sí en términos más o menos parecidos a éstos: «Mi conejo es mejor que tu tigre»... «Puede que mi ardilla sea más pequeña que tu elefante, pero sabe mejor»... y cosas así.

Y el confitero se reía al pensar que los adultos no eran menos ignorantes que los niños cuando pensaban que una persona era mejor que otra.

El que ha alcanzado la iluminación sabe que lo que nos divide es la cultura y las circunstancias, no la naturaleza.

LOS HUESOS

Cuenta Plutarco que en cierta ocasión vio Alejandro Magno a Diógenes escudriñando atentamente un montón de huesos humanos

«¿Qué estás buscando?», preguntó Alejandro.

«Algo que no logro encontrar», respondió el filósofo.

«¿y qué es?»

«La diferencia entre los huesos de tu padre y los de tus esclavos»

Igualmente indistinguibles son los huesos de los católicos y los de los protestantes, los de los hindúes y los de los musulmanes, los de los árabes y los de los israelitas, los de los rusos y los de los americanos

Y el que ha alcanzado la iluminación no ve la diferencia ni siquiera cuando los huesos están recubiertos de carne

EL CAIMÁN Y LA OSTRA

Una turista occidental contemplaba, llena de admiración, el collar de una nativa. «De qué está hecho?», le preguntó.

«De dientes de caimán, señora», respondió la nativa.

«¡Ah, ya! Supongo que los dientes de caimán tendrán para ustedes el mismo valor que para nosotros tienen las perlas...»

«¡En absoluto! Una ostra puede abrirla cualquiera.»

Los que han alcanzado la iluminación comprenden que un diamante no es más que una piedra a la que la mente humana ha dado valor. Y que los reyes son lo grandes o lo pequeños que tu mente decida que sean.

LOS BOCADILLOS

Era la hora del almuerzo en la fábrica, y un trabajador abrió su tartera «¡Oh, no!», exclamó «¡Otra vez bocadillo de queso!»

Y lo mismo se repitió varios días. Entonces, un compañero que le había oído quejarse le dijo «Si odias tanto los bocadillos de queso, ¿por qué no dices a tu mujer que te ponga otra cosa?»

«Porque no estoy casado. Soy yo quien hace los bocadillos»

Los que no han alcanzado la iluminación no logran verse a sí mismos como la causa de todos sus pesares.

RICKSHAW

Dos soldados, en el norte de la India regresaban a su casa en un «rickshaw» cuando delante de ellos vieron a dos marineros en otro «rickshaw». En un abrir y cerrar de ojos. la rivalidad entre la marina y el ejército se tradujo en una carrera en la que el conductor del «rickshaw» de los soldados enseguida tomó la delantera.

Los soldados estaban ya saboreando su triunfo cuando, de pronto, vieron asombrados cómo sus rivales les adelantaban como una exhalación. Pero aún les asombró más ver cómo el conductor sentado en el asiento de los pasajeros, animaba vehementemente a uno de los marineros, que había ocupado su lugar.

Los que han alcanzado la iluminación prefieren sentirse satisfechos, más que victoriosos.

EL DUELO

Dos hombres se hallaban dispuestos para librar un duelo a pistola, para lo cual se había despejado el centro del salón. Uno de ellos, un tipo diminuto y escuálido, era un tirador profesional; el otro, un sujeto enormemente fornido, se puso a protestar: «¡Un momento! ¡Esto no es justo, porque él tiene que apuntar a un blanco mayor que el mío!»

Al otro se le ocurrió enseguida una idea. Volviéndose hacia el propietario del salón, le dijo:

«Mande dibujar con tiza la silueta de un hombre de mi tamaño en el cuerpo de mi adversario. Cualquier bala que no entre dentro de la silueta no valdrá.»

Los que han alcanzado la iluminación se preocupan más de vivir que de vencer.

LA APUESTA

«Antes de salir, ayer por la tarde, aposté con mi mujer diez dólares a que regresaría antes de medianoche.»

«¿Y qué pasó?»

«Que la dejé ganar»

Los que no han alcanzado la iluminación venderían su alma para demostrar que tienen razón.

LOS MUEBLES

Una fábrica de muebles envió la siguiente nota a uno de sus clientes:

«Estimado Mr. Jones: ¿Qué pensarían sus vecinos si tuviéramos que enviar un camión a su casa de usted para recoger los muebles que aún no se ha dignado usted pagar?»

Y la respuesta no tardó en llegar:

«Muy señor mío: He hablado del asunto con mis vecinos para averiguar lo que pensaban. y todos ellos opinan que sería un truco muy sucio, propio de una compañía mediocre y rastrera.»

Un signo inequívoco de haber alcanzado la iluminación es no preocuparse ya de lo que la gente pueda pensar o decir.

LA CUALIDAD DEL AGUA

Los que no han alcanzado la iluminación se consideran despiertos y, en su locura, llaman buenas a unas personas y malas a otras, alegres a unos acontecimientos y tristes a otros.

Los verdaderamente despiertos ya no están a merced de la vida y la muerte, del crecimiento y la decadencia, del éxito y el fracaso, de la pobreza y la riqueza, del honor y el deshonor.

Para ellos, ni siquiera el hambre, la sed, el calor y el frío, que experimentan como algo transitorio en el río de la vida, duran indefinidamente. Han llegado a darse cuenta de que nunca es necesario cambiar lo que ven, sino tan sólo la forma en que lo ven.

Y así llegan a asumir la cualidad del agua, que es suave y manejable y, a la vez, de una fuerza irresistible: que no se esfuerza y, sin embargo, beneficia a todos los seres. Gracias a su acción desinteresada, otros son transformados; gracias a su desprendimiento, el mundo entero prospera; gracias a su ausencia de codicia, otros no sufren daño alguno.

El agua es extraída del río para regar los campos. Al agua le da absolutamente lo mismo estar presente en el río o en los campos. Así es como los que han alcanzado la iluminación actúan y viven apacible e intensamente de acuerdo con su destino.

Son ellos los únicos que se convierten en los enemigos implacables de la sociedad, la cual odia la flexibilidad y ama la reglamentación, el orden y la rutina, la ortodoxia y la conformidad.

SER CONSECUENTE

Mamiya llegó a ser un celebérrimo Maestro Zen, pero para ello tuvo que aprender el Zen con mucho esfuerzo. Cuando era discípulo, su Maestro le pidió que explicara el sonido del aplauso con una sola mano.

Mamiya se entregó a ello con toda su alma, ayunando y robando horas al sueño para dar con la respuesta correcta.

Pero su Maestro nunca quedaba satisfecho. Un día llegó incluso a decirle: «No trabajas lo suficiente. Te gusta demasiado la vida cómoda y estás demasiado apegado a las cosas placenteras de la vida; incluso demasiado apegado al deseo de dar con la respuesta lo antes posible. Más te valdría morirte.»

La siguiente vez que Mamiya se vio delante del Maestro, hizo algo espectacular: cuando el Maestro le pidió que explicara el sonido del aplauso con una sola mano, él cayó al suelo y se quedó inmóvil, como si hubiera muerto.

El Maestro le dijo: «Muy bien. De modo que te has muerto... Pero ¿qué me dices del sonido del aplauso con una sola mano?»

Abriendo sus ojos, Mamiya respondió: «Hasta ahora me ha sido imposible resolverlo.» Y el Maestro estalló furioso: «¡Insensato! ¡Los muertos no hablan! ¡Fuera de aquí!»

Tal vez no hayas alcanzado la iluminación, pero al menos ¡podrías ser consecuente!

LA RENUNCIA

Ananda era el más fiel de los discípulos de Buda. Años después de que Buda muriera, se proyectó celebrar un Gran Consejo de la Iluminación, y uno de los discípulos fue a decírselo a Ananda. Pero para entonces Ananda no había alcanzado aún la iluminación, aunque se había esforzado durante años. De modo que no tenía derecho a asistir.

El día anterior a la inauguración del Consejo, Ananda tomó la decisión de ejercitarse durante toda la noche y no cejar hasta haber alcanzado la iluminación. Pero lo único que consiguió fue quedar exhausto, sin haber hecho el más mínimo progreso a pesar de todos sus esfuerzos

Por eso, al amanecer decidió renunciar y concederse un descanso. En aquel estado, perdida toda ansia. incluida el ansia de la iluminación, recostó su cabeza sobre la almohada... ¡y de pronto alcanzó la iluminación!

EL RIO

Le dijo el río al buscador: «¿Crees realmente que hay que inquietarse por la iluminación? Por muchas vueltas que dé, yo siempre estoy rumbo a mi origen.»

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