09 noviembre 2021
08 noviembre 2021
Viviendo la salud perfecta
Algunas veces pensamos que una salud perfecta es una utopía que en nada coincide con nuestras vidas, probablemente porque tenemos alguna enfermedad o de alguna manera no sintamos que nuestro cuerpo está en perfecta armonía en cuanto a la salud.
El tema de la salud es bastante complejo, porque está muy ligado a nuestra mente, a nuestras emociones e incluso puede ser que hasta nuestra alma esté involucrada en ciertos estados de nuestra salud.
Nuestro cuerpo reacciona a todo lo que procesamos, a nuestras creencias, a lo que integramos a nuestras vidas, bien sea alimentación, ejercicios o bien pensamientos, hábitos y programas mentales.
Salud integral
Nuestra salud es integral, nuestro cuerpo no va a sentirse completamente bien, si en nuestra mente albergamos mil preocupaciones, miedos, rencores, culpas… De hecho hay muchas teorías que hablan de que cada parte nuestro cuerpo está asociado a una emoción, a situaciones que manejamos de una manera determinada.
Por ejemplo se dice que cuando tenemos algún problema que involucre nuestros riñones, nos estamos dejando llevar por el miedo. Si es la garganta la que nos molesta, esto puede tener origen en cosas que nos callamos, que necesitamos decir. En caso de tener acidez, gastritis, úlceras, esto se vincula a la rabia contenida. Si sentimos molestia en nuestras manos, puede haber cosas que nos sepamos cómo manejar o que sentimos se nos escapan de nuestro alcance… Y así podríamos ir recorriendo cada parte de nuestro cuerpo, buscando la interpretación que se la ha dado en cuanto a nuestro sistema emocional.
Lo importante que debemos rescatar es que nuestras emociones cuando no las canalizamos de una buena manera y dejamos que predominen en nosotros, se pueden manifestar en nuestro organismo, haciéndonos sentir algún malestar.
La raíz del problema
La mayoría de las veces atendemos los síntomas, pero no la raíz del problema. Vamos a un nefrólogo, quien cortésmente nos manda a hacer exámenes de nuestros riñones, tomografías, con y sin contraste, orina, sangre, etc… Y nos manda el tratamiento que mundialmente es aceptado y probado para la afección que se diagnostique… Y sí, quizás las molestias cesan, la enfermedad se retira, pero si el origen está allí, si no atendemos lo que nos hizo manifestar ese cuadro, si no atendemos la raíz del problema y no temamos las medidas realmente efectivas, el problema volverá, el mensaje se dará nuevamente.
Vemos las enfermedades como enemigos, cuando la verdad es que el enemigo está en nuestra mente, dibujándonos un escenario que nos paraliza de miedo, de angustia, que nos hace sentir pequeños ante nuestros retos o inclusive ante las cosas más sencillas y cotidianas. Porque cuando permitimos que el miedo se apodere de nosotros, lo más simple se ve como algo muy complejo. Nos colocamos unos lentes que magnifican negativamente todo lo que vemos y lo vuelven gris, impenetrable, inalcanzable.
Aprendamos a atender la raíz, viendo la enfermedad como el síntoma de que hay algo que atender y qué resolver. Cuando nos creemos lo que la mente dice, cuando no sabemos diferenciar nuestros pensamientos de la realidad, estamos en problemas. Nos hacemos vulnerables de una mente inquieta y traviesa que nos puede colocar en situaciones de extremo peligro.
Escuchando nuestro cuerpo
Si queremos ir a un médico, está bien, nuestro cuerpo no está encontrando el balance por sí mismo. Pero entendamos que lo que hay que atender para sanar realmente, no curarnos, SANAR, que implica una transformación, no tiene la raíz en nuestro cuerpo físico.
