09 abril 2022
07 abril 2022
Viviendo la salud perfecta
Algunas veces pensamos que una salud perfecta es una utopía que en nada coincide con nuestras vidas, probablemente porque tenemos alguna enfermedad o de alguna manera no sintamos que nuestro cuerpo está en perfecta armonía en cuanto a la salud.
El tema de la salud es bastante complejo, porque está muy ligado a nuestra mente, a nuestras emociones e incluso puede ser que hasta nuestra alma esté involucrada en ciertos estados de nuestra salud.
Nuestro cuerpo reacciona a todo lo que procesamos, a nuestras creencias, a lo que integramos a nuestras vidas, bien sea alimentación, ejercicios o bien pensamientos, hábitos y programas mentales.
Salud integral
Nuestra salud es integral, nuestro cuerpo no va a sentirse completamente bien, si en nuestra mente albergamos mil preocupaciones, miedos, rencores, culpas… De hecho hay muchas teorías que hablan de que cada parte nuestro cuerpo está asociado a una emoción, a situaciones que manejamos de una manera determinada.
Por ejemplo se dice que cuando tenemos algún problema que involucre nuestros riñones, nos estamos dejando llevar por el miedo. Si es la garganta la que nos molesta, esto puede tener origen en cosas que nos callamos, que necesitamos decir. En caso de tener acidez, gastritis, úlceras, esto se vincula a la rabia contenida. Si sentimos molestia en nuestras manos, puede haber cosas que nos sepamos cómo manejar o que sentimos se nos escapan de nuestro alcance… Y así podríamos ir recorriendo cada parte de nuestro cuerpo, buscando la interpretación que se la ha dado en cuanto a nuestro sistema emocional.
Lo importante que debemos rescatar es que nuestras emociones cuando no las canalizamos de una buena manera y dejamos que predominen en nosotros, se pueden manifestar en nuestro organismo, haciéndonos sentir algún malestar.
La raíz del problema
La mayoría de las veces atendemos los síntomas, pero no la raíz del problema. Vamos a un nefrólogo, quien cortésmente nos manda a hacer exámenes de nuestros riñones, tomografías, con y sin contraste, orina, sangre, etc… Y nos manda el tratamiento que mundialmente es aceptado y probado para la afección que se diagnostique… Y sí, quizás las molestias cesan, la enfermedad se retira, pero si el origen está allí, si no atendemos lo que nos hizo manifestar ese cuadro, si no atendemos la raíz del problema y no temamos las medidas realmente efectivas, el problema volverá, el mensaje se dará nuevamente.
Vemos las enfermedades como enemigos, cuando la verdad es que el enemigo está en nuestra mente, dibujándonos un escenario que nos paraliza de miedo, de angustia, que nos hace sentir pequeños ante nuestros retos o inclusive ante las cosas más sencillas y cotidianas. Porque cuando permitimos que el miedo se apodere de nosotros, lo más simple se ve como algo muy complejo. Nos colocamos unos lentes que magnifican negativamente todo lo que vemos y lo vuelven gris, impenetrable, inalcanzable.
Aprendamos a atender la raíz, viendo la enfermedad como el síntoma de que hay algo que atender y qué resolver. Cuando nos creemos lo que la mente dice, cuando no sabemos diferenciar nuestros pensamientos de la realidad, estamos en problemas. Nos hacemos vulnerables de una mente inquieta y traviesa que nos puede colocar en situaciones de extremo peligro.
Escuchando nuestro cuerpo
Si queremos ir a un médico, está bien, nuestro cuerpo no está encontrando el balance por sí mismo. Pero entendamos que lo que hay que atender para sanar realmente, no curarnos, SANAR, que implica una transformación, no tiene la raíz en nuestro cuerpo físico.
Aprendamos a escucharnos, a canalizar nuestras emociones, a limitar la mente, a darnos espacio para ser felices. Cuando nos sentimos bien, es difícil que nos enfermemos. Cuando nos atendemos, nos amamos, buscamos nuestro bienestar, nuestro cuerpo responde a la armonía que brinda la mente y no tiene nada que alertarnos… Pero si lo hace, lo mejor es escuchar lo que realmente está diciendo, porque su naturaleza es vivir la salud perfecta.
Por: Sara Espejo – Reenocntrate.guru
Creencias limitantes. Hablemos de ellas…
Por empezar, ¿A qué llamamos creencia? Una creencia es el estado de la mente en que una persona supone verdadero el conocimiento o la experiencia que tiene acerca de un suceso o cosa. Frank P. Rmsey (fue un filósofo y matemático inglés) propone una metáfora, “Las creencias son como un mapa grabado en el sistema, que nos guían en el mundo para encontrar la satisfacción de nuestras necesidades”. Básicamente creer significa ” dar por cierto algo, sin poseer evidencias de ello”.
Dependiendo de su origen, hay distintos tipos de creencias.
- Creencias externas: cuando provienen desde afuera del individuo, ya sea adoptadas del entorno social o porque se reciben desde una herencia o educación.
- Creencias internas: estas, en cambio, provienen de la propia mente del individuo. Ya sea desde la propia experiencia directa, o la interpretación de algún evento.
Podría seguir enumerando distintas clases de creencias, pero le quiero dar importancia solamente a un tipo específico. En este artículo nos centraremos en las llamadas “Creencias limitantes“.
Nuestros pensamientos afectan directamente a la realidad que construimos.
Volviendo a lo importante; las creencias limitantes son, por definición, pensamientos e ideas negativas que aunque tal vez no sean ciertas, las consideramos como ciertas. Son percepciones que tenemos de la realidad y a su vez, condicionan nuestra vida.
Como dice el dicho, “Las cosas llegan cuando menos las esperamos”. Y las creencias limitantes no se quedan atrás; aparecen cuando no las necesitamos.
Nuestra mente se adecua a lo que pensamos. Entonces, si creemos que no somos capaces de hacer algo, nuestro cerebro ya nos prepara y nos predispone para eso. Nuestras creencias, y sobre todo las negativas, tienen mucho poder sobre nosotros. Estas ideas muchas veces impiden que nos animemos a nuevos desafíos, o nos guían de una mala manera a la hora de tomar decisiones.
El origen de las creencias limitantes.
El concepto que tenemos de nosotros mismos se ha ido formando en base a lo que vivimos, a las experiencias que tuvimos y a el entorno en que crecimos. Estas creencias limitantes de las que venimos hablando, pueden surgir ya sea de presiones que pueden llegar a poner tu familia, amigos, compañeros sobre ti, de alguna ocasión en la que intentaste hacer algo, no te salió, y de ahí sale tu idea de “No puedo hacerlo”, o bien desde la infancia.
La mayoría de las veces, si hay sucesos e ideas negativas en nuestra infancia, si no las trabajamos, pueden durar aún hasta cuando llegamos a la adultez.
Déjame mostrarte algunos ejemplos, lo mas probable es que alguna vez los hayas pensado.
- “No puedo llevar una vida saludable y comer sano”
- “Es difícil ser feliz”
- “Soy incapaz de cambiar mis opiniones”
- “No puedo ser amado, tener éxito”
Esas son algunas de las tantas ideas negativas que nos afectan en el transcurso de nuestra vida. Ahora bien, ¿Cómo cambiar o eliminar estas creencias que nos limitan? Primero y principal tienes que intentar detectar el origen de tus creencias. Debes analizar a fondo todas para poder encontrar la que te está afectando; aunque creas que es cierta, al fin y al cabo es simplemente una mentira que ha creado tu cabeza. Te recomiendo que hagas una lista con todas y cada una de tus creencias, y cuando la termines debes analizarla.
¿Y? ¿Son más las creencias que te impulsan, o las que te limitan?
Luego de esto, no tengas miedo a dejar el pasado atrás. A veces cometemos errores, pero lo más importante es que ellos no nos definen; no tengas miedo de cambiar. Por último, cuando te des cuenta lo poco que te ayudarían ideas limitantes, irás dejándolas atrás poco a poco.
