En la vida, como en la naturaleza, hay brillo y hay oscuridad. Las personas debemos aprender a lidiar entre esas dos dimensiones sin perder nunca nuestra luminosidad interna, esa que alumbra valías y objetivos.
Dejar que el corazón brille y querer compartir esa sensación molesta mucho a quien lo tiene lleno de total oscuridad. Es una pena, de hecho, que desear que alguien se alegre de tu felicidad pueda acabar apagando tu brillo.
Sin embargo, tienes que saberlo. En esta vida hay quienes son en esencia luz e iluminan sin llegar a cegar y quienes ciegan con toxicidad. Estas últimas personas son, además, el símbolo de eso que nos sobrecoge y nos opaca cuando más apoyo buscamos.
Esa clase de gente -recuerda- no te necesita en su vida y a ti tampoco te beneficia que ellos estén en la tuya. Sobre todo porque los amigos calientan cuando hay pena pero también saben celebrar cuando hay metas y motivos.
Tal y como nos dijo Carl Jung, padre de la psicología analítica, la soledad no viene por no tener a nadie junto a nosotros. Esa sensación se experimenta mayormente cuando tenemos a alguien con nosotros que apaga nuestras fortalezas, que nos opaca con su actitud.
«La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual».
-Miguel de Unamuno-
Deja a las personas tóxicas ahogarse en su veneno
El brillo y la oscuridad forman parte de la naturaleza, por lo que los dos tipos de personas que identifican ambas cosas conviven, se comunican y en ocasiones se contaminan. Esta es precisamente la razón según la cual es fácil toparse con gente que vive en la oscuridad y les fastidia por el brillo que nace de la luz que emites.
No es que tu brillo sea desagradable, es que directamente algunas personas necesitan robártelo para sentirse mejor porque en su alma hay maldad y en sus venas envidia, mucha envidia. ¿Conoces esas setas que tienen muy buen aspecto pero no son comestibles? Pues hay con quien ocurre lo mismo que con ellas: se acercan a ti haciéndote creer que estarán ahí y a la hora de la verdad envenenan.
Por eso las compañías tóxicas hay que evitarlas y a las cercanías que no comparten la felicidad que podamos sentir hay que dejarlas marchar. Si lo piensas, alguien que no se alegra de tus logros, no te está queriendo bien y eso es lo más importante.
Así, estudios como el llevado a cabo por el doctor Carl Sellinger, de la Universidad de Texas, nos señala que esas presencias tóxicas son personas difíciles. Perfiles que poco a poco usan su poder sobre nosotros para apagar la autoestima, nuestras fortalezas y motivaciones para ponernos bajo su control.
¿Ser feliz está bien o mal visto?
Nos encanta compartir las noticias buenas con las personas que conocemos. Nos gusta hacer llegar nuestras emociones positivas, logros y metas con quien nos es significativo. Y lo hacemos por redes sociales, por teléfono, por e-mail, con canciones o de las mil maneras que se nos ocurran.
Por eso no llegamos a entender la insatisfacción de algunos gestos que desaprueban que estemos así, porque esperaríamos una sonrisa a cambio, un abrazo, un «es fantástico, enhorabuena». ¿No te ha ocurrido alguna vez? En esos momentos el brillo que traíamos se hace invisible y la emoción decae al no encontrar una respuesta confortable.
«Me alegro de que te alegres de que me alegre de que te alegres».
-Paul Auster-
Además cuando esto se repite muchas veces, llegamos a la conclusión de que la felicidad se contagia, pero solo a quien se deja contagiar: a veces pasa que tu paz interior ocasiona malestar en los demás y eso no tiene que ver contigo, sino con la gestión de las emociones de la otra persona.
Quizá es su oscuridad la que molesta a tu brillo
Planteándome este tema he llegado a un símil que me ha resultado muy interesante y con el que quizá estés de acuerdo: esas personas que detestan tu luz me recuerdan a las muelas del juicio. Voy a tratar de explicarte por qué.
Las muelas del juicio tarde o temprano tienen que llegar a nuestro día a día y probablemente no lo hagan al mismo tiempo: al principio no irritan, pero cuando creemos estar bien comienzan a dolernos. Entonces, nos bajan el ánimo y debilitan las energías que tenemos por lo que nos vemos obligados a sacarlas, a eliminarlas para que no nos compliquen la existencia. Al irse el alivio que sentimos es inigualable.
Las personas que tienen frío en su alma y no encuentran la manera de abrigarla generan un impacto como el de las muelas: tienen que aparecer en algún momento porque, como ellas, son parte de la especie humana. Sin embargo, nos viene bien no olvidar que las muelas del juicio no tienen ninguna utilidad y además dificultan nuestra higiene. Sigue brillando con tu luz personal y no permitas que una oscuridad que no es tuya invada tu ánimo.
Cristina Medina Gómez