(Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C.)
Una antigua Ley oriental en forma moderna
Hace varios años, se pensaba mucho y se atendía mucho al asunto del magnetismo personal.
Diarios y revistas publicaban consideraciones acerca del asunto en diversos artículos por varios autores; libros y folletos aparecían a cada rato, asegurando que trataban este asunto de manera científica, y que daban instrucciones al estudiante acerca de sus leyes y principios.
Poco comprendido entonces, pues parecía que se refería a alguna extraña cualidad poseída por algunos pocos «escogidos,» y tenidos por misteriosos en su poderosa habilidad de inducir y atraer a otras personas que caían dentro del radio de su fuerza sutil, el magnetismo personal se convirtió en el instrumento del charlatán, y en la envidia de todas aquellas personas que fracasaban en la lucha por la vida.
Algunos autores y conferencistas algo más avanzados afirmaban que conocían y enseñaban la manera secreta para poder usar esta avalancha de poderes con el objeto de alcanzar prosperidad, salud y felicidad; pero pronto se supo lo poco que sabían, ya que no revelaron ningunas leyes ni principios verdaderos, y los ávidos investigadores tuvieron que dedicarse a descifrar extraños términos y frases, y a practicar ejercicios mentales tontos, quedando así llenos de esperanzas fallidas.
Pero a pesar de que se conocía muy poco acerca del magnetismo personal en aquellos días, sí existe semejante fuerza radiante y sutil procedente del cuerpo humano. Esta fuerza puede llamarse con propiedad «magnetismo personal,» porque el místico moderno, en su laboratorio científico, ha probado que existe un campo magnético que rodea su cuerpo y que existe dentro de su cuerpo y emana de él. Está en el cuerpo humano en virtud de aquella ley que se revela al examinar y estudiar cualquier masa física que contiene cualidades magnéticas o sea magnetismo.
Es bien sabido y probado con experimentos científicos, que un ciego al caminar por la calle, o al moverse en su casa, no se atiene únicamente al tacto para guiarse cuando se aproxima a un muro o a cualquier otro obstáculo, y también se da cuenta claramente de la presencia de otra persona. Se ha demostrado científicamente que el aura magnética se extiende tanto frente a nuestros cuerpos físicos, que los ciegos, cuyos sentidos delicados están fuertemente desarrollados, pueden sentir verdaderamente que sus auras magnéticas tocan un obstáculo mucho antes de que puedan alcanzar dicho obstáculo y tener contacto con él por sus cuerpos y sentidos físicos.
Hay instrumentos delicados que han demostrado que el aura que emana del cuerpo humano se extiende hasta más de tres metros y que irradia cuando menos dos metros en todos sentidos.
Imaginaos ésto: de cada ser humano emanan radiaciones de cierta clase de fuerza o de energía, que se extienden, por lo menos dos metros y a veces hasta más de tres metros de distancia del cuerpo.
Lo que tenemos es: «¿Qué es esta aura, cómo se manifiesta, atrae o rechaza, y cómo puede manejársela?». Antes de contestar a esta pregunta, es necesario conocer algo de los campos magnéticos de todas las cosas. Ante todo, tenemos el electrón, esa partícula invisible hasta ahora, que según la ciencia nos dice, forma el átomo, pero de la cual se sabe poco y sólo pueden suponerse muchas cosas, hasta donde hemos progresado. Sin embargo, el místico en su laboratorio ha ido más lejos que la ciencia exterior y sabe algunas cosas respecto al electrón.
Digamos, pues, que un electrón es la partícula más pequeña que entra en la formación de la materia; hallamos que en el electrón funcionan fuerzas duales, y que estas fuerzas son positivas y negativas, lo mismo que en toda célula creadora. Las vibraciones que emanan de cualquier masa de materia trasmiten la calidad de la radiación, de acuerdo con la naturaleza de la fuerza predominante dentro de la masa. Así, sea cual fuere la calidad despedida por la masa, ya sea positiva o negativa, esa calidad se llama «polaridad.»
Ahora bien, cualquier masa de materia irradia una positiva o negativa, y por consiguiente, una u otra de las dos polaridades. Las vibraciones que emanan de la materia son positivas o negativas y están regidas en su polaridad por la índole o calidad predominante de las fuerzas que yacen en los electrones combinados, que son los que forman los átomos de cualquier masa de materia. Así vemos que las fuerzas positivas o negativas que están en los electrones no son iguales, sino que una u otra predomina y determina la polaridad.
Y así, las vibraciones que emanan de cualquier forma de materia, tienen una influencia magnética sobre toda otra forma de materia, y será atraída o rechazada por otra materia, de acuerdo con la ley de las polaridades: lo positivo atrae a lo negativo y rechaza a lo positivo, y viceversa.