Para finalizar, quiero recalcar que hay que atreverse a cambiar nuestra imagen negativa. Fortalezcamos una imagen positiva; si la creemos, funcionará. Como bien sabemos, las creencias limitantes y la idea de “Lo que hago, lo hago mal” tienen mucho poder, al punto que nos lo creemos y actuamos en base a ello. Entonces, ¿Por qué no transformar esa idea en “Hay muchísimas cosas que hago bien”? Si lo negativo tiene la capacidad de apoderarse de nosotros y hacer que actuemos de una mala manera, lo positivo también puede hacerlo. Es cuestión de que te lo plantees. ¡Cambia tus malas creencias y cambiará tu forma de actuar!
Sara Martínez – Reencontrate.guru
¿Cómo saber si tu inteligencia emocional es alta?
Para poder detectar si tu inteligencia emocional es o no alta, debes primero entender cuál es el concepto de la misma. Se puede decir que la inteligencia emocional es la capacidad que el individuo tiene de reconocer sus propias emociones y las de los demás, para así poder actuar en base a ello. Cuando conoces tu estado emocional y tus sentimientos, será más sencillo guiar a tus conductas y así poder accionar de una mejor manera ante la sociedad.
Tal vez ya eres capaz de implementar esta capacidad y no eres consciente de ello. Así como también puede ser posible que necesites aprender a manejar tu inteligencia emocional.
3 consejos para optimizar tu Inteligencia emocional
Si deseas saber en cuántas situaciones pones en práctica tu Inteligencia emocional, presta atención a estos 3 tips.
Auto control
Los sentimientos y emociones que tienes, son percepciones. Muchas veces, cuando te sientes triste, no sólo quiere decir que tienes una enfermedad o una carencia de energía para continuar tu día a día. A veces simplemente los sentimientos negativos están relacionados a un modo de pensar ineficiente.
Es por esto que el auto control ante situaciones difíciles es la clave en el proceso de desarrollo de tu Inteligencia emocional. Ya que la conducta afecta tus emociones, tus emociones afectan a tus pensamientos, tus pensamientos afectan tus conductas, y tus conductas afectan las conductas de los demás. Y esto, suele repetirse como un círculo vicioso. Por lo tanto, el auto control, debe ser el primer paso.
Si en una discusión, por ejemplo, eres capaz de detenerte y pensar antes de actuar, entonces ese es un aspecto muy positivo. Si no es así, entonces la próxima vez que te encuentres atascado ante una pelea, intenta no atacar al que tienes al lado. Recuerda que tus emociones afectarán tus conductas, y por consiguiente tu conducta, afectará la del otro. Intenta nunca caer en ese círculo vicioso.
Di cómo te sientes
Si algo te hace bien, dilo. Eso hará que por ejemplo una relación, se mantenga de una buena manera, sana. Pero si algo te hace mal, algo te afecta, también debes decirlo. Solemos guardar lo que nos pasa, lo ocultamos. Pero tarde o temprano, esos sentimientos salen a la luz y es ahí donde explotarás y no sabrás como manejar tu Inteligencia emocional.
No llegues a ese punto, di cómo te sientes y así todo será más sencillo. Porque cuando explotas, cuando te encuentras en medio de un caos y una negatividad absoluta, es muy complejo ser racional y pensar en cómo debes actuar.
Hazte responsable de tus conductas
Nunca tu acción es por culpa de otra persona. Está mal justificarse con, “Él hizo que actúe de tal manera”. Tus conductas son tus decisiones, por lo tanto son tu responsabilidad también. Nadie dice que equivocarse está mal, o que no puede llegar a pasar. Pero la gran diferencia está en quien se hace cargo, y quien lo deja pasar. Una instancia muy importante, diría la más importante, es aprender a disculparse, a aceptar el error.
Si alguna vez ofendes a alguien, es necesario que te pongas en el lugar del otro, que intentes comprender que todos somos diferentes y que si a ti algo no te ofende, a otro puede que sí. Hay que cuidar nuestras palabras, nuestras conductas y nuestro trato. Actuemos con las personas como nos gustaría que actúen con nosotros. La empatía es muy importante.
Y, ¿crees que tienes la capacidad de manejar tu inteligencia emocional? De ser así, es un aspecto que va a traerte muchísimos beneficios, debes trabajar en no perder esa capacidad. Y si sientes que debes mejorarla, no te preocupes, puede practicarse. Es una característica que debes ir implementando y optimizando día a día. Piensa antes de actuar; acuérdate siempre.
Por: Sara Martinez –