13 noviembre 2019

Cómo funciona el cerebro cuando leemos?

Se dice que leer te transporta a otros mundos, ofreciéndote al mismo tiempo la posibilidad de adoptar otros roles. Además, hoy sabemos que en nuestro cerebro se producen multitud de procesos cuando leemos que apuntan también en esta dirección. Te explicamos a continuación cómo funcionan.
Leer es una actividad muy estimulante para el cerebro y aporta una gran cantidad de beneficios a corto y largo plazo, como reducir el estrés, mejora la calidad del sueño, aumenta nuestro vocabulario y memoria e incluso se relaciona con una mayor inteligencia. Sin embargo, pocos conocen los mecanismos que se ponen en marcha en el cerebro cuando leemos.
En general, la lectura se plantea como un proceso de decodificación de grafías que llevan en última instancia a un significado. Desde el punto de vista de la investigación es interesante conocer todos los pequeños procesos que tienen lugar a una misma vez, de forma que se puedan identificar todos los pasos y esto ayude a personas que tienen problemas en el aprendizaje.
Hasta hace poco, averiguar a tiempo real qué procesos tenían lugar en el cerebro cuando leemos era realmente difícil. Ahora, gracias a la resonancia magnética funcional y otras técnicas, la neurociencia permite ver la actividad cerebral durante el transcurso de una tarea. Además, de forma más global, la neurociencia está interesada en conocer la relación entre lectura y cognición, emoción, aprendizaje y rendimiento cognitivo.
Mujer leyendo un libro con un café

De las palabras al significado

Solo en 400 milisegundos se activa el área posterior izquierda del cerebro, donde se encuentran áreas de codificación ortográfica y fonológica, tras encontrarse con una palabra impresa. Si ya conocemos la palabra, de forma inmediata se produce la identificación morfológica, sintáctica y semántica.
El reconocimiento morfológico es el proceso más básico, por el que, gracias a la activación de áreas frontales izquierdas del cerebro, reconocemos las letras que forman la palabra, para después identificarla. Por su parte, en el reconocimiento sintáctico se reconoce si se trata de un nombre o un verbo, y si hace referencia al pasado, presente o futuro. De esta forma, se crean o se reconocen relaciones entre palabras.
Estos procesos tienen lugar en diferentes áreas cerebrales, de forma paralela e interconectada. Teniendo en cuenta el proceso descrito anteriormente, cuando vemos una palabra, se activa la corteza visual, y se transfiere al giro angular.
En este momento, se convierte en una representación fonética que es enviada al giro fusiforme anterior, pasando entonces a regiones temporales y frontales, como el área de Wernicke, donde se accederá al significado y comprensión de las palabras. Es entonces, cuando de ahí la información del significado y la identificación morfológica se vuelven a encontrar en el giro frontal anterior inferior para integrarse.

Comprensión del texto

Una vez se han comprendido las palabras leídas, es el momento de analizar las relaciones semánticas y sintácticas entre las mismas. Por ejemplo, el orden que mantienen las palabras, los tiempos verbales, complementos, información sobre el sujeto…
Este procesamiento de tipo sintáctico parece tener lugar en los lóbulos frontal izquierdo y temporal anterior. Entonces, se traslada al giro inferior izquierdo para el procesamiento temático y sintáctico, más relacionado con la interacción sujeto-verbo, así como para la evaluación de la intención semántica de la frase completa.
Al mismo tiempo, se ponen en marcha mecanismos que detectan efectos de incongruencia o novedad relacionados con las corteza frontal inferior. En este caso, cuando leemos frases incongruentes se produce una mayor activación de este área que cuando leemos algo coherente.
La comprensión de lo que leemos también está relacionada con la memoria, ya que para acceder a significados más amplios recurrimos a nuestra experiencia. Por ejemplo, algunas regiones temporales del cerebro se activan especialmente cuando leemos información relacionada con personas y herramientas.
En este sentido, un grupo de investigación de Carolina del Sur y de California, encontraron en un estudio con resonancia magnética funcional que las palabras evocan conexiones con el mundo real. Es decir, activan áreas de la misma forma que si se experimentaran. Un ejemplo es que palabras con un significado relacionado con algo manipulable, provocó la activación de áreas relacionadas con la planificación y ejecución de tareas, o áreas motoras implicadas.