Aprendamos a escucharnos, a canalizar nuestras emociones, a limitar la mente, a darnos espacio para ser felices. Cuando nos sentimos bien, es difícil que nos enfermemos. Cuando nos atendemos, nos amamos, buscamos nuestro bienestar, nuestro cuerpo responde a la armonía que brinda la mente y no tiene nada que alertarnos… Pero si lo hace, lo mejor es escuchar lo que realmente está diciendo, porque su naturaleza es vivir la salud perfecta.
Por: Sara Espejo
Una buena salud comienza por una mente tranquila
Nuestra salud física está totalmente vinculada a nuestro estado emocional y éste parte de una mente tranquila, alimentando y fomentando pensamientos que nos conecten con un estado de bienestar.
En estos momentos en donde nuestra mente puede estar bastante intranquila, nuestro cuerpo reaccionará a nuestros pensamientos por medio de emociones, que cuando se hacen presentes vienen acompañadas por una segregación de hormonas y un comportamiento particular de los sistemas de nuestro cuerpo.
Nuestro cuerpo es realmente sabio y normalmente sabe cómo reaccionar a lo que le amenaza. Si bien es cierto que lo ideal es mantenernos en un buen estado anímico, esto ha sido confundido por muchos a forzar algo que no se está sintiendo.
El pretender o fingir que las cosas están bien, realmente no engaña a nuestro sistema y nos puede debilitar incluso más que asumir lo que estamos sintiendo.
Reconocer y validar nuestras emociones
Debemos aprender a reconocer nuestras emociones, sabiendo que ninguna de ellas es inadecuada. Debemos aprender a darle calma a nuestra mente, partiendo del reconocimiento y la libertad de sentirnos de una determinada forma.
Lo que no debemos hacer es encariñarnos con emociones que no nos hacen sentir bien. Es inconveniente tomarlas como residencia permanente, porque esto terminará por afectar nuestro sistema inmunológico y nuestro sistema nervioso.
Dar sosiego a una mente inquieta lleva un trabajo que debe estar regido por la constancia. Imaginemos que intentamos domar a un animal salvaje. La paciencia y el amor son la clave para que esa mente sea programada para procesar a través de nuestro sistema de creencias, toda la información que recibimos de nuestro mundo exterior.
Cultivando la tranquilidad
Para cultivar una mente tranquila y que no entre en resonancia con ninguna enfermedad o malestar, debemos comenzar a conocernos, aprender cómo pensamos y cómo procesamos cada estímulo, detectando las tendencias de nuestra mente.
La idea es que podamos sentir bienestar incluso cuando hay factores que podrían generarnos angustia, miedo, tristeza o rabia… No se trata de negarnos a alguna realidad. Sino aprender a ver el lado positivo de las cosas, sacar provecho de cada situación y acostumbrar a nuestra mente a enfocarse en lo que le produce placer y no al contrario.
Luego, no estaremos escondiendo emociones con falsas sonrisas, sino que la sonrisa será espontánea. A veces ni siquiera habrá sonrisa en el rostro, pero sí tranquilidad en la mente y esto es una vacuna muy efectiva para cualquier malestar.
Lo que más evitamos, lo atraemos o al menos hacemos que su presencia en nuestra mente nos afecta casi como si efectivamente tuviese lugar en nuestras vidas.
Dejemos de pensar en lo que no queremos vivir y acostumbremos a la mente a conectarse con lo que sí deseamos, desde la confianza y la fe de que la vida está trabajando a nuestro favor. Pero aplica de una manera que debemos entender, porque ese “a nuestro favor” incluye que podemos atraer a nuestras vidas lo que predomina en nuestras mentes…
De ser así, ¿qué te gustaría mantener en tu mente?
Pues en estos momentos en lo particular mi mente está enfocada en la salud, en el bienestar, en una buena alimentación, en unión, en emprendimientos, en buenas lecturas… Obviamente tengo muchos motivos para lanzarme al otro lado, al de la angustia, la incertidumbre, el miedo, la rabia…
Pero sé que mi mente puede ser mi amiga ahora, puede estar alineada con mi propósito y por ello mi trabajo es observarla y guiarla cuando siento que el rumbo se torna inconveniente… No importa cuántas veces tengas que traerla de vuelta, siempre podrás dirigirla hacia lo que te conecta con el bienestar, que ello está asociado a una buena salud.
