Todos conocemos (y posiblemente envidiamos) a alguien que come cuanto quiere y no engorda. ¿Qué hay detrás de su metabolismo? ¿Por qué es tan infrecuente la delgadez constitucional? La genética tiene la clave. Y la esconde
Una rareza genética
No es fácil, entre otras cosas, porque la delgadez es una rareza genética. No son tantas las personas a las que no les preocupa lo más mínimo el qué, el cuánto, el cómo ni el cuándo: comen los alimentos que quieren, en la cantidad que desean, cocinados de la forma que más les gusta y a cualquier hora del día. Y, aun así, siguen estando delgadas. ¿Cuál es su secreto? ¿Cómo funciona su metabolismo? ¿Dónde están escritas las claves genéticas de la delgadez?
Las respuestas no están claras. “Ya quisiéramos los especialistas saber por qué están delgadas, pues adoptaríamos de inmediato la receta… -señala Ordovás-. Bromas aparte, lo cierto es que sabemos muy poco de la delgadez, pues sobre ella se ha investigado muchísimo menos que sobre la obesidad; en realidad, ¿a quién le importa que la gente esté por debajo de su peso? No hay un mercado detrás y, por tanto, apenas se investiga”.
Pocas personas quieren engordar. No hay un mercado detrás de la delgadez; por eso, apenas se investiga
No, no hay un mercado porque son muchas menos las personas que desean engordar que las que desean adelgazar. Y surge ahí la duda: si es una cuestión de genética, ¿por qué esta ha primado solo a unos pocos? Para explicar esta cuestión nos tendríamos que remontar a miles de años atrás, a épocas de hambrunas y penurias. Por aquel entonces, el hecho de que una persona fuera capaz de comer y almacenar le otorgaba una superioridad frente a quienes no podían generar reservas para tirar de ellas en momentos de escasez. Esto supuso una ventaja evolutiva, por lo que probablemente la raza humana se desarrolló más hacia la posibilidad de engordar que hacia la contraria. Y por eso se considera a la delgadez genética una rareza.
Es, nos corrobora el profesor Ordovás, “la hipótesis del gen ahorrador, mediante la cual el genoma de los humanos modernos está enriquecido en variantes o mutaciones genéticas que ayudaron a nuestros antepasados a acumular y mantener una reserva energética que les permitiera sobrevivir durante las hambrunas. Esta teoría tiene una lógica aparentemente aplastante, pero hay que demostrarla experimentalmente, y hasta ahora eso no ha sido posible. A pesar de nuestra capacidad de examinar el genoma en gran profundidad, no hemos podido encontrar y demostrar la presencia de los genes ahorradores”.
Siguiendo por este camino, nos encontramos con la teoría del ‘set point’, que viene a decir que nacemos con un peso genéticamente programado. Se trataría de una zona de confort en la que el organismo se siente cómodo y ‘lucha’ por seguir en ella. (¿Quieres saber por qué engordas después de una dieta? 'Set point'). “Es algo que vemos claramente cuando estudiamos a familias: hay familias ‘silbido’ y familias ‘canica’. Y sacarnos de ese equilibrio cuesta”, refiere Ordovás.
La teoría del 'set point' sugiere que nacemos con un peso genéticamente programado
Lo tenemos claro cuantos hemos peleado por adelgazar, pero ¿y quienes intentan engordar? Los doctores Natacha Germain y Bogdan Galusca, del departamento que dirige el profesor Estour, realizaron un trabajo muy ilustrativo: durante un mes, 16 mujeres (ocho delgadas y ocho ‘normales’) añadieron a su dieta habitual 700 calorías de grasa extra. Transcurrido este periodo, las primeras engordaron 700 gramos, mientras que las segundas 1,3 kg, “lo que demuestra la resistencia al aumento de peso en las delgadas”. Más aún. “El grupo control, formado por las mujeres normales, necesitó tres meses para perder esos 1,3 kg, mientras que las mujeres delgadas los eliminaron en tan solo 15 días y sin ninguna ayuda”.
¿Por dónde van las investigaciones? Uno de los terrenos más prometedores, como ya ha indicado Alimente, es el de la microbiota intestinal y su relación con la obesidad. “Esta pista está muy de moda ya que se ha descrito una microbiota particular en pacientes obesos”, subraya el doctor Estour, quien añade que ya hay en marcha estudios similares, pero en sujetos delgados. “También se está experimentando con trasplantes fecales de individuos delgados a otros con obesidad”, apunta el profesor Ordovás.
La cuestión es que los mecanismos que nos hacen estar gordos o delgados van mucho más allá del célebre 'menos plato y más zapato' atribuido a Grande Covián. La obesidad y la delgadez son cara y cruz de una misma moneda, y cualquier hallazgo en torno a una puede tener un reflejo especular en la otra. Pero la genética sigue mostrándose esquiva a la hora de darnos pistas tanto en un sentido como en otro. "Quizás el fallo -concluye José María Ordovás- estribe en que todo lo miramos desde un parámetro de enfermedad. Investigamos las causas de la obesidad como patología, cuando tal vez deberíamos avanzar más en el estudio de la delgadez sana".
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