Dieta en la prevención del cáncer de mama
Se han publicado numerosos estudios sobre el posible efecto protector de la nutrición y los factores relacionados en el cáncer de mama. En relación a ello, existen dos conceptos que cobran especial relevancia: en primer lugar, que por efecto protector entendemos el que hace que el riesgo de desarrollar cáncer sea menor en una población. En segundo,que actualmente se considera que la composición corporal (la obesidad) y la actividad física ejercen su efecto mediante mecanismos similares a los de la dieta, y por eso a los tres en su conjunto se los considera como factores nutricionales.
A pesar de la gran cantidad de estudios referidos, no se ha podido establecer una clara relación entre la dieta y la prevención del cáncer de mama. Si se considera la nutrición en un sentido amplio, los únicos elementos para los que existen pruebas sólidas y convincentes son la obesidad, la actividad física y el consumo de alcohol. El exceso de grasa corporal se mide mediante el índice de masa corporal (IMC), calculado a partir del peso y de la talla. Cuando este índice es igual o mayor que 25, se establece que esa persona tiene sobrepeso, y por encima de 30, se considera que la persona tiene obesidad. El sobrepeso y la obesidad en mujeres que han pasado la menopausia son factores de riesgo bien establecidos de desarrollar cáncer de mama. Por otra parte, cabe señalar que, aunque la obesidad es el reflejo de un exceso de grasa corporal, que en consecuencia se almacena en el tejido graso, su efecto puede no ser el mismo dependiendo del lugar en el que se almacene. La mayor parte del tejido graso- también denominado tejido adiposo- se localiza debajo de la piel; sin embargo, hay una parte importante que se concentra en la cavidad abdominal: es el conocido como tejido adiposo visceral. Parece que el tejido adiposo visceral es más activo en cuanto a los mecanismos que podrían favorecer la aparición del cáncer de mama. El indicador generalmente utilizado para medir la cantidad de este tejido es el perímetro de la cintura; en las mujeres, cuando dicho perímetro es de 88 centímetros o más se entiende que la persona en cuestión tiene obesidad abdominal. Es muy importante recordar que este efecto nocivo de la obesidad en general y, especialmente, la abdominal, solamente es aplicable a las mujeres que ya han pasado por la menopausia. Un IMC relativamente alto en mujeres jóvenes no implica por sí mismo un mayor riesgo de desarrollar cáncer de mama. Sin embargo, cabe señalar en este sentido que la mayoría de los casos de tumor de mama se diagnostican tras la menopausia.
Otro factor importante en el riesgo de desarrollar la enfermedad es la actividad física. La práctica regular de ejercicio físico es un factor protector. La recomendación habitual es realizar una actividad equivalente a caminar de forma activa durante 150 minutos semanales, aunque se aconseja incrementar este tiempo siempre que sea posible. Este efecto protector es mayor si el tipo de actividad física es más vigorosa, como es el caso de la natación o de montar en bicicleta. Eso sí, a diferencia del caso de la obesidad, el efecto beneficioso del ejercicio físico aplica a todas las edades y, por tanto, es un factor protector tanto en cáncer de mama premenopáusico como postmenopáusico.
En tercer lugar, es destacable el efecto del alcohol. El consumo de alcohol se considera un factor de riesgo para desarrollar cáncer de mama. Aunque su efecto parece ser mayor en los tumores postmenopáusicos, se manifiesta en todas las edades. Debe destacarse asimismo que este efecto se observa en todo tipo de bebidas alcohólicas, aunque para la misma cantidad de bebida el efecto será mayor en aquellas con una mayor graduación, no hay ningún tipo de bebida alcohólica que sea segura en este sentido. A partir de diversos estudios se ha estimado que el riesgo de cáncer de mama se incrementa un 10% por cada 10 gramos de etanol (alcohol puro) al día. Esta cantidad es aproximadamente la contenida en una botella pequeña de cerveza (250 mililitros) o en 100 mililitros de vino. Esta cantidad se aplica al consumo diario de forma habitual y regular.
En relación a la dieta, hay una serie de elementos para los que diversos estudios sugieren que pueden tener un efecto protector, aunque la consistencia de sus resultados no es suficiente para incluirlos en las recomendaciones de forma tajante. Entre ellos destacan el consumo de hortalizas y verduras, de alimentos con un alto contenido de carotenoides y las dietas ricas en calcio. Los carotenoides son pigmentos abundantes en frutas y verduras que les otorgan un característico color anaranjado o rojizo. Algunos alimentos ricos en carotenoides son la zanahoria, el tomate o la sandía, pero la mayoría de frutas y verduras contienen, en cantidades variables, algún tipo de estos pigmentos. Por su parte, la principal fuente de calcio en la dieta con lácteos, aunque éste puede encontrarse asimismo en alimentos de origen vegetal, destacando los frutos secos.
Dieta mediterránea y cáncer de mama
Existe una cierta variabilidad en la definición de dieta mediterránea, y por otro lado no existen demasiados estudios que hayan abordado directamente la relación entre la adherencia a este tipo de patrón de este tipo de dieta y el cáncer de mama. Sin embargo, los pocos que lo han hecho tienden a mostrar efectos positivos. De hecho, la mayor parte las características de la dieta mediterránea son perfectamente asimilables a una dieta orientada a la prevención del cáncer: consumo diario, abundante y variado de fruta y verdura; consumo diario de variedad de cereales, preferiblemente integrales; uso del aceite de oliva como principal fuente de grasa; consumo diario de algún producto lácteo; pescado y priorizando carne blanca como principal fuente de proteínas y grasa animales a la carne roja y carne procesada; consumo poco frecuente de alimentos ultraprocesados y con alto contenido de azúcares refinados.
No obstante, es necesario señalar un elemento diferencial entre la dieta mediterránea tradicional y la dieta frente al cáncer: la primera admite el consumo de alcohol,específicamente de vino, con moderación. Además de la costumbre y los hábitos locales se ha postulado también un posible efecto beneficioso de ciertos componentes del vino en la salud cardiovascular. Pero respecto al cáncer en general el consumo regular de alcohol es uno de los factores de riesgo más importantes, sobre todo en personas que ya han mostrado una susceptibilidad aumentada, como son las supervivientes de cáncer de mama: en ellas el consumo de alcohol debe evitarse totalmente.
Finalmente, en tanto como sea posible la obtención de niveles de consumo de nutrientes y compuestos bioactivos en la protección del cáncer debe obtenerse de la dieta, sin necesidad de incluir suplementos dietéticos, de minerales o multivitamínicos. La utilización de estos suplementos debe reservarse para la corrección de deficiencias específicas de algún micronutiente, y siempre por indicación de un/a profesional.
Estudio epidemiológico EpiGEICAM y dieta mediterránea
Conscientes de la necesidad de profundizar en los aspectos ligados al incremento de la incidencia del cáncer de mama en España, GEICAM puso en marcha en el año 2006 el estudio epidemiológico epiGEICAM, coordinado por la Dra. Marina Pollán y en el que participaron 1.017 mujeres recientemente diagnosticadas de un tumor de mama y 1.017 mujeres control. El objetivo del estudio fue investigar el papel de los factores reproductivos, estilo de vida, dieta y consumo de alcohol en el caso concreto de España.
Entre las conclusiones aportadas por dicha investigación, destacan los datos que indican que una dieta rica en verduras, fruta, aceite de oliva, pescado y legumbres y limitar el consumo de productos grasos, carne, embutidos, dulces y bebidas azucaradas (la llamada “dieta mediterránea”) puede reducir hasta en un 30% el riesgo de desarrollar cáncer de mama. En el lado opuesto, la dieta occidental, con un alto consumo de grasas, dulces y bebidas calóricas, la más frecuente en las mujeres jóvenes, aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de mama.
Conclusiones y recomendaciones para la prevención del cáncer de mama mediante la nutrición
En conclusión, con la evidencia con la que contamos en la actualidad en relación al efecto que la alimentación puede tener en el riesgo de desarrollar cáncer de mama podemos establecer las siguientes recomendaciones generales:
- Tras la menopausia, mujeres con obesidad o sobrepeso: seguir una dieta de control de peso, preferentemente dirigida por un/a profesional.
- Mantenerse activa físicamente con un mínimo de 150 minutos semanales de actividad moderada, aumentando tiempo e intensidad siempre que sea posible.
- Evitar totalmente el consumo de cualquier tipo de bebidas alcohólicas.
- Seguir las pautas generales de la dieta mediterránea, con excepción del consumo de alcohol, sin necesidad de incluir suplementos dietéticos.