Por: Sara Espejo
Cuidas tu energía cuando decides en qué te enfocas
Sabemos que estamos dando el mejor uso a nuestra energía, cuando sentimos sensaciones agradables. Por el contrario cuando sentimos algún tipo de malestar es porque estamos dirigiendo nuestra energía de una forma inconveniente para nosotros.
Sí, tenemos un sistema que nos avisa cuándo vamos por buen camino y cuando estamos escogiendo uno complicado. El detalle es que no nos acostumbramos a pausar par reconocer ese malestar y entender su fuente, ver en qué nos estamos enfocando. Solo sentimos el malestar y nos parece natural, a veces sentimos que es parte de nuestro estado natural.
Lo cierto es que cuando sentimos algún tipo de malestar, nos estamos enfocando en algo que no queremos, que no nos gusta o bien en la sensación de carencia que nos deja el no tener algo disponible en el momento presente.
Mientras que nuestro estado anímico y las sensaciones que manifestamos cambian cuando nos enfocamos en las cosas que nos conectan con nuestro bienestar, con lo que nos gusta, con lo que disfrutamos, con lo que tenemos y con lo que valoramos. Cuando enfocamos nuestras energías en estas cosas, nuestro cuerpo responde al bienestar y lo refleja. Nos sentimos tranquilos, alegres, esperanzados, en amor…
Nuestra energía es lo que somos y lo que tenemos
Todo se mueve a través de nuestra energía, el universo entero es energía en diferentes niveles de manifestación. Con cada pensamiento, con cada acción, con cada palabra estamos liberando energía y con ello le estamos mandando un mensaje a todo lo que nos rodea.
Es nuestra responsabilidad cuidar la energía que irradiamos, nuestra vibración y por ello debemos prestar especial atención a nuestro enfoque. Porque esa lupa es la que hace que en nuestra vida predomine una cosa o la otra.
Todo ocurre en simultáneo, pero nuestro enfoque por lo general está en unas pocas cosas. Si yo me enfoco en una cosa que me hace mal y no la suelto durante mucho tiempo, eso tendrá un efecto devastador en mí. No es en lo que me enfoco como tal, es el tiempo que le dedico mi atención.
Porque si bien es cierto que siempre podemos enfocar un mismo asunto de diferentes formas y cambiando este enfoque, estas cosas pueden cambiar, también debemos aceptar que habrá muchas cosas que aun cuando le demos la vuelta, resultarán indeseadas para nosotros y el inconveniente debido a la existencia de aquello que nos disgusta o nos genera algún tipo de incomodidad no sería tan grande, como el tiempo que permitimos que aquello esté en el centro de nuestro radar.
El enfoque es la clave
Si queremos que algo desaparezca de nuestras vida, debemos simplemente dejar de enfocarnos en ello. El detalle es que hacemos todo lo contrario, nos preocupamos, profundizamos, le damos vueltas y vueltas al asunto, llamamos a personas a contarles a aquello que nos acontece, no dormimos pensando en aquello, sin darnos cuenta de que lo que estamos haciendo es darle más y más poder sobre nosotros, ofreciéndole espacio, cabida y preparándonos para más cosas similares.
Aprende a escuchar las señales de tu cuerpo ante lo que estás albergando en tu mente. Practica el soltar todo aquello que te genere malestar y sustituye pensamientos que te impacientan por aquellos que te llenen de calma, de sosiego, de esperanza, de confianza.
A veces te va a parecer que es pelear en contra de un monstruo gigante el poder colocar tu atención en algo que te conecte con el bienestar, mientras un problema está haciendo todo lo posible porque te fijes en él sin desviar tu mirada para nada. Pero es la práctica la que te permitirá tener la libertad de elegir lo que albergas en tu mente.
Cuida tu enfoque… Cuida tu energía.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru