El colesterol, tradicionalmente asociado con el riesgo de enfermedades cardiovasculares, ha sido objeto de amplios estudios debido a su papel en la salud del corazón. Sin embargo, más allá de su vínculo con el sistema cardiovascular, investigaciones recientes sugieren que el colesterol también podría estar involucrado en un proceso biológico fundamental que afecta a prácticamente todos los sistemas del cuerpo: la inflamación crónica. Este fenómeno es cada vez más reconocido como un factor clave en el desarrollo de diversas enfermedades, incluidas enfermedades autoinmunes, metabólicas e incluso neurodegenerativas.
Este artículo tiene como objetivo explorar cómo el colesterol no solo impacta la salud cardiovascular, sino que también puede ser un modulador crucial de la inflamación crónica en el cuerpo. Además, discutiremos los mecanismos subyacentes que vinculan al colesterol con este proceso inflamatorio, así como las implicaciones para la prevención y tratamiento de enfermedades.
¿Qué es la inflamación crónica?
La inflamación es una respuesta natural del sistema inmunológico ante infecciones, lesiones o irritantes. En condiciones normales, la inflamación es temporal y se resuelve una vez que el cuerpo ha combatido la amenaza. Sin embargo, cuando la inflamación persiste de manera crónica, puede tener efectos dañinos en el cuerpo, contribuyendo al desarrollo de diversas patologías.
La inflamación crónica está involucrada en el desarrollo de enfermedades como:
Enfermedades cardiovasculares: La inflamación contribuye al daño en las arterias, favoreciendo la formación de placas ateroscleróticas.
Diabetes tipo 2: La inflamación afecta la capacidad del cuerpo para utilizar la insulina adecuadamente, lo que puede llevar a la resistencia a la insulina.
Enfermedades neurodegenerativas: Enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson han sido asociadas con procesos inflamatorios en el cerebro.
Cáncer: La inflamación crónica también ha sido vinculada con la proliferación descontrolada de células cancerosas.
En este contexto, el colesterol ha emergido como un factor clave que podría contribuir a la inflamación crónica.
Colesterol y su impacto en la inflamación
La relación entre colesterol y inflamación se ha intensificado en las investigaciones científicas recientes, especialmente porque el colesterol no solo juega un papel en la formación de placas ateroscleróticas, sino que también influye en cómo se activa la respuesta inflamatoria en el cuerpo.
El papel del colesterol LDL
El colesterol de baja densidad (LDL), conocido como el "colesterol malo", es famoso por su tendencia a acumularse en las paredes de las arterias, formando placas que pueden obstruir el flujo sanguíneo y causar enfermedades cardíacas. Sin embargo, investigaciones más recientes han mostrado que el colesterol LDL también puede ser un factor desencadenante de la inflamación crónica.
Cuando el colesterol LDL se oxida, se convierte en una forma más reactiva que puede dañar las células de los vasos sanguíneos, provocando una respuesta inflamatoria. Este proceso es particularmente relevante en la aterosclerosis, ya que la inflamación inducida por el LDL oxidado no solo contribuye a la acumulación de placa, sino que también empeora la condición al atraer más células inmunitarias, que perpetúan la inflamación en el área afectada.
El colesterol HDL y su efecto antiinflamatorio
Por otro lado, el colesterol de alta densidad (HDL), conocido como el "colesterol bueno", tiene propiedades antiinflamatorias. El HDL no solo ayuda a eliminar el exceso de colesterol LDL de las arterias, sino que también posee efectos beneficiosos a nivel inmunológico. Se ha demostrado que el HDL modula la respuesta inflamatoria, reduciendo la liberación de citoquinas proinflamatorias y protegiendo las células endoteliales de los daños inducidos por la inflamación.
De hecho, algunos estudios sugieren que los niveles bajos de colesterol HDL pueden estar relacionados con un aumento en los procesos inflamatorios en el cuerpo. Esto implica que no solo se debe prestar atención a los niveles de colesterol total o LDL, sino también al equilibrio entre LDL y HDL para mantener la salud inflamatoria y cardiovascular.
El colesterol y la inflamación en enfermedades metabólicas
En el contexto de enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2 y la obesidad, el colesterol también juega un papel significativo en la modulación de la inflamación crónica. Las personas con obesidad o diabetes tienden a tener un perfil lipídico alterado, caracterizado por niveles elevados de LDL y bajos de HDL, lo que puede inducir un estado inflamatorio crónico.
