Entusiasmo significa gozar profundamente lo que se hace.
Un buen día reconoces con toda claridad tu propósito externo. Tienes una visión grande, una meta y, a partir de este momento, dedicas todo tu esfuerzo a esa meta.
Generalmente, esa meta o visión está conectada con alguna actividad de la cual gozas enormemente y que ya estás realizando en menor escala.
Cuando le sumamos una meta (propósito) al gozo de lo que hacemos, éste se convierte en entusiasmo.
Un observador podría decir que la persona está bajo estrés, pero la intensidad del entusiasmo no tiene nada que ver con el estrés.
El estrés se produce cuando el deseo de llegar a la meta es superior al deseo de hacer lo que hacemos.
Cuando hay estrés, se pierde el equilibrio entre el goce y la tensión estructural, y esta última se impone.
El estrés es señal de que el ego ha regresado y de que nos estamos desconectando del poder creador del universo.
El ego se esfuerza para satisfacer su deseo, de tal manera que es preciso luchar y "trabajar arduamente" para lograr la meta.
En el estrés hay angustia e ira. El estrés es tóxico para el cuerpo y es una de las causas principales de las enfermedades degenerativas como el cáncer y la cardiopatía.
El entusiasmo vibra en una frecuencia elevada, de tal manera que resuena con el poder creador del universo.
La palabra entusiasmo significa "estar poseído por Dios".
El entusiasmo genera una ola de energía creadora y entonces lo único que debemos hacer es "montarnos sobre esa ola".
Es la manifestación del poder creador a través de nosotros. Jesús lo dijo así "Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta".
A diferencia del ego, el entusiasmo nunca genera oposición. No genera confrontación, su actividad no produce ganadores y perdedores; en lugar de excluir, incluye a los demás. No necesita utilizar ni manipular a la gente porque es el poder creador mismo y, por tanto, no necesita robarle energía a una fuente secundaria.
El deseo del ego siempre trata de recibir de algo o de alguien; el entusiasmo de su propia abundancia.
Cuando el entusiasmo tropieza con obstáculos como pueden ser situaciones adversas o personas obstruccionistas, nunca ataca sino que se limita a buscar otros caminos, o cede y acoge al otro, convirtiendo esa energía contraria en energía favorable.
El entusiasmo y el ego no pueden coexistir. El uno implica la ausencia del otro.
El entusiasmo está perfectamente unido con el momento presente.
El entusiasmo no "desea" nada pero tampoco carece de nada. Es uno con la vida.
A través del entusiasmo entramos en armonía perfecta con el principio expansivo y creador del universo, pero sin identificarnos con sus creaciones, es decir, sin ego.
Donde no hay identificación, no hay apego; una de las grandes fuentes de sufrimiento.
Una vez pasa la ola creadora, la tensión estructural disminuye dejando atrás el gozo por lo que hacemos. Nadie puede vivir permanentemente en estado de entusiasmo. Posteriormente llegará una nueva ola creadora, dando lugar a un nuevo estado de entusiasmo.
El entusiasmo pertenece al ciclo expansivo de la vida. La entrega es el movimiento de retorno, regreso al hogar.
Con el gozo y el entusiasmo, nos vemos como fuente de inspiración y de enriquecimiento para un sinnúmero de personas, a través de nuestro trabajo.
Sentimos cómo esa actividad no solamente enriquece y confiere profundidad a nuestra vida, sino a la de muchas personas más.
Sentimos que somos la puerta o el canal a través del cual fluye la energía desde la Fuente inmanifiesta de toda vida, para beneficio de todos.
Esto de vernos como estrellas famosas o escritores exitosos, no es entusiasmo, sino que es ego.