En el imán de herradura, o en otro imán permanente, hallamos también un buen ejemplo de la fuerza atractiva, o magnetismo, que emana de las vibraciones de un trozo de hierro. Extendiéndose hasta corta distancia en torno a esos imanes, existe ese campo o aura en que ocurre la atracción magnética.
Probablemente habéis hecho experimentos con imanes y habéis visto cómo el imán atrae la aguja o cualquier otro trozo de acero, y lo hace saltar y unirse a uno de los polos del imán, tan pronto como el imán está lo suficientemente cerca para atraer la aguja con su aura magnética; tan pronto como la aguja entra en esta zona o campo de atracción, no puede resistir la fuerza e inmediatamente se ve atraída por el polo del imán y permanece allí hasta que se la arranca.
Ahora bien, el magnetismo que emana del cuerpo humano es verdaderamente magnético, en el mismo sentido en que es magnetismo el del imán ordinario, pero el término «magnetismo,» aplicado al cuerpo humano, se usa en relación con fuerzas o energías físicas que están dentro del cuerpo, que son duales en su naturaleza, y que consisten de dos calidades opuestas de energía, o de vitalismo, fundidas por su atracción mutua. Esta energía o vitalismo o magnetismo, rodea el cuerpo humano, porque emana de las dos energías opuestas que existen en el cuerpo humano, y de ellas deriva su esencia. La fuerza vital, es decir, la fuerza de la vida, está asociada y controlada por la mente del alma del hombre, se funde con las energías físicas, materiales, corporales, para crear esta aura magnética, y esta aura es de polaridad positiva o negativa, según la naturaleza de la polaridad predominante en su constitución. Por eso, se dice que una persona es positiva o negativa.
Bajo ciertas condiciones, el aura puede verse a la simple vista. Quienes la ven con más facilidad son clarividentes, pero bajo ciertas condiciones físicas, por causas naturales o científicas, casi todo el mundo puede ver el aura humana. Por esto, el «magnetismo personal» ya no es una fuerza misteriosa e invisible, la cosa intangible de hace varios años, porque ahora puede verse, medirse, sentirse, reflejarse, pesarse, neutralizarse, aumentarse, disminuirse, y modificarse de muchas otras maneras, ya mecánicamente, ya por medio del empleo de la voluntad humana.
Voluntad y Vibraciones
Y es aquí donde hallamos el gran secreto que tantos investigadores y preceptores no pudieron descubrir en los primeros días de la historia del «magnetismo personal.» Y es que la VOLUNTAD HUMANA, esa fuerza extraña, directriz, determinante, siempre a la disposición del intelecto humano, PUEDE VERDADERAMENTE Y NO TEORICAMENTE, MANEJAR Y AFECTAR LAS VIBRACIONES RADIANTES LLAMADAS MAGNETISMO PERSONAL.
¿Qué es, pues, ese magnetismo personal? Tiene que estar directamente asociado o bajo la dirección de la mente o el intelecto. Tiene también que estar asociado a la energía del cuerpo humano, porque hallamos que las radiaciones magnéticas del cuerpo humano (el aura) quedan afectadas por la índole o por la fuerza de la energía vital del cuerpo, y fluctúa y vacila en la misma proporción en que lo hace la vitalidad del cuerpo.
Dicho de una manera sencilla, tenemos que acudir a la mente, que es un atributo del alma, para hallar el secreto y la clave del magnetismo personal, porque la mente y la fuerza vital están relacionadas, y la vida está bajo el control directo de la mente, por lo que atañe a la «vida» y no al cuerpo.
¿Cómo se ve el aura de una persona, en condiciones apropiadas? El aura IRRADIA y se manifiesta en vibraciones de color. Si pudierais ver las emanaciones de las vibraciones que constituyen el aura que rodea el cuerpo humano, veríais varios colores, de diferentes clases y matices, cada uno de los cuales significa cierto estado físico o mental, expresado interiormente y reflejado hacia afuera, y este reflejo exterioriza las vibraciones, forma el aura, y esta aura es realmente la expresión externa de la personalidad del alma, tal como está desarrollada.
Y ahí lo tenéis: una personalidad magnética, o sea magnetismo personal.
Examinemos y analicemos la personalidad magnética, para llegar a alguna conclusión con respecto a las cualidades, condiciones, o naturaleza de ella. Si podemos notar cualquier diferencia, al observar o analizar, hagámoslo así y analicémosla cuidadosamente.
El Aura del Niño
La primera observación que hacemos es en el niño. ¿Por qué los niños son tan maravillosamente atractivos para toda persona? ¿Qué cualidades y expresiones hallamos en el niño? Al atender a estas preguntas hallamos: a, sencillez; b, inocencia; c, pureza de mente; d, sinceridad; e, entusiasmo; f, confianza; g, fe absoluta; h, aprecio; i, imaginación; j, falta de duda; k, alegría de vivir; 1, vitalidad; m, facilidad para perdonar; n, amor por todas las cosas.
Por lo tanto, si la mente afecta o maneja directamente la fuerza vital y el aura magnética, ¿Cuál suponéis que será la naturaleza de la expresión de un niño que posee las cualidades arriba mencionadas? y casi todo niño entre los dos y los seis años de edad posee todas ellas. ¿No véis, pues, la causa de la atracción de todo el mundo por la personalidad del niño?
Hallamos aquí ciertos estados de CONCIENCIA que producen efectos definidos, por lo que respecta a las auras. Esto es así porque el niño todavía no ha tenido los suficientes contactos con el mundo para que se modifique su consideración acerca de la vida y las cosas, en general. A medida que el niño crece, tiene más y más contacto con la vida del mundo y con sus condiciones, de manera que se va acostumbrando a los convencionalismos, opiniones, etc.
Estas cosas afectan la conciencia sencilla del niño y la van cambiando; la duda se infiltra, las preocupaciones comienzan a hacerse sentir; se producen temores ante ciertas personas y cosas, y en vista de todo esto el niño empieza a no expresar la sencillez de su mente, puesto que es influenciado y afectado por el medio ambiente.
Vamos a referirnos a otro tipo. Hay muchas personas de bellas facciones, cuya personalidad o magnetismo es limitado, o escaso por decirlo así. D. W. Griffith, el director de cine, dijo que la manera como él escogía a las personas para los papeles principales de sus películas, era buscando una especie de luz interior en el candidato. Con esto, quería decir que él buscaba cierta expresión o manifestación de la personalidad, que indicaba que, por medio de la experiencia, el desarrollo y el progreso, una personalidad verdadera del alma se estaba expresando ante él; a esto llamaba él luz interior, y en esto consistía su prueba principal para resolver si el candidato podía o no desempeñar su papel.
Consideremos ahora dos tipos diferentes de personalidad. En el primero diremos que la persona posee gran energía, y esto significa salud, fortaleza, poder, entusiasmo, actividad y amor por la vida. Sólo desea la felicidad en esta vida y trata de hacer todo lo que le lleve a una existencia de continua felicidad.
Por medio de los pensamientos apropiados, él aumenta su grado de magnetismo en polaridad positiva, y así irradia una aura positiva poderosa. Si esa persona estuviera a cuatro o cinco metros de nosotros, nos sentiríamos inconscientemente impulsados a voltearnos hacia él y mirarlo. Su aura radiante magnética, o las vibraciones de su alma, nos atraerían fuertemente.
Quizás nos diríamos mentalmente que estábamos en presencia de alguien que es “grande”.
Por otra parte, consideremos a un hombre débil, física y mentalmente; no tanto como para que sea un defectuoso mental, sino lo suficiente para que carezca de ambición, de entusiasmo, de actividad, de salud, de fuerza, y de deseo de convertirse en el tipo más alto de hombre. Nos hallaríamos así en presencia de un hombre que pasa inadvertido; de un hombre cuya aura seria muy débil y no se extendería más de unos pocos centímetros de su cuerpo.
Este hombre pensaría poco, tendría ideas de odio y de venganza contra aquellos que le impiden realizar sus deseos, o que se oponen a sus propósitos; sería un hombre atado por las cadenas de la hipocresía, un hombre difícil de convenir en que esta equivocado, aunque se le presentara la prueba más positiva de ello. Ese hombre irradiaría una aura de polaridad negativa, tan débil, que seria casi absolutamente neutral. Esta persona tendría muy pocos amigos verdaderos, si acaso tuviere alguno, y sería una carga para su propia familia.
Si observáis la diferencia entre estos dos tipos, hallaréis el secreto, el secreto del estado de conciencia que nos hace poseer magnetismo personal, que hemos estado buscando siempre.
Recordad que es el alma y la mente, y la conciencia del hombre, la que en DEFINITIVA determina la cualidad de su aura y de su atracción magnética. Si desde la infancia se permitiera a toda alma expresar la perfección en todo pensamiento y en toda actividad, entonces cada uno de nosotros estaría expresando la forma más alta posible de atracción magnética. ¿Por que? Porque EL HOMBRE ES COMO UN SOL, y el hombre, naturalmente, debería vivir con perfección, debería ser un fuego viviente, o una fuerza como de luz de sol y de amor.
¿Por qué, pues, no es el hombre magnético? Simplemente, porque el hombre, por regla general, esta mucho más abajo del nivel normal en que debería estar. Su vida y su pensamiento y su expresión son ANORMALES. Porque le faltan esos elementos vitales del alma, y de la conciencia, que hacen una vida perfecta e irradian las actividades del amor y de la felicidad.
Donde falta el amor en el corazón de un ser humano, toda fuerza vital falta también, de la misma manera que una planta no existe donde no tiene la nutrición de la fuerza amorosa de los rayos del sol.
El alma del hombre DESEA expresar sus cualidades divinas en la tierra y estas cualidades pueden resumirse en una sola palabra: AMOR. El amor pleno del alma, que exhibe toda su belleza, perfección. Sabiduría y gloria, hace del hombre lo que Dios dispuso que fuera: una imagen de EL mismo.
El hombre, con su comprensión finita, objetiva, limitada, ha dividido la cualidad del Amor Divino, en palabras, ideas y fantasías, pero con todo eso, la Divinidad del Amor permanece sin cambio y se expresará cuando el hombre permita que su yo objetivo se haga a un lado para que así no interfiera con la expresión divina. Lo que el hombre llama amabilidad, paciencia, sinceridad, verdad, humildad, bondad, simpatía, comprensión, aprecio, reconocimiento y perdón, no son sino fases de una sola y misma cosa llamada Amor Divino.
¿Sería posible que uno cambiara su polaridad negativa en una positiva para adquirir así un magnetismo personal fuerte y atractivo? ¡Sí sin duda!. Para esto no es necesario más que polarizarnos junto con las fuerzas positivas, elevando nuestra conciencia gracias a los pensamientos de amor y a todo lo que contiene e implica esta palabra: vivir en paz con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea, hacer todo lo que nos sea posible para ser de valor en el mundo, tratar de estar por encima de todas las pequeñeces, tales como el odio, los celos, la vanidad, el orgullo, y dejar que el autor divino que está en nosotros se exprese exteriormente.
Es lo más fácil del mundo hacer esto, si hacemos un esfuerzo consciente, y continuamos haciéndolo, a pesar de los primeros fracasos. Todos estamos esclavizados por los pensamientos erróneos, tenemos que romper las cadenas que nos atan, cambiando el proceso de nuestros pensamientos y elevando nuestras ideas hacia cosas ideales más altas.
Así, si deseamos vivir una vida radiante, llena de vitalidad (actividad, alegría y amor), debemos primero suprimir de nuestra conciencia toda clase de pensamientos destructivos y permitir que nuestra alma, nuestro verdadero yo, exprese su perfección y refleje su poder y su fortaleza magnética. Entonces, los demás reconocerán y apreciaran nuestras personas, porque nos habremos convertido en una fuerza en el mundo, para el mejoramiento de toda la humanidad y la gloria de Dios. Es bien sabido de todos los místicos que Dios ha dado al hombre toda la fortaleza y el poder que lo ayudan a progresar hacia las rosas más altas.
Ciertamente que esto es verdad, y toda persona del mundo que está en posesión de una habilidad mental ordinaria, puede dotarse de una personalidad radiante, magnética.
Cada uno de vosotros tiene el poder de hacer esto, pero es necesario que hagáis el esfuerzo necesario para lograrlo.
Así como el dinámico eléctrico es capaz de producir la fuerza que crea la luz y la energía, pero no puede hacerlo mientras no haya recibido la fuerza motora que lo ponga en movimiento, así vosotros, también, poseéis la habilidad de elevaros y de convertiros en lo que queráis, pero no antes de que pongáis a funcionar vuestro poder motor, y de que hagáis todo esfuerzo consciente para perseverar.
Dios no desea y no puede ayudar a ninguno que no haga un esfuerzo consciente para ayudarse a sí mismo. Pero cuando hacéis ese esfuerzo y estáis haciendo lo más que podéis (y recordad que “lo más” es más de lo que siempre habéis hecho hasta ahora) entonces recibiréis ayuda para continuar en este camino, porque con el esfuerzo v con la continuidad del esfuerzo que hacéis, vuestra alma gradualmente se irá libertando de las ataduras que ahora la sujetan a falsos conceptos y comenzará a expresarse libre y perfectamente, obteniendo de la fuente infinita del poder, todo lo que necesita y requiere para continuar, para producir y crear el poder que necesitáis.
Ojalá que hagáis el esfuerzo y cosechