Las frases del libro Las mujeres que corren con los lobos nos traen las claves de ese instinto femenino primordial que muchas temernos olvidado o relegado. Estamos ante un fabuloso ensayo que nos invita a reinterpretar la experiencia de la mujer mediante los cuentos populares, el arte y la naturaleza para tomar contacto con esa “loba” transformadora que nos anima a madurar, a ser libres.
Clarissa Pinkola Estés, analista junguiana, doctora en psicología etnoclínica y autora de este libro, tardó más de veinte años en dar forma a su más conocida criatura. Estamos ante un ensayo vasto, denso y fascinante. Sus páginas están nutridas de maravillosos saberes donde se combina la tradición oral de los cuentos con un tipo de psicología muy concreta. Una simbólica, pedagógica y que busca favorecer el crecimiento personal femenino.
No es de extrañar, por tanto, que muchas de las frases del libro Las mujeres que corren con los lobos sean una auténtica biblia para aquellas personas interesadas en conocerse, en trabajar su identidad, sus valías… Tal y como nos explica la autora, las mujeres estamos condicionadas por infinitos esquemas patriarcales. Por depredadores que nos han generado heridas emocionales esas que a veces, heredamos incluso de nuestros antepasados.
Este trabajo es un auténtico mapa de ruta para hallar todas esas “trampas” más o menos conocidas. Las mismas que nos impiden encontrar el camino de vuelta a casa, el regreso a nuestras esencias, nuestros instintos… Hacia esa mujer salvaje conectada a la percepción, a su espíritu lúdico y a su maravillosa capacidad de afecto…
Frases del libro Las mujeres que corren con los lobos
Las frases del libro Las mujeres que corren con los lobos nos recuerdan varias ideas. La primera, que a pesar de toda nuestra aparente sofisticación, seguimos siendo naturaleza, criaturas salvajes. Somos esas mujeres que, de algún modo ansían a diario recuperar esa libertad ancestral para sentirse vitales, para encontrar su posición en el mundo.
El segundo aspecto que no podemos dejar de lado es que, según nos explica Clarissa Pinkola Estés, dentro de cada mujer habita una fuerza poderosa. En nuestro ser más íntimo reside un torbellino de buenos instintos, de creatividad, de pasión y conocimiento atemporal que en ocasiones, la propia sociedad nos ha hecho olvidar en su intento por “domesticarnos”. Es sin duda una profunda reflexión que tener en cuenta. Dicha idea aparece de forma reiterativa en muchas de esas frases del libro “las mujeres que corren con los lobos”.
Veamos a continuación siete ejemplos, siete fragmentos profundos y revitalizantes que nos invitarán a muchas más reflexiones.
1. Ser uno mismo
“Ser nosotros mismos hace que acabemos exilados por muchos otros. Sin embargo, cumplir con lo que otros quieren nos causa exiliarnos de nosotros mismos”.
Esta frase es un principio de crecimiento personal y de autorrealización innegable. La valentía de ser uno mismo en cualquier escenario, en cualquier contexto y sin importar ante quién estemos, nos permitirá salvaguardar la propia identidad. De este modo, volveremos una vez más a nuestras esencias, hacia esa mujer salvaje que huye de la domesticación, de las trampas, de los cercos que intentan vetar su libertad.
2. Ser fuertes
“Ser fuerte no significa ejercitar los músculos o la flexión. Significa encontrarse con lo luminoso de uno sin huir, viviendo activamente con la naturaleza salvaje de una manera propia. Implica ser capaz de aprender, ser capaz de sostener lo que sabemos. Significa sostenerse y vivir”.
Esta es una de las frases del libro “las mujeres que corren con los lobos” más valiosas. Pongamos un ejemplo, a día de hoy la RAE sigue definiendo a la mujer como “el sexo débil”. Debilidad y fragilidad son los adjetivos que han acompañado siempre a la figura femenina. Ahora bien, nuestra cultura, terriblemente inmadura aún, no entiende cuál es el auténtico significado de fortaleza.
Fuerte no es quien más peso puede alzar con sus brazos, quien más kilos soporta sobre su espalda o quien más resiste en una carrera. Fuerte es quien encara, quien no huye, quien muestra sin miedo su identidad, no se rinde y es capaz de viviir con alegría y coraje.
3. Alejarnos nos permite reencontrarnos
“Aunque el exilio no es algo que se desee por diversión, hay una ganancia inesperada en él: son muchos los regalos del exilio. Saca la debilidad a golpes, hace desaparecer los plañidos, habilita la percepción interna aguda, acrecienta la intuición, otorga el poder de la observación penetrante…”.
El exilio, entendido también como el acto de dejar atrás lo que nos es conocido para afrontar la propia soledad, la incertidumbre y hasta lo extraño, nos habilita también en nuevas capacidades. Asimismo, este acto implica ante todo poder desprendernos de lo que nos es cotidiano. Implica romper con viejos esquemas, con los condicionamientos de nuestra educación para trabajar nuestra identidad de forma auténtica.
El exilio es poner distancia de nuestro yo prisionero y encadenado para permitir que emerja la mujer salvaje. Esta es sin duda una idea excepcional contenida en una de las frases del libro Las mujeres que corren con los lobos.
4. Los efectos de no amarse a uno mismo
“Nuestra hambre secreta por ser amados no es hermosa. Nuestro desuso y mal uso del amor no es hermoso. Nuestra falta de lealtad y devoción es poco amorosa, nuestro estado de separación del alma es feo, son verrugas psicológicas, insuficiencias y fantasías infantiles”.
En muchas de estas frases del libro Las mujeres que corren con los lobos, se busca comparar el comportamiento femenino con el de los lobos. Así, hay un hecho que queda en constante evidencia es el siguiente: la mujer de hoy en día se ha separado de su versión salvaje. Dicho de otro modo: hemos silenciado esa esencia instintiva donde el lobo sabe bien quién es, se reconoce y goza al sentirse fuerte, libre y valioso.
Por otro lado, no podemos dejar de lado un aspecto. Los efectos de no amarnos a nosotros mismos son devastadores. El acto de vivir de cara a ese exterior donde intentar ajustarnos a un modelo de mujer siempre artificial, homogénea y supeditada a los demás, nos aboca a la infelicidad. Debemos por tanto observar la naturaleza como lo hicieron nuestras antecesoras. Hay que ser caapces de redescubrir nuestro valor, nuestra importancia y esa energía que nos nutre y nos hace fuertes.
5. El auténtico amor
“El amor en su forma más plena es una serie de muertes y renacimientos. Soltamos una fase, un aspecto del amor, y entramos en otra fase. La pasión muere y es traída de regreso”.
El amor es la única fuerza que jamás se extingue o se apaga para siempre.Es una entidad transformadora que se extiende, que nos permite madurar, que muere y renace. Pocas fuerzas pueden ser tan transformadoras. Pensemos en ello: nada es más importante como cultivar el amor propio, lo sabemos. Sin embargo, más tarde aprendemos a dar lo mejor de nosotros mismos a los demás. Amamos para conformar una relación de pareja.
Asimismo, el amor es también esa fuerza que nutre durante la crianza. Nos transformamos en cada etapa y a su vez, también transformamos a otros. Podemos ir desde la pasión, a la intimidad, más tarde al compromiso más maduro, ahí donde en ocasiones, tras una ruptura, surge un amor renovado y más intenso…
6. Tocar fondo
“La mejor tierra para sembrar y hacer crecer algo nuevo otra vez está en el fondo. En ese sentido, tocar fondo, aunque extremadamente doloroso, es también el terreno de siembra”.
Las personas tenemos un miedo atroz a tocar fondo. ¿Puede haber algo peor? Es llegar al límite de nuestras fuerzas, es perderlo todo, hasta la esperanza. Sin embargo ¿qué más podemos perder cuando lo hemos perdido todo? En ese momento, surge algo nuevo, algo mágico incluso. Nos quitamos nuestras pieles, nuestros artificios y pesos muertos para ascender, para crecer mucho más fuertes… Es un instante donde la mujer salvaje puede emerger en toda su esencia.
Esta es sin duda una de las frases del libro Las mujeres que corren con los lobos más maravillosas.
7. El auténtico crecimiento
“Si vivimos como respiramos, tomando y soltando, no podremos equivocarnos”.
Esta frase simboliza ni más ni menos que el ciclo de la vida: tomar, aprender, dejar ir, aceptar, avanzar… Ese camino es el que deberíamos asumir, algo sencillo y acorde a su vez con el discurrir de la naturaleza que todos deberíamos integrar en nuestro día a día.
Por otro lado, vale la pena recordar un aspecto. Nuestra existencia es cíclica. Saber adaptarnos a los cambios es sobrevivir, pero debemos hacerlo con equilibrio, fluyendo, sin resistencias.
Para concluir, estas frases del libro Las mujeres que corren con los lobos son una pequeñísima muestra de ese denso legado de conocimientos, reflexiones, cuentos y saberes ancestrales que siempre apetece retomar, que siempre nos enseña cosas nuevas y valiosas con las que seguir creciendo, encontrándonos con nuestra mujer salvaje…
“La loba, la vieja, la Que Sabe, está dentro de nosotras. Florece en la más profunda psique del alma de las mujeres, la antigua y vital Mujer Salvaje. Ella describe su hogar como ese lugar en el tiempo donde el espíritu de las mujeres y el espíritu de los lobos hacen contacto. Es el punto donde el Yo y el Tú se besan, el lugar donde las mujeres corren con los lobos (…)”.-Clarissa Pinkola-
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