En la actualidad casi todo el mundo ha oído hablar del subconsciente, y de su papel como responsable de todas nuestras respuestas instintivas y emocionales, de todo aquello que hacemos cuando nuestro pensamiento está centrado en otras cosas.
Nuestro subconsciente es literalmente nuestro piloto automático. Es quien toma la mayor parte de nuestras decisiones en el día a día. Y lo hace en base a la programación que ha ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, en base a nuestras experiencias y aprendizajes.
Los dos elementos principales que intervienen en esa programación son las creencias y los bloqueos emocionales. Para entender mejor el papel de estos dos elementos, imagina un barco velero. Como resulta obvio, un elemento clave de ese barco son sus velas. Son las que permiten atrapar el viento cuando sopla y desplazar el barco en la dirección adecuada.
Nuestras creencias juegan ese mismo papel. Son las responsables de desarrollar todo nuestro potencial, o de limitarnos impidiendo alcanzar los objetivos que deseamos.
Otro elemento clave en el barco es el ancla. Su función es impedir que el barco se mueva, choque o navegue a la deriva. En nuestro caso, esa función la realizan los bloqueos emocionales. Al igual que las anclas, los bloqueo emocional están ahí, latentes, la mayor parte del tiempo sin activarse.
Es únicamente cuando se dan las circunstancias adecuadas, en el caso del ancla cuando sopla el viento o hay alguna corriente, cuando tanto anclas como bloqueos emocionales se activan y juegan su papel.
Cuando un bloqueo emocional se activa, genera en nosotros una respuesta emocional intensa, al tiempo que reduce la actividad de la parte de nuestro cerebro responsable del pensamiento consciente. Nos convertimos en personas menos inteligentes al reducirse nuestra capacidad de tener control consciente de nuestros actos.
Ambos elementos, creencias y bloqueos emocionales, son la base de nuestra programación subconsciente.
La cuestión es, ¿en base a qué se generan nuestras creencias y bloqueos emocionales? Existen dos caminos, uno pasa por la programación consciente, y el otro por la programación espontánea, habitualmente inconsciente.
Las experiencias del día a día, todo aquello que oímos, vemos, sentimos y experimentamos, generan en nosotros los estímulos suficientes para llevar a cabo una programación espontánea. Las opiniones de nuestros padres, las travesuras de nuestros amigos, la forma de actuar de nuestros maestros, nuestra primera relación amorosa,… forman parte de esas experiencias que se van grabando en nuestro subconsciente en forma de creencias y bloqueos emocionales. Sin ser conscientes de ello, nos estamos programando a diario, especialmente cuando somos niños.
El otro camino es la programación consciente, que consiste en definir y grabar esa programación que nos permita ser como nosotros deseemos. Basta con definir y grabar las creencias que queremos dirijan nuestra vida, al tiempo que nos deshacemos de los bloqueos emocionales que pudieran estarnos impidiendo avanzar en esa dirección.
La programación espontánea nos lleva a vivir de forma reactiva, sin control real de nuestras vidas por parte de nuestra mente racional. Por el contrario, la programación consciente nos da el poder y nos permite vivir del modo en que lo deseemos, teniendo el control real de nuestros estados mentales, físicos y emocionales.
Piensa por un momento cómo te gustaría que fuera tu vida… ¡Si quieres, puedes hacerlo realidad!