Al contemplar el éxito ajeno, podemos sentirnos fracasados por comparación. Sin embargo, alegrarnos de las victorias de otros puede jugar a nuestro favor. Te mostramos cómo funciona esta relación.
“Deséales el bien a otros, su éxito no va a limitar el tuyo“. ¿Alguna vez has escuchado esta frase o alguna otra similar? ¿Cómo te hace sentir? Desde una perspectiva puramente lógica todos comprendemos que lo que sucede en las vidas ajenas no determina lo que ocurre en la nuestra; sin embargo, a veces resulta inevitable compararse y experimentar una cierta sensación de fracaso personal ante los logros de los demás. No obstante, queremos recordarte por qué alegrarte del éxito ajeno es bueno para ti.
No se trata únicamente de ser empáticos o bondadosos. Es evidente que desear la felicidad de quienes nos rodean es una actitud muy loable y moralmente deseable. Pero más allá de esto, nosotros mismos podemos obtener beneficios al cambiar nuestra perspectiva respecto a los éxitos ajenos.
La envidia, la necesidad de comparación, la frustración… todas son emociones. Así, comprendiendo cómo nos afectan, seremos más capaces de gestionarlas.
¿Por qué alegrarte del éxito ajeno es bueno para ti?
Relaciones sociales más satisfactorias
Schadenfreude es un término alemán que designa el sentimiento de alegría o satisfacción que surge al contemplar la infelicidad ajena. Todos lo hemos experimentado en algún momento, aunque por norma lo mantenemos en privado.
No obstante, pese a que no declaremos abiertamente ese deseo por ver fracasar a otros, este si puede verse se reflejado en las relaciones interpersonales.
Las respuestas, las actitudes y los consejos que ofrecemos suelen dejar entrever cuál es nuestra posición respecto a la vida del otro; y, finalmente, la envidia y la falta de apoyo pueden hacer mella en las relaciones. Nuestros familiares, amistades y personas cercanas pueden sentirse traicionadas, manipuladas y decepcionadas al percibir que no nos alegran sus éxitos.
Por el contrario, si apoyamos y alentamos el avance de quienes nos rodean, si disfrutamos con sus victorias, estaremos fortaleciendo el vínculo. Y, por ende, disfrutaremos de conexiones humanas más satisfactorias.
Bienestar personal
Aunque es humano sentir envidia, es indudable que se trata de una emoción desagradable. En primer lugar, existe una gran carga de culpa asociada cuando no logramos alegrarnos del éxito de quienes amamos. Generalmente nos percibimos como malas personas y sentimos que no estamos correspondiendo de forma justa a nuestro rol de amigo, pareja o familiar.
Pero, además, esta constante comparación nos lleva a sentirnos mediocres, a fijar el foco en nuestros fracasos, en aquello de lo que carecemos y que otros poseen. De este modo, el malestar emocional no hace sino incrementarse.
Por otro lado, cuando alentamos, motivamos y acompañamos, nos sentimos satisfechos con nuestro papel, con nuestros valores y actuaciones. Y este bienestar interno puede motivarnos a mantener esta actitud.
Éxito propio
Aunque no lo creas, alegrarte del éxito ajeno te acerca a conseguir tus propias victorias. Esta asociación se da por la coherencia interna que se establece.
Paradójicamente, deseamos obtener un triunfo mientras criticamos y rechazamos a quienes ya lo han alcanzado. Despreciamos las relaciones ajenas mientras anhelamos encontrar el amor, criticamos a las personas prósperas mientras deseamos aumentar nuestros ingresos o juzgamos las amistades de los demás al tiempo que nos preguntamos por qué estamos tan solos.
La coherencia es la base para alcanzar cualquier meta. Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones han de estar alineados. Así, si comenzamos a percibir con agrado y satisfacción los logros de otros, nos será mucho más sencillo dirigirnos hacia ese mismo lugar.
Alegrarte del éxito ajeno es un hábito
La incapacidad para alegrarse del éxito ajeno está influenciada por la envidia. De este modo, quienes se sienten satisfechos con su propia situación actual encuentran más sencillo compartir la felicidad de los demás. Sin embargo, también se trata de un hábito.
Cuando nos habituamos a reaccionar de un modo determinado, ese tipo de actitudes, pensamientos y acciones son las que terminan resultándonos más naturales y automáticas. No obstante, está en nuestra mano cambiarlas.
Comienza por observar qué piensas, qué sientes y qué haces cuando alguien cercano te comunica un logro. A partir de aquí, establece qué actitudes te gustaría cambiar y por cuáles quieres sustituirlas. Una vez hayas identificado cómo te gustaría reaccionar, comienza por practicar de forma consciente.
Cuando te descubras comparándote, sintiendo envidia o deseando el fracaso ajeno, recondúcete hacia otro tipo de pensamientos más funcionales. Los beneficios que obtendrás al alegrarte del éxito ajeno harán que esta dinámica se trasforme en un hábito.
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