Una persona con una elevada empatía sufre continuos contagios emocionales. Un modo de establecer un límite más saludable es fortalecer nuestra ecpatía, es decir, ser capaces de conectar pero excluyendo de nosotros la impregnación de los sentimientos ajenos.
Decía Walt Whitman en un poema que no solía preguntarle a la persona herida cómo se sentía, porque al mirarla, él mismo se convertía en un alma sufriente. Desconocemos si el célebre autor de Hojas en la hierba era altamente empático, pero en esas dos líneas resumía a la perfección una realidad que viven muchas personas.
Hay quien ve este tema algo extraño, incluso contradictorio. ¿Cómo puede la empatía, esa capacidad para ponernos en zapatos ajenos, convertirse a veces en algo doloroso? Básicamente, porque hay quien, como si de una antena se tratara, capta todas y cada una de las emociones ajenas. Pero esto no es todo; se impregnan de tristezas y dolores que no son propios, viven en su piel realidades que no son suyas… y las sufren de igual modo.
Así, mientras el acto de sentir pena y compasión es algo esperable en el ser humano, hay quien lleva al límite esa conexión hasta convertirse en algo traumático. En los casos más extremos, estaríamos hablando incluso de una condición clínica conocida como síndrome por exceso de empatía o desgaste por compasión. El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) lo etiqueta como una categoría de los trastornos de personalidad.
No es fácil vivir en un mundo donde uno no puede poner una barrera saludable entre el «propio yo» y el «yo» de los demás. Veamos por tanto qué estrategias podemos llevar a cabo para vivir mejor.
«La capacidad de colocarse en el lugar del otro es una de las funciones más importantes de la inteligencia. Demuestra el grado de madurez del ser humano”.-A. Cury-
Ser altamente empático, cuando la conexión deriva en sufrimiento
Saber responder ante la angustia de los demás con una empatía bien regulada es clave de bienestar. Sin embargo, nadie nos ha enseñado a controlarla ni a manejarla; vamos a tientas y reaccionamos ante las realidades emocionales ajenas con mayor o menor acierto. Ahora bien, algo que nos señalan varios estudios es que debemos aprender a usarla con efectividad. El objetivo es hacer de la empatía una habilidad interpersonal.
Así, estudios como los llevados a cabo en la Universidad de Cambridge por la doctora Erin B. Tone, por ejemplo, nos señalan algo interesante. Hay una propensión genética hacia la sensibilidad empática. Es decir, ser altamente empático es algo con lo que podemos nacer. Además de ello, se ha demostrado que ese exceso de empatía, tanto emocional como cognitiva, puede derivar en trastornos de internalización.
Así, realidades como la sensación de angustia, de miedo, culpa o infelicidad pueden ser constantes debido precisamente a los «contagios» emocionales. Por otro lado, trabajos como los realizados en el instituto de psiquiatría del King’s College de Londres, nos informan de datos muy parecidos.
Mientras la baja empatía se vincula a personas con claras dificultades en la interacción social o con un trastorno del espectro autista, quienes sufren exceso de ella padecen agotamiento emocional. Este estado, y la clara dificultad para procesar emociones ajenas, pone en muchos casos en riesgo la salud mental de la persona.
¿De qué manera podemos manejar un poco mejor estas realidades? Lo analizamos a continuación.
Atiende las palabras evitando crear imágenes en tu mente
Ser altamente empático tiene, por término medio, una curiosa facultad. Para entenderlo mejor, pondremos un ejemplo: un amigo nuestro nos cuenta que está sufriendo mobbing en el trabajo.
Nuestra mente visualiza cada escena, los compañeros de trabajo humillando, acosando, el sufrimiento en soledad, la ansiedad persistente… Cada palabra escuchada se transforma en una imagen y, de ese modo, conectamos aún más con el sufrimiento y nos lo llevamos con nosotros.
En la medida de lo posible, debemos centrarnos solo en las palabras, evitando que aparezcan en nuestra mente en forma de imagen.
Ecpatía, mecanismo de protección frente al contagio emocional
La ecpatía gana, más que cuando se conoce, cuando se aplica. Este término fue propuesto por el doctor y catedrático en psiquiatría J.L. González. Se trata de una estrategia cognitiva y emocional por la que evitamos que las emociones ajenas nos arrastren. Para ello, debemos interiorizar lo siguiente:
- Ecpatía no es calzarnos en zapatos ajenos para comprender cómo se sienten los demás. Es quedarnos donde estamos y hacer un viaje empático de ida y vuelta: yo observo, conecto y vuelvo indemne a mi posición.
- Se trata de una habilidad mental donde gestionar cualquier contagio y poder así, prestar un apoyo útil y efectivo. Porque recordemos, si yo quedo contagiado por la misma angustia de quien sufre, no le serviré de nada.
- El doctor J.L. González de Rivera indica que la ecpatía nos obliga en un momento dado, a darle la vuelta al concepto de empatía. Es decir, cuando descubrimos la realidad emocional ajena, debemos elegir excluir de nosotros los sentimientos, actitudes, emociones y motivaciones que experimenta esa persona. Yo permanezco con los míos, de manera ecuánime.
Visualiza cómo dejas ir las emociones del otro de tu interior
Ser altamente empático implica como bien sabemos, quedarnos con la realidad que vive quien tenemos frente a nosotros. Si padece yo padezco, si están preocupados y con ansiedad, yo también experimento ese estado. Como bien podemos imaginar, no es fácil vivir así; el agotamiento emocional es extremo.
De este modo, una última estrategia sencilla y elemental es hacer uso de la visualización. Una vez conectemos con aquello que experimenta el otro, visualizaremos un diente de león. Basta con soplar un poco y dejar que se desprenda todo lo que se ha adherido a nosotros. Poco a poco, se acaba marchando el dolor, la angustia, el estrés… Todo queda fuera y nosotros nos quedamos libres, fuertes y preparados para apoyar al otro, para darle lo mejor de nosotros.
Para concluir, en caso de identificarnos con este tipo de perfil, no dudemos en aplicar estos sencillos consejos. Hagamos de la empatía un recurso eficaz y saludable.