La acumulación de grasa visceral (grasa abdominal) es especialmente problemática, ya que favorece la liberación de ácidos grasos libres que pueden aumentar la inflamación en el cuerpo. Además, la grasa visceral puede desencadenar la producción de citoquinas inflamatorias, que interactúan con las lipoproteínas para alterar el metabolismo del colesterol y perpetuar un ciclo inflamatorio.
Colesterol y enfermedades neurodegenerativas
Más allá de las enfermedades metabólicas y cardiovasculares, el colesterol también está siendo investigado por su papel en enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Se ha encontrado que el colesterol LDL oxidado puede contribuir a la inflamación del cerebro, un factor clave en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Además, los niveles altos de colesterol en el cerebro pueden alterar la función de las membranas neuronales, lo que afecta la comunicación entre las células cerebrales y facilita el proceso inflamatorio.
Por otro lado, estudios han mostrado que el colesterol HDL podría tener un efecto protector en el cerebro, ayudando a reducir la inflamación y protegiendo las células neuronales del daño. Esta interacción entre colesterol y inflamación sugiere que equilibrar los niveles de colesterol en el cuerpo podría tener implicaciones importantes en la prevención de enfermedades neurodegenerativas.
Prevención y tratamiento: controlando la inflamación crónica a través del colesterol
El control de los niveles de colesterol es crucial para la prevención de la inflamación crónica. Sin embargo, más allá del uso de medicamentos como las estatinas para reducir el colesterol LDL, también se deben considerar otros enfoques para controlar la inflamación y promover un equilibrio lipídico saludable.
Dieta antiinflamatoria
Una dieta rica en alimentos antiinflamatorios, como frutas, verduras, ácidos grasos omega-3 (presentes en pescados grasos, nueces y semillas), y alimentos integrales, puede ser clave para reducir la inflamación crónica. Al mismo tiempo, se deben evitar los alimentos procesados y ricos en grasas trans, que pueden empeorar los niveles de colesterol LDL y contribuir a la inflamación.
Ejercicio físico regular
El ejercicio moderado y constante también es esencial para controlar los niveles de colesterol, reducir la inflamación y mejorar la salud cardiovascular en general. La actividad física regular ayuda a aumentar los niveles de colesterol HDL, mejorar la función endotelial y reducir la grasa visceral, lo que a su vez disminuye la inflamación en el cuerpo.
Medicamentos y terapias emergentes
Además de las estatinas, otros medicamentos, como los inhibidores de PCSK9 y los fármacos que regulan el metabolismo lipídico, están siendo investigados por su capacidad para mejorar el perfil lipídico y reducir la inflamación. Terapias que modulan la inflamación directamente también están siendo desarrolladas, con el objetivo de abordar tanto el colesterol elevado como los procesos inflamatorios subyacentes.
Productos para bajar el colesterol
1. Ajo (Allium sativum)
Muchos estudios relacionan el efecto positivo del ajo sobre el sistema cardiovascular. En el caso concreto del colesterol, el ajo es capaz de reducir las cifras de colesterol total en torno a 20 mg/dL (aproximadamente un 8%). Además, esta reducción la realiza a costa del colesterol malo (LDL colesterol), con una reducción del 9% de sus diferentes tipos y sin afectar al colesterol bueno (HDL colesterol).Uno de los puntos más relevantes es que los preparados con ajo son muy bien tolerados y sin efectos secundarios, a diferencia de los tratamientos farmacológicos convencionales. Parece ser que el efecto beneficioso del ajo es a través de su capacidad para inhibir tanto la síntesis de colesterol como la oxidación del LDL colesterol gracias a la presencia de diferentes componentes ricos en azufre (el más importante S-alilcisteina).
2. Omega-3
El consumo de ácidos grasos omega-3 ayuda a reducir o mantener los niveles de colesterol en rangos que se consideran de normalidad. Entre los ácidos grasos omega 3 que se han estudiado esta el DHA (docosahexaenoico), el DPA (docosapentaenoico), el EPA (ecosapentaenoico) y el ALA (alfa-lionolénico). Los ácidos omega-3 son ingredientes habituales de la dieta mediterránea, reconocidísima por su papel cardioprotector. Entre los alimentos que puedes encontrarlos: pescados, aceite de oliva, nueces…Los pacientes que ya han sufrido un infarto de miocardio serían los que más se beneficiarían de su efecto protector. Podemos encontrar en el mercado diferentes tipos de suplementos que nos aporten un extra de omega 3. Entre los diferentes tipos de suplementos, varían las dosis y su lugar de obtención (derivados del aceite de krill o de otras fuentes). En función del lugar de obtención, la composición variará ligeramente.
3. Levadura roja de arroz
Se trata de una levadura de un llamativo color rojo que crece sobre este cereal. La levadura (Monascus purpureus) contiene un conjunto de 14 sustancias conocidas de forma común como monacolinas. A las monacolinas se las conoce como las estatinas naturales, por su similitud estructural con estos fármacos utilizados para el tratamiento de la hipercolesterolemia.Además de las monacolinas, en la levadura roja también encontramos ácidos grasos mono y poliinsaturados, así como fitoesteroles que ayudan a potenciar el efecto hipocolesterolemiante. Este tipo de preparados, es capaz de reducir las cifras de colesterol hasta un 22%.
4. Policosanol
Polialcohol derivado de la capa de cera de la caña de azúcar, el policosanol es capaz de reducir los niveles de LDL en sangre a la vez que aumenta los de HDL. Además, ejerce una acción antiagregante que potencia su efecto para reducir los eventos cardiovasculares y que permite su utilización en otras patologías como la claudicación intermitente.Es capaz de disminuir entre un 8 y un 18% los niveles de colesterol total, aumentando los de HDL entre un 17 y un 29%. La ventaja de este preparado es su escaso número de eventos adversos que presenta. La caña de azúcar, aunque la más habitual, no es la única fuente de obtención. También podemos conseguir policosanol a partir de aceite de germen de trigo o cera de abeja.
5. Extracto de olivo: Hidroxitirosol
El hidroxitirosol es uno de los componentes fenólicos más importantes presentes en el aceite de oliva. Está presente tanto en las hojas como en el fruto del olivo (Olea europea). Su actividad se basa en su potentísima acción antioxidante. Otros efectos positivos del hidroxitirosol son sus propiedades antiinflamatorias, su capacidad para regular la presión arterial normal… todo ello contribuye a prevenir la aparición de efectos cardiovasculares, el mayor problema relacionado con la hipercolesterolemia.Se establece que una dosis media de 5 mg de hidroxitirosol diarios es suficiente para beneficiarse de sus propiedades (equivalente a unos 20-40 g de aceite de oliva).
6. Fenogreco (Trigonella foenum-graecum)
El fenogreco es una planta reconocida por sus múltiples propiedades, entre las que destaca: antidiabético, antioxidante, antiinflamatorio, antibacteriano y antifúngico, hepatoprotector e hipocolesterolemiante. Esta planta podría estar relacionada con la modulación de la actividad de diferentes enzimas del metabolismo de la glucosa y de los lípidos, disminuyendo así los niveles de colesterol total y mejorando la enfermedad diabética. Se cree que tiene un efecto a nivel intestinal, regulando la absorción de los lípidos. Se ha observado que su capacidad para reducir los niveles de colesterol se potencian en aquellas personas con una afectación coronaria previa (angina de pecho o infarto cardíaco). El fenogreco carece de efectos secundarios.
7. Té rojo
El té rojo contiene diversos antioxidantes que interfieren en los procesos de oxidación y depósito del colesterol en el endotelio vascular. Además, también parece que actúa reduciendo la absorción de lípidos (grasas), de tal forma que la capacidad de nuestro organismo para formar colesterol se ve afectada. Aún así, sus efectos no están del todo claros ni existen estudios que respalden su eficacia.
8. Lecitina de soja
La proteina de soja (lecitina) ayuda a modular la formación grasa del organismo a la vez que tiene un ligero efecto antiinflamatorio. La lecitina es capaz de reducir la grasa corporal, disminuyendo el índice de masa corporal y los niveles de LDL. Clásicamente también se ha utilizado como remedio adelgazante.
9. Resveratrol
Este famoso antioxidante presente en la uva y el vino se ha postulado como ayuda para prevenir el daño en los vasos sanguíneos y reducir los niveles de LDL. Su acción estaría ligada a su capacidad antioxidante. Realmente no está claramente demostrado su efecto a la hora de prevenir enfermedades cardiovasculares.En los estudios realizados con resveratrol (en ratones) se utilizan dosis equivalentes a la toma de 1000 litros de vino tinto al día. En caso de querer suplementar tu dieta con resveratrol, hazlo con la ayuda de suplementos específicamente diseñados para ello.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario