¿Quién no ha sufrido alguna vez un ataque de risa? Estamos en una reunión, en el metro o en alguna clase y de pronto alguien estalla en carcajadas. Al poco, acabamos riéndonos nosotros también del mismo modo, en ocasiones sin poder identificar muy bien el motivo. Segundos después, no queda nadie sin contagiar. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué se contagia la risa?
Algo que nos parece tan mágico a la vez que universal tiene sin embargo, sus curiosas excepciones. No todo el mundo sufre estos saludables «contagios». La ciencia ha visto el caso de niños con conductas antisociales y con cierta insensibilidad emocional que no se ríen cuando otros pequeños lo hacen. Hay personas que no responden a la risa genuina. ¿A qué se debe este fenómeno también?
Lo analizamos a continuación.
“El tiempo que pasa uno riendo es tiempo que pasa con los dioses”.
-Proverbio japonés-
¿Por qué se contagia la risa? Que hable la ciencia
La buena transmisión de la risa tiene un fin evolutivo. Dicho de otro modo, lo natural es contagiarnos. Así, un aspecto que destacó el célebre filósofo, psicólogo y padre de la psicología en América, William James, es que reímos cuando somos felices y reír, a su vez, nos da felicidad.
Esos mecanismos neurofisiológicos que rigen las risas, sonrisas y carcajadas buscan dos cosas: proporcionarnos bienestar y favorecer la conexión social. Porque no hay gesto más poderoso que este, y si nos preguntamos por qué se contagia la risa, hay una respuesta clara y evidente: para poder conectar social y emocionalmente entre nosotros.
La risa libera opioides endógenos: reír es adictivo y nos encanta
Pocas cosas hay más gratificantes que reír con amigos, con la familia o junto a nuestra pareja. Asimismo, esos instantes en el trabajo en que reímos por cualquier tontería con nuestros compañeros son muy gratificantes. Podríamos decir que resultan incluso adictivos.
Si lo sentimos de este modo es por una razón: la risa social libera opioides en nuestro cerebro que nos hacen calificar la experiencia de gratificante. Esto mismo es lo que nos explica un trabajo de investigación realizado en la Universidad de Turku, en Finlandia. Además, esos instantes de bienestar activan a su vez la corteza cingulada y orbitofrontal, vinculadas a favorecer la conexión entre nosotros.
Por otro lado, este estudio reveló algo aún más curioso. Hay personas con más receptores de opioides en sus regiones cerebrales. Esto se traduce en que hay quien es mucho más propenso a contagiarse…
Si te has “echado unas buenas carcajadas” con alguien, querrás volver a estar con ese alguien
Si nos preguntamos por qué se contagia la risa hay otro factor que nos puede encantar. Hay una ley neurobiológica no escrita sobre el fenómeno de las risas que nos dice lo siguiente: si has conocido a alguien con quien te has reído muchísimo, lo más probable es que quieras volver a verlo.
Es más, cuánto más instantes compartidos de risas y carcajadas más estrecha es esa relación. Esto es algo que, sin duda, habremos experimentado con muchos de esos amigos más íntimos y especiales que forman parte de nuestra vida.
La risa no solo tienen un efecto placentero al liberarse en nuestro cerebro opioides y endorfinas. Además, compartir carcajadas con alguien es muy relajante. Nos sentimos felices pero relajados a la vez. El estrés disminuye y se eleva la complicidad, la calidad de los lazos sociales.
Reciprocidad, resonancia emocional, empatía y por qué se contagia la risa
Los mecanismos neurobiológicos que explican por qué se contagia la risa son muy interesantes y reveladores. Sabemos, por ejemplo, que sin las neuronas espejo la magia de ese contagio no sería posible. Recordemos, las neuronas espejo o neuronas especulares son esas células nerviosas que nos permiten imitar conductas y a su vez, favorecer la conexión emocional entre nosotros.
Asimismo, la razón de por qué se contagia la risa reside también en la resonancia emocional. Es decir, las emociones positivas que se desprenden con ese gesto social activan nuestra empatía para conectar con ese estado. Al final, acabamos imitándolo por el poder de las neuronas espejo, dejándonos abrazar por esa misma efusividad emocional observada.
Psicopatía y conducta antisocial: los niños que no se contagian de las risas ajenas
El University College de London realizó un estudio en el 2017 muy revelador. En él se demostró algo significativo: las personas con rasgos psicopáticos no experimentan el contagio de las risas y las carcajadas. No reaccionan. Y si lo hacen, es forzado y para lograr integrarse cuando así les interesa.
Escuchar la risa humana implica activar como hemos visto, los mecanismos de la empatía y la resonancia emocional. Esto no ocurre en la personalidad psicopática. Lo complicado, es que este matiz ya se puede observar en niños con comportamientos desafiantes y antisociales. Son niños y adolescentes con riesgo de derivar de desarrollar una psicopatía en la edad adulta.
Esa falta de reacción ante las risas de otros compañeros, esa incapacidad de sentirnos contagiados por las emociones positivas de los demás perfila las bases de una afiliación social atípica. Esto, además, tiene una correlación neurológica. Hay una menor activación en regiones como la ínsula anterior, la corteza cingulada y orbitofrontal.
Como podemos ver, algo tan simple, cotidiano y mágico como la risa, esconde tras de sí la esencia de nuestra personalidad y de ese pilar imprescindible en el ser humano: la capacidad de empatizar para crear lazos sociales.
Cuerpomente