Algunas veces pensamos que una salud perfecta es una utopía que en nada coincide con nuestras vidas, probablemente porque tenemos alguna enfermedad o de alguna manera no sintamos que nuestro cuerpo está en perfecta armonía en cuanto a la salud.
El tema de la salud es bastante complejo, porque está muy ligado a nuestra mente, a nuestras emociones e incluso puede ser que hasta nuestra alma esté involucrada en ciertos estados de nuestra salud.
Nuestro cuerpo reacciona a todo lo que procesamos, a nuestras creencias, a lo que integramos a nuestras vidas, bien sea alimentación, ejercicios o bien pensamientos, hábitos y programas mentales.
Salud integral
Nuestra salud es integral, nuestro cuerpo no va a sentirse completamente bien, si en nuestra mente albergamos mil preocupaciones, miedos, rencores, culpas… De hecho hay muchas teorías que hablan de que cada parte nuestro cuerpo está asociado a una emoción, a situaciones que manejamos de una manera determinada.
Por ejemplo se dice que cuando tenemos algún problema que involucre nuestros riñones, nos estamos dejando llevar por el miedo. Si es la garganta la que nos molesta, esto puede tener origen en cosas que nos callamos, que necesitamos decir. En caso de tener acidez, gastritis, úlceras, esto se vincula a la rabia contenida. Si sentimos molestia en nuestras manos, puede haber cosas que nos sepamos cómo manejar o que sentimos se nos escapan de nuestro alcance… Y así podríamos ir recorriendo cada parte de nuestro cuerpo, buscando la interpretación que se la ha dado en cuanto a nuestro sistema emocional.
Lo importante que debemos rescatar es que nuestras emociones cuando no las canalizamos de una buena manera y dejamos que predominen en nosotros, se pueden manifestar en nuestro organismo, haciéndonos sentir algún malestar.
La raíz del problema
La mayoría de las veces atendemos los síntomas, pero no la raíz del problema. Vamos a un nefrólogo, quien cortésmente nos manda a hacer exámenes de nuestros riñones, tomografías, con y sin contraste, orina, sangre, etc… Y nos manda el tratamiento que mundialmente es aceptado y probado para la afección que se diagnostique… Y sí, quizás las molestias cesan, la enfermedad se retira, pero si el origen está allí, si no atendemos lo que nos hizo manifestar ese cuadro, si no atendemos la raíz del problema y no temamos las medidas realmente efectivas, el problema volverá, el mensaje se dará nuevamente.
Vemos las enfermedades como enemigos, cuando la verdad es que el enemigo está en nuestra mente, dibujándonos un escenario que nos paraliza de miedo, de angustia, que nos hace sentir pequeños ante nuestros retos o inclusive ante las cosas más sencillas y cotidianas. Porque cuando permitimos que el miedo se apodere de nosotros, lo más simple se ve como algo muy complejo. Nos colocamos unos lentes que magnifican negativamente todo lo que vemos y lo vuelven gris, impenetrable, inalcanzable.
Aprendamos a atender la raíz, viendo la enfermedad como el síntoma de que hay algo que atender y qué resolver. Cuando nos creemos lo que la mente dice, cuando no sabemos diferenciar nuestros pensamientos de la realidad, estamos en problemas. Nos hacemos vulnerables de una mente inquieta y traviesa que nos puede colocar en situaciones de extremo peligro.
Escuchando nuestro cuerpo
Si queremos ir a un médico, está bien, nuestro cuerpo no está encontrando el balance por sí mismo. Pero entendamos que lo que hay que atender para sanar realmente, no curarnos, SANAR, que implica una transformación, no tiene la raíz en nuestro cuerpo físico.
Aprendamos a escucharnos, a canalizar nuestras emociones, a limitar la mente, a darnos espacio para ser felices. Cuando nos sentimos bien, es difícil que nos enfermemos. Cuando nos atendemos, nos amamos, buscamos nuestro bienestar, nuestro cuerpo responde a la armonía que brinda la mente y no tiene nada que alertarnos… Pero si lo hace, lo mejor es escuchar lo que realmente está diciendo, porque su naturaleza es vivir la salud perfecta.
Por: Sara Espejo