La ciencia ha podido demostrar que la actividad física actúa directamente sobre el funcionamiento cerebral y previene sus alteraciones.
Está de sobra demostrado que una práctica regular de deporte puede reducir el riesgo de enfermedades como la diabetes o las cardiovasculares. Pero además, el deporte tiene enormes beneficios sobre nuestras neuronas.
Cada vez que ejercitamos nuestros músculos, estamos enviando una serie de sustancias químicas al cerebro. Entre ellas, la IGF-1, que cuando llega al cerebro se adueña, por decirlo de alguna manera, del resto, y su actividad impacta en el llamado "factor neurotrófico derivado del cerebro" (BDNF).
Se trata de una proteína que, aparte de ser un factor de crecimiento, actúa como un neurotransmisor, es decir, ayuda a las células a comunicarse entre ellas.
El deporte como acción preventiva
El BDNF está implícito en casi todas las actividades que conducen a un pensamiento complejo. Si bloqueamos el BDNF, bloqueamos el proceso de aprendizaje y de memoria. De ahí que en enfermedades como el alzhéimer, no practicar ejercicio se considere un factor de riesgo.
La deficiencia de actividad física se relaciona no solo con enfermedades neurodegenerativas sino con trastornos anímicos como la depresión.
Ejercicios que sí funcionan
No estamos hablando de aumentar el tamaño de nuestros músculos a base de hacer pesas en el gimnasio. Al contrario: los ejercicios aeróbicos, como correr, nadar o jugar a fútbol,en los que se usa la coordinación y el pensamiento, son los más importantes para el cuidado de nuestro cerebro.
Por supuesto, también es fundamental llevar una dieta saludable con abundancia de agentes antioxidantes y antiinflamatorios, que actúan sobre la expresión genética.
Cuerpomente
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