Somos cuerpos alimentados y espíritus desnutridos

Nos enseñaron desde niños cómo se forma un cuerpo sus órganos sus huesos sus funciones sus sitios pero nunca supimos de qué estaba hecha el alma…

¿Será de sentimientos, de ensueños, de esperanzas? ¿De emociones, de tirrias, de estupores?
Lo cierto es que, ignorada, el alma arde en su fuego tiene espasmos oscuros punzadas de ternura suburbios de delirio.

¿Será tal vez una inquilina del corazón? ¿O viceversa? Entre ellos no hay frontera…
¿O será la asesora principal de la mente? ¿O viceversa? Entre ellas no hay disputa…
¿O será capataza de la pobre conciencia? ¿O viceversa? Entre ellas no hay acuerdo…

El alma tiene hambres y cuando está famélica puede herir, puede armarse de enconos o de furias. No hay que pensar que el alma es un tul de inocencia ajeno a los agravios que sufren cuerpo y alma en el alma se forman abscesos de rencores, tumores de impaciencia, hernias de desamparo…

El problema es que no hay cirujanos de alma, ni siquiera herbolarios… El alma es un secreto, una noción, una nube que suele anunciar llanto…

Pero después de tantas búsquedas, de pesquisas inútiles y de adivinaciones nos queda apenas una certidumbre, que el alma no es el cuerpo pero muere con él…

Mario Benedetti

 

Necesitamos un cambio en la forma de ver nuestro exterior para poder contemplar nuestro interior. Aunque lo cierto es que es complicado estar a la altura de los tópicos sobre el alma y el cuidado que debemos prestarle.

Probablemente nuestra alma no muera con nuestro cuerpo y tenga la capacidad de ser permanente en el cosmos. Esto, por supuesto, es una cuestión de fe que nos ayuda a desligarnos de un mundo que es, en exceso, materialista.

Aun así, a pesar de que esa creencia se encuentra bastante anclada en nuestra mente, en las culturas occidentales descuidamos el análisis y el cuidado de esta parte de nosotros que tanto nos debería importar y, por supuesto, aportar.

El cuidado de nuestra espiritualidad

Mucho se habla de la dificultad que tenemos para adaptarnos a nuestra realidad y de que la verdadera inclusión de nuestra cotidianidad en el orden de la naturaleza hoy en día es una utopía o, al menos, improbable.

Sin embargo, eso no nos exime de trabajar por lograr desoxidar nuestro eslabón y vivir en armonía con nosotros mismos. Así, tenemos que analizar nuestra situación con el objetivo de conseguir o alcanzar una paz interior permanente, de forma que encontremos el equilibrio en el vínculo entre nuestro cuerpo y nuestra alma. Veámoslo a continuación:

• Trabaja en tu respiración. Habitualmente respiramos de manera superficial, lo que origina que ahoguemos nuestros pensamientos y nuestras emociones en las prisas y la rapidez a las que nuestro alrededor nos somete. Respira de manera profunda siempre que puedas e intenta adquirir el hábito. En internet tienes cientos de vídeos y artículos que te ayudarán a hacerlo.
• Intenta relajarte a través del movimiento. Muévete, a ser posible en entornos tranquilos. Calmarás a tu cuerpo y a tu mente.
• Acepta tus emociones. Aunque no te lo parezca, todo tiene una explicación y todo redundará en aprendizaje, lo cual es muy positivo para ti.
• Descansa y márcale ritmos a tu vida que no te sometan. Si bien es cierto que este paso es complicado, es ideal para nosotros que nos organicemos la vida de tal manera que nos permita dedicarnos a trabajar todos estos aspectos.

De todas formas, es importante trabajar de manera constante en esto y dedicarnos unos minutos al día para desligar nuestra mente de las prisas de nuestro cuerpo. Esto revertirá en mayor productividad y bienestar para nosotros y para el mundo que nos rodea.

    

Tú ante Todo

TÚ, ANTE TODO
Tú, ante todo, ante la vida que parte y no reparte por igual, ante el fracaso y los casos perdidos que se cansan de no ser. Tú, ante el cielo abierto y las puertas cerradas a cal y canto, no te preocupes… todo pasa aunque pese, busca una ventana y respira viento a favor y aplaude con fervor lo que está por llegar. Tú, ante todo, ante el mundo y entre la gente, con la frente muy alta y la mirada firme. Firma tu verdad a contracorriente para bien o mal. Tú hacia tu destino hasta que te bese en la boca y el huracán huya y se diluya. Tú, ante todo, ante el universo canalla y distraído, disparatado y distante. Tú haciendo un corte de mangas a los ‘no puedos’, a los miedos disfrazados de dolor, a los que se creen llama pero ni queman ni alumbran ni llaman. Tú, ante todo, quitándote las medias verdades y las vendas que fueron mentiras.

Mi aplauso a tod@s l@s que se consideran prioridad y no opción, a l@s que no se dejan arrastrar por los sueños de esos que en realidad no sueñan. Un aplauso a l@s que se salvan y van y aprenden lo fuertes que son por caminos de enredaderas y regaderas vacías.
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PD.1. TÚ puedes ser lo que quieras ser, que te no vendan lo contrario.
PD.2. Ante todo, no te olvides de ti. NUNCA
PD.3. Ante todo, busca tu luz ahí, bajo tu pecho. NUNCA encontrarás fuera lo que primero debes encontrar dentro

Miriam Imedio

Elegí

Elegi lo que te haga bien. Lo que sepas que no es daño asegurado. Elegí jugarte por los proyectos que llenan el alma y no solo por los que llenan bolsillos. Elegí acompañar y abrazar a muchos, que seguramente esos muchos a vos te abrazarán. Elegí dar en vez de pedir todo el tiempo recibir. Elegí la verdad aunque te duela saber que algunas cosas hiciste mal. Elegí relaciones sanas y por derecha, no aquellas que están llenas de mentiras y vueltas y que a ningún puerto seguro te van a llevar. Elegí el perdón y el olvido y despedite del despiadado rencor que solo enferma el cuerpo apretando el corazón. Elegí ser mariposa y volar si el lugar donde estás duele o lastima a vos o a alguien más. Elegí ponerle onda al trabajo aunque tengas que remar sin parar. Elegí amigos sinceros en donde puedas tus penas apoyar y ellos sepan que vos sos lugar seguro para llorar y calmar. Elegí cuidar a tu familia en las buenas y en las malas, la familia no se elige pero es la que siempre va a estar. Elegí el amor hondo, el que llora, ríe, sostiene, contiene, cuida y emociona al mirar. Elegí ocuparte de vos un rato aunque los otros no paren de reclamar. Elegí, quererte, mimarte y nutrirte para vos y para los demás.
Elegí bien, elegí alegrías, elegí cosas que no te hagan de pena llorar...

Uno sana...

Uno sana cuando el cuerpo y el alma están listos, como lo estuvieron cuando dijeron “soltá”, y soltaste.
Sana cuando entiende lo que no se puede entender desde afuera mirando como testigo.
Cuando se celebra la vida y también la partida.
Uno sana cuando se quiere vivo, cuando ve que el desierto se acaba y el oasis asoma en el camino.
Cuando lo siente en el aire, en los sonidos, en los olores, en los recuerdos, cuando sonríe grande, cuando se hace de nuevo vivo.
Uno sana no cuando le dicen que salga, viva, respire y ría, sino cuando un día se despierta y celebra la vida.
Uno sana cuando recuerda con emoción, con pulsión de vida y no de muerte. Cuando encuentra sentido, se desenoja, se recuesta en lo vivido con plenitud y alegría aunque la pena aparezca y haga remolinos.
Uno sana como cuando se deshoja una margarita, pétalo por pétalo, preguntándose, respondiendo, sintiendo, latiendo, hasta que la flor queda despedazada en el suelo y el proceso de deshojar calmó tu duelo.
Uno sana cuando puede, a su tiempo, no porque por mandato se sane de la noche al día, sino cuando la pena se extirpa del alma y se convierte en vida.
Tiempo es el que sana y amor contemplativo que acompaña en silencio sin presionar, con palabras suaves que acaricien las heridas y respeto por esos momentos en los que uno se esconde porque necesita meterse bien adentro para volver a sentir el latir de la vida.
Tarde o temprano…uno sana.

Mechi Mastandrea