05 septiembre 2021

Viajero del Tiempo





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EQUILIBRIO ENTRE EL DAR Y EL RECIBIR.

 






Hay dos mares en Palestina.
Uno de los dos mares de Palestina es dulce y abunda en peces. Prados, bosques y huertos adornan sus orillas. Los árboles extienden sobre él sus ramas y alargan las raíces sedientas para beber de sus aguas saludables.
En sus playas juegan grupos de niños, como jugaban cuando Jesús solía ir allí. El amaba este mar. Mientras contemplaba la superficie plateada, predicó muchas veces sus parábolas. Y en un valle cercano dio de comer a cinco mil personas con cinco panes y unos pocos peces.
Las aguas cristalinas y espumantes de un brazo del Río Jordán, que descienden saltando de los cerros, forman este mar que ríe y canta bajo las caricias del sol. Los hombres edifican sus casas cerca de él y los pájaros sus nidos. Todo cuanto vive, es dichoso con solo estar en sus orillas.
El segundo brazo del Río Jordán desemboca al sur, en otro mar. Allí no hay chapoteo de peces, ni susurros de hojas, ni canto de pájaros, ni risas de niños. Los viajeros huyen de esa ruta, a menos que la urgencia de sus negocios les obligue a seguirla. Una atmósfera densa pesa sobre las aguas de este mar que ni el hombre, ni la bestia, ni el ave, beben nunca.
¿A qué se debe tan enorme diferencia entre esos dos mares vecinos?. No se debe al Río Jordán; es tan buena el agua que vierte en uno como la que vierte en otro. La causa tampoco es el suelo que les sirve de lecho, ni las tierras que lo circundan.
La diferencia se debe a esto: el Mar de Galilea recibe las aguas del Jordán pero no las retiene. Por cada gota que entra, sale una gota. El dar y el recibir se cumplen allí en idéntica medida. El otro es avaro y atesora celosamente lo que recibe. Nunca es tentado por un impulso generoso. Cada gota que cae allí se queda.
El Mar de Galilea da y vive. El otro no da nada. Se lo llama: Mar Muerto.
Daniela del Universo

La bella metáfora de la libélula y los ciclos de la vidas.

 





La figura de la libélula nos transmite una serie de metáforas y simbolismos sobre nuestra existencia. Compartimos con este insecto la capacidad de transformarnos y la mágica habilidad para adaptarnos a diferentes escenarios.

La metáfora de la libélula es un recurso simbólico muy interesante para entender los ciclos vitales. A veces, resulta de gran utilidad este tipo de referencias en las que se entremezcla lo literario con lo místico, lo antropológico con la indudable fuerza que tienen algunos seres del mundo natural.

Lobos, gatos, mariposas, elefantes… Los animales y sus atributos siempre nos ofrecen buenas lecciones que pueden servirnos de inspiración.

La libélula es uno de ellos. Tradicionalmente, se alza como un tótem que engloba dos procesos básicos: adaptabilidad y transformación. Este insecto siempre ha llamado la atención del ser humano por ser una criatura que pertenece a tres de las esferas de este mundo: tierra, agua y aire.

Sus procesos de transformación, desde que es una ninfa hasta que se convierte en libélula, le llevan a estar en contacto con esos escenarios esenciales de la propia naturaleza.

Es una criatura de gran belleza y fragilidad que pertenece a este planeta desde mucho antes que nosotros apareciéramos como especie. De hecho, y como curiosidad, sabemos que ya había libélulas en el periodo del Carbonífero (hace más de 300 millones de años). Pero eran, eso sí, algo diferentes: tenían una gran envergadura y sus alas alcanzaban los 90 cm.

Ese gigantismo se redujo de manera notable hasta tal y como las conocemos ahora. Son criaturas etéreas y casi mágicas que bordean cualquier zona donde haya agua y de las que podemos aprender diversas enseñanzas.

“Las libélulas son recordatorios de que somos luz. Todos podemos reflejarla y ofrecerla a los demás de manera poderosa si decidimos hacerlo”.

Robyn Nola-

La metáfora de la libélula: cambios, adaptación y avances

Los anisópteros o libélulas son uno de los insectos más fascinantes del reino de los invertebrados. Son increíblemente rápidas, pueden alcanzar de hecho los 85 km/h. Uno de los aspectos más atractivos para los científicos y curiosos sobre ellas son sus ojos.

Tienen cerca de 30.000 facetas hexagonales y cada una dispone de su propio cristalino y retina. Todo ello con una finalidad: dotarle de una de las visiones más perfectas de la naturaleza, esa con la que ver de un solo vistazo los  360º de su entorno en todo momento.

Ahora bien, más allá de su anatomía, de sus llamativos colores o su vuelo extraordinario, está su simbolismo. La metáfora de la libélula se arraiga en múltiples culturas, las mismas que han observado en su ciclo de vida, una semejanza a nuestra propia existencia. Analicémosla en detalle.

Una vida de transformaciones

La libélula tiene un ciclo de vida muy particular. Pasa por tres fases muy concretas en su metamorfosis, las cuales van desde que eclosiona de un huevo, pasando por la fase de ninfa hasta que se convierte en una espectacular libélula. Ese viaje dura entre 3 y 6 años, pero curiosamente la etapa más corta es esta última.

Su etapa como libélula dura apenas unas pocas semanas. La gran parte de su existencia la pasa siendo una criatura del agua, una ninfa que respira por medio de branquias y se alimenta de gusanos y renacuajos. Más tarde, empieza a transformarse, y ese viaje de cambios le obliga a experimentar unas 15 mudas de piel hasta que emergen las alas.

Tanto las libélulas como nosotros mismos nos adaptamos a ese viaje vital de cambios donde casi nada es estático. Ellas entienden que, para sobrevivir en cualquier medio, hay que cambiar, mudar pieles, dejar ir viejas formas. Solo entonces lograremos ser aquello que siempre ha estado en nuestro interior y con lo que soñamos.

Vivir el día a día al máximo

La metáfora de la libélula nos enseña una valiosa lección. La necesidad de aprovechar el día a día al máximo. Cuando la ninfa muda su última piel y emergen las alas es consciente de que su existencia será efímera. Es momento entonces de abrazarse al viento, de viajar, de explorar, de conocer un mundo muy alejado de su anterior zona de confort: el agua.

También nosotros debemos ser capaces de apreciar la vida con la misma pasión y delicadeza.

Libélula

La metáfora de la libélula: el equilibrio

A lo largo del tiempo hay algo que ha fascinado a casi cualquier cultura sobre estos invertebrados: sus alas. Además de sus tonalidades, de sus juegos cromáticos y destellos, llama la atención sus afinadas maniobras de vuelo. Las libélulas son poderosas y elegantes en el aire a pesar de haber pasado gran parte de su vida en el agua.

Como curiosidad, baten sus alas unas 30 veces por minuto (a diferencia de los mosquitos que lo hacen unas 600 veces). Tienen 20 veces más fuerza en sus alas que otros insectos y sus maniobras de vuelo son muy llamativas y precisas.

Japón es una de las culturas que más venera a este insecto porque, para ellos, simboliza precisamente el equilibrio en la vida.

El viaje final al más allá

Para los nativos americanos, la metáfora de la libélula representa un espíritu guía. Para ellos, este invertebrado recuerda el viaje final de todo ser humano, ese donde después de una larga vida dejamos el mundo de la tierra y del agua para ser una criatura del aire. Un ser alado que asciende finalmente a esa otra esfera donde convertirnos en espíritus, en almas libres.

Son como vemos, conceptos interesantes y evocadores. Significados donde se trenza lo simbólico, la magia del mundo animal y esas culturas que ven en la naturaleza, un espejo donde vernos reflejados. Vale la pena tenerlo en cuenta.

Desarrollo personal

Quédate




 ¿Con quién debo quedarme?


❀ Quédate con el que tenga espacio para ti en su corazón, porque espacio en su cama te lo ofrece cualquiera.
❀ Quédate con esa persona que sin tocarte, te haga sentir todo...
❀ Quédate con quien conozca la peor versión de ti y en vez de irse, se quede y te ayude a ser mejor.
❀ Quédate con quien te siga buscando y conquistando, aunque ya te tenga.
❀ Quédate con quien no sientes la necesidad de revisarle el celular.
❀ Quédate con quien escribe en tu alma, lo que deja en tu piel.
❀ Quédate con quien se enamore de tus tristezas, heridas y cicatrices. Que de la sonrisa, la mirada y el cuerpo, se enamora cualquiera.
❀ Quédate con quien te piense cada minuto, te desee cada segundo, y te haga reír a cada instante.
❀ Quédate con quien está contigo por lo que eres, NO por lo que quiere que seas...
❀ Quédate con quien entienda tu locura y no quiera cambiarla.
❀ Quédate con quien te quiera en las malas, porque en las buenas lo hace cualquiera.
❀ Quédate con quien sea capaz de hacerte el amor con ganas,
reír sin pena, y vivir sin miedo.
❀ Quédate con quien te haga sonreír a todas horas, te haga un espacio en su día y te extrañe todo el tiempo.
❀ Quédate con esa persona que no pueda estar un día sin hablarte.
❀ Quédate con quien te haga sentir algo especial.
❀ Quédate con quien sea capaz de quitarte los miedos sin que tú se lo pidas, y sepa quitarte la ropa sin que tú te des cuenta.
❀ Quédate con quien te da varios motivos para sonreír y ninguno para sufrir.

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