Procesamiento emocional y cognitivo

Las emociones son el resultado de un proceso cerebral localizado principalmente en el sistema límbico. En esta área se encuentra el hipotálamo, una región cerebral muy implicada en la memoria y aprendizaje. Es por ello que la emoción es un proceso fundamental para consolidar nueva información.
Además, la emoción durante la lectura activa redes atencionales. De hecho, hay mecanismos específicos para el léxico emocional. Se ha observado que leer palabras con carga emocional, como podrían ser erótico o grosero, provoca un aumento del tiempo que pasa la persona atendiendo a las mismas, frente a palabras neutras. Por tanto, las historias emocionalmente estimulantes son además útiles para activar redes motivacionales y atencionales.
En este sentido, la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza cingulada dorsal anterior se activan mientras leemos, ya que se ponen en marcha procesos de atención, planificación, asociación y monitoreo de la información.
Por último, la corteza prefrontal se activa para integrar toda la información, mientras que el cingulado anterior se mantiene atento y centrado en lo que se sigue leyendo de forma más literal.
«Un lector vive mil vidas antes de morir. El que nunca lee solo vive una«.
-George R.R. Martin-
Mujer leyendo un libro en calma

La lectura

La estimulación que se produce en el cerebro cuando leemos es muy alta. Activa muchas regiones casi al mismo tiempo, lo que supone un beneficio a largo plazo, mejorando la cantidad y la calidad conexiones.
Además, la neurociencia ha comprobado que leer te hace vivir más experiencias (al menos cerebralmente) y entrena el procesamiento de las emociones, haciéndote más inteligente también a nivel emocional.

Confía en ti mismo, probablemente vales más de lo que piensas

Confía en ti. En tu interior hay un potencial inmenso. Solo tienes que reparar tu autoestima y trabajar tu autoeficacia: eres capaz de grandes cosas.
Confía en ti. Aunque no lo creas, aunque la sociedad, tu familia u otras figuras te hayan hecho creer que no vales para determinadas áreas, solo tú debes descubrirlo. En ti hay más potencial de lo que piensas y es obligación tuya desvelar ese poder oculto, esas virtudes y excepcionales capacidades que pueden impulsar tu crecimiento personal.
Quizá sea a consecuencia de vivir en una sociedad en la que continuamente unos se comparan con otros, pero muchas veces he escuchado cómo me decía a mí misma: «no vales lo suficiente», «no vas a lograrlo». Antes de empezar, ya era capaz de visualizar mi fracaso.
Me ha ocurrido en alguna situación importante de mi vida. Ahora bien, en cierta medida, también en esas otras áreas más cotianas, que a la vez, son las que más erosionan porque son las más constantes. Así, he llegado a sentir que no era lo suficientemente buena como para conseguir mis metas.
¿Es esto normal? ¿Es algo recurrente en el ser humano? Si te has sentido alguna vez igual que yo, te diré que no. No es real esa apreciación que tienes de ti mismo: vales más de lo que crees, sabes más de lo que piensas y eres más importante de lo que imaginas.
«Hay que tener fe en uno mismo. Ahí reside el secreto. Aun cuando estaba en el orfanato 
y recorría las calles buscando qué comer para vivir, incluso entonces, me consideraba el actor más grande del mundo. Sin la absoluta confianza en sí mismo, uno está destinado al fracaso»
-Charles Chaplin-

chico con gafas representando el arte de confiar en ti


Confía en ti mismo: eres importante

Albert Bandura, reconocido psicólogo social, acuñó e hizo relevantes aportaciones a un término que siempre debemos tener presente: autoeficacia. Es la seguridad en uno mismo a la hora de alcanzar una meta. Es la convicción de que tenemos recursos, capacidades y estrategias para alcanzar aquello que deseamos. A su vez, es la seguridad de que podemos hacer las cosas bien.
No obstante, cabe señalar que nuestra educación o incluso las imágenes que nos ha transmitido la familia e incluso la escuela, se orienta justo en el lado opuesto. Se señala con el dedo el error antes que el acierto. El miedo tras la equivocación crea inseguridad y nadie nos orienta a aprender del proceso, a alimentar la ilusión y el sentido de autoeficacia.

Somos importantes, valemos para crear la vida que deseamos

A pesar de que no siempre lo he tenido claro, ahora sé que la creencia de que puedo hacer algo es lo único que me puede llevar a conseguirlo: el punto de partida vital e imprescindible. Así, llegué a aprender que estar segura de mí misma me convertía en una persona que aceptaba los riesgos y luchaba contra sus miedos.
En este sentido, los anhelos de conseguirlo tienen que ir por delante del pánico a fallar, porque no hay nada que «no esté hecho para nosotros». Mantener pensamientos negativos sobre mí nunca me ha conducido a ningún sitio. Así, aprendí que detenerse en la duda, autocompadecerse o sentir vergüenza tan solo es una manera de alejarnos de nuestros fines.
«Tu deseo de tener éxito siempre tendrá que ir por delante de tus miedos a fracasas»
-Bill Cosby-
Lo cierto es que la mente puede mentirnos. De hecho, lo hace y es hábil en esta práctica. Puede hacer que nos veamos perdedores, incapaces, torpes o incompetentes cuando realmente no es verdad. Lo que sí es real es que si nos damos la oportunidad, encontraremos que tenemos más cualidades positivas de las que solemos pensar y que son esas las que nos hacen especiales para las personas que nos rodean.

Pase lo que pase, me quedo conmigo

Confía en ti mismo. Es posible que hayas pasado por algún fracaso, algún error, puede que la inseguridad esté haciendo mella en ti. No obstante, recuerda, estudios como el llevado a cabo por Sabrina Kletman, de la Universidad de Sidney, nos señalan algo importante. La confianza se entrena. No importa el pasado, todos podemos desarrollar esta competencia tan saludable (y necesaria).
Algunas de las dudas sobre mi valor que han minado mi autoestima han llegado ante retos complicados. Otras, en cambio, porque ciertas personas se marchaban de mi vida y no alcanzaba a ver el motivo real. De manera que terminaba señalándome con el dedo como culpable de ese alejamiento, porque era una explicación que sintonizaba con la tristeza que sentía.

chica feliz representando el arte de confiar en ti

Al final, comprendí que el motivo no era que careciera del suficiente valor como para quedarme en sus vidas, sino que por otras razones nuestro momento juntos había terminado. De esta manera, se aprende que si no es uno mismo, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?
“La vida no es fácil, para ninguno de nosotros. Pero… ¡Qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo. Hay que sentirse dotado para realizar alguna cosa y que esa cosa hay que alcanzarla, cueste lo que cueste”
-Marie Curie-
Hay que perseverar, hay que quererse y confiar. Se trata de ser la mejor amiga que puedas tener y no esa enemiga que duda de las posibilidades. Ya tienes bastante con aquellos que te hacen creer que no serás capaz. ¡Ponte los altavoces y grita que vales! Vamos a darnos una oportunidad.

Pensamientos que no dejaran que te subestimes

A pesar de que nos han dicho mil veces que valemos mucho, en ocasiones tenemos un día bajo y necesitamos que nos lo recuerden una vez más. Y, ¿quién mejor que nosotros mismos para hacerlo? Estas son algunas cosas que puedes repetirte cuando tu confianza flaquee:
  • Siempre podré quererme más de lo que nunca podré odiarme.
  • Nadie puede hacerme sentir inferior sin mi consentimiento.
  • Tengo que esperar cosas de mí antes de poder hacerlas.
  • Voy a hablarme como hablaría a alguien a quien amo.
  • Hay más cosas buenas en mí que malas.
Recuerda siempre que una autoconfianza fuerte y sólida te ayudará a canalizar sanamente las críticas y los fracasos, disminuyendo el daño que puedan hacerte. Además, hará que los golpes dejen heridas menos profundas y que tengas un pilar sólido sobre el que soportar cualquier proyecto que empieces.

Si quieres respetar a los demás, aprende a escuchar


El respeto de los derechos ajenos se produce, como primera condición, cuando somos capaces de respetarnos a nosotros mismos. La segunda condición, y no menos valiosa, es la escucha activa. En el siguiente artículo hablamos de ello, de cómo se articula este respeto y de sus efectos.
Pocos valores éticos, sociales y hasta morales son tan importantes como aprender a respetar a los demás. No obstante, vivimos en ese mundo donde no falta quien afirma con total convicción aquello de que el respeto debe ganarse. Lo dicen y defienden como si esta dimensión no fuera de por sí, un eje vertebrador en toda relación, además de un derecho casi inviolable con el que todos venimos al mundo.
El respeto, en realidad, es el ingrediente más poderoso para una vida feliz. Porque quien aprende a respetarse a sí mismo y a los demás, es capaz de dar forma una convivencia más plena, empática y significativa. Sin embargo, y como decía Albert Camus, el célebre novelista, filósofo y periodista francés, hemos creado un tipo de sociedad donde abunda en exceso ese tipo de respeto que se basa solo en el miedo.
Respetamos al que tiene poder porque está por encima de nosotros y tememos las consecuencias por desafiarlo. Esta realidad, sumada a muchas otras, hace que no conjuguemos con adecuada efectividad el verbo respetar.
Cometemos fallos, errores de ortografía emocionales que afectan a nuestras relaciones, esos que crean distancias y dificultan el poder construir una auténtica cultura del respeto. Facilitarla, aprender a erigir desde las bases esta dimensión social y psicológica tan importante, requiere que nos habilitemos sobre todo en una competencia troncal en el viaje de la vida; nos referimos a saber escuchar.
«Ser brillante no es una gran hazaña si no respetas nada».
-Johann Wolfgang von Goethe-

Hombre hablando con una chica simbolizando cómo respetar a los demás

Para respetar a los demás hay que saber escuchar

A menudo, suele decirse que el arte de saber respetar a los demás tiene dos vías: en el momento en que valoras y das visibilidad al otro, este también lo hace contigo. Pero en realidad deberíamos añadir un tercer camino, no menos importante, nos referimos al que parte de uno mismo, ese donde entender que valorarse a uno mismo es esencial para hacerlo también con los demás.
En este punto, Martin Seligman, pionero en el estudio de la psicología positiva, nos hace una advertencia interesante. La autoestima es clave del bienestar y facilita también nuestras relaciones sociales, es cierto. Cuando uno se siente bien consigo mismo y se respeta, interacciona mucho mejor con los demás. Sin embargo, y aquí viene el matiz, una autoestima demasiado alta deriva en el narcisismo, y en ese enaltecimiento del yo donde la tentación de pasar por encima de los derechos ajenos gana peso.
Guy Bondemanh, psicólogo y profesor de la Universidad de Zurich, añade otra pincelada más a esta idea. En un interesante estudio, llevado a cabo en el 2018, señaló que la piedra angular para respetar a los demás es saber escuchar. Y esa habilidad, la de la escucha activa, la suele llevar a cabo la persona con una autoestima saludable y con un nivel ajustado de empatía.

Te escucho para comprenderte, porque comprender es respetarte

Escuchar para comprender, y no para responder, es la fórmula perfecta de la comunicación. Esta frase que habremos oído en más de una ocasión, encierra una práctica menos frecuente de lo deseable. Así, la competencia de saber respetar a los demás empieza siempre por el trato, por la comunicación. Esa es la base de cualquier relación y donde se demuestra, en esencia, la capacidad o no de una persona a la hora de tener en cuenta a otra.
Por ello, vale la pena tener en cuenta estos aspectos:
  • Si no nos escuchan, no hay respeto.
  • Si no hay interés tampoco existe respeto.
  • En caso de que se dé una actitud inflexible, ahí donde no atender razonamientos ajenos, donde alzar un muro ante cada palabra, también se evidencia un fallo de comunicación.
  • Asimismo, si nos escuchan pero no actúan en consecuencia teniendo en cuenta necesidades y mensajes emitidos, tampoco hay respeto.
Mujer y hombre hablando

Respetar es aceptar la individualidad del otro

Cuando enseñamos a respetar a un niño pequeño, solemos limitarnos a indicarle aquello que no debe hacer: no hay que pegar, que quitarle cosas a los demás, que gritar, que empujar… A veces, en la mente infantil hay un exceso de prohibiciones, de ‘no hagas esto y no hagas lo otro ‘. Sin embargo, lo más adecuado en todos los casos sería sin duda desgranar desde bien temprano, lo que sí debe hacerse y en qué consiste el respeto y cómo se aplica.
  • Respetar es dar visibilidad al otro y darnos cuenta de que cada uno es diferente, único y excepcional. Aceptar las diferencias es clave de bienestar.
  • Respetar es saber comunicarnos. Y para hacerlo, un niño debe aprender lo antes posible a escuchar, a observar, a conectar de manera paciente e interesada con quien tiene en frente a través de la empatía.
Parece obvio, parece fácil. Sin embargo, en nuestro mundo de adultos abundan aún quienes buscan a toda costa tener razón y hablan para responder sin comprender. Son muchos los que para respetar, exigen primero ser respetados o quienes se respetan solo a sí mismos y caminan por encima de otros vulnerando derechos, autoestimas y dignidades. Evitemos ese tipo de comportamientos y recordemos que la cultura del respeto es la base de nuestro bienestar y felicidad.

Ser altamente empático: 3 estrategias para vivir mejor

Una persona con una elevada empatía sufre continuos contagios emocionales. Un modo de establecer un límite más saludable es fortalecer nuestra ecpatía, es decir, ser capaces de conectar pero excluyendo de nosotros la impregnación de los sentimientos ajenos.
Decía Walt Whitman en un poema que no solía preguntarle a la persona herida cómo se sentía, porque al mirarla, él mismo se convertía en un alma sufriente. Desconocemos si el célebre autor de Hojas en la hierba era altamente empático, pero en esas dos líneas resumía a la perfección una realidad que viven muchas personas.
Hay quien ve este tema algo extraño, incluso contradictorio. ¿Cómo puede la empatía, esa capacidad para ponernos en zapatos ajenos, convertirse a veces en algo doloroso? Básicamente, porque hay quien, como si de una antena se tratara, capta todas y cada una de las emociones ajenas. Pero esto no es todo; se impregnan de tristezas y dolores que no son propios, viven en su piel realidades que no son suyas… y las sufren de igual modo.
Así, mientras el acto de sentir pena y compasión es algo esperable en el ser humano, hay quien lleva al límite esa conexión hasta convertirse en algo traumático. En los casos más extremos, estaríamos hablando incluso de una condición clínica conocida como síndrome por exceso de empatía o desgaste por compasión. El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) lo etiqueta como una categoría de los trastornos de personalidad.
No es fácil vivir en un mundo donde uno no puede poner una barrera saludable entre el «propio yo» y el «yo» de los demás. Veamos por tanto qué estrategias podemos llevar a cabo para vivir mejor.
«La capacidad de colocarse en el lugar del otro es una de las funciones más importantes de la inteligencia. Demuestra el grado de madurez del ser humano”.
-A. Cury-
Manos representando cómo ser altamente empático

Ser altamente empático, cuando la conexión deriva en sufrimiento

Saber responder ante la angustia de los demás con una empatía bien regulada es clave de bienestar. Sin embargo, nadie nos ha enseñado a controlarla ni a manejarla; vamos a tientas y reaccionamos ante las realidades emocionales ajenas con mayor o menor acierto. Ahora bien, algo que nos señalan varios estudios es que debemos aprender a usarla con efectividad. El objetivo es hacer de la empatía una habilidad interpersonal.
Así, estudios como los llevados a cabo en la Universidad de Cambridge por la doctora Erin B. Tone, por ejemplo, nos señalan algo interesante. Hay una propensión genética hacia la sensibilidad empática. Es decir, ser altamente empático es algo con lo que podemos nacer. Además de ello, se ha demostrado que ese exceso de empatía, tanto emocional como cognitiva, puede derivar en trastornos de internalización.
Así, realidades como la sensación de angustia, de miedo, culpa o infelicidad pueden ser constantes debido precisamente a los «contagios» emocionales. Por otro lado, trabajos como los realizados en el instituto de psiquiatría del King’s College de Londres, nos informan de datos muy parecidos.
Mientras la baja empatía se vincula a personas con claras dificultades en la interacción social o con un trastorno del espectro autista, quienes sufren exceso de ella padecen agotamiento emocional. Este estado, y la clara dificultad para procesar emociones ajenas, pone en muchos casos en riesgo la salud mental de la persona.
¿De qué manera podemos manejar un poco mejor estas realidades? Lo analizamos a continuación.

Atiende las palabras evitando crear imágenes en tu mente

Ser altamente empático tiene, por término medio, una curiosa facultad. Para entenderlo mejor, pondremos un ejemplo: un amigo nuestro nos cuenta que está sufriendo mobbing en el trabajo.
Nuestra mente visualiza cada escena, los compañeros de trabajo humillando, acosando, el sufrimiento en soledad, la ansiedad persistente… Cada palabra escuchada se transforma en una imagen y, de ese modo, conectamos aún más con el sufrimiento y nos lo llevamos con nosotros.
En la medida de lo posible, debemos centrarnos solo en las palabras, evitando que aparezcan en nuestra mente en forma de imagen.


Hombre teniendo encuentro con una chica representando cómo ser altamente empático

Ecpatía, mecanismo de protección frente al contagio emocional

La ecpatía gana, más que cuando se conoce, cuando se aplica. Este término fue propuesto por el doctor y catedrático en psiquiatría J.L. González. Se trata de una estrategia cognitiva y emocional por la que evitamos que las emociones ajenas nos arrastren. Para ello, debemos interiorizar lo siguiente:
  • Ecpatía no es calzarnos en zapatos ajenos para comprender cómo se sienten los demás. Es quedarnos donde estamos y hacer un viaje empático de ida y vuelta: yo observo, conecto y vuelvo indemne a mi posición.
  • Se trata de una habilidad mental donde gestionar cualquier contagio y poder así, prestar un apoyo útil y efectivo. Porque recordemos, si yo quedo contagiado por la misma angustia de quien sufre, no le serviré de nada.
  • El doctor J.L. González de Rivera indica que la ecpatía nos obliga en un momento dado, a darle la vuelta al concepto de empatía. Es decir, cuando descubrimos la realidad emocional ajena, debemos elegir excluir de nosotros los sentimientos, actitudes, emociones y motivaciones que experimenta esa persona. Yo permanezco con los míos, de manera ecuánime.


Diente de león representando cómo ser altamente empático

Visualiza cómo dejas ir las emociones del otro de tu interior

Ser altamente empático implica como bien sabemos, quedarnos con la realidad que vive quien tenemos frente a nosotros. Si padece yo padezco, si están preocupados y con ansiedad, yo también experimento ese estado. Como bien podemos imaginar, no es fácil vivir así; el agotamiento emocional es extremo.
De este modo, una última estrategia sencilla y elemental es hacer uso de la visualización. Una vez conectemos con aquello que experimenta el otro, visualizaremos un diente de león. Basta con soplar un poco y dejar que se desprenda todo lo que se ha adherido a nosotros. Poco a poco, se acaba marchando el dolor, la angustia, el estrés… Todo queda fuera y nosotros nos quedamos libres, fuertes y preparados para apoyar al otro, para darle lo mejor de nosotros.
Para concluir, en caso de identificarnos con este tipo de perfil, no dudemos en aplicar estos sencillos consejos. Hagamos de la empatía un recurso eficaz y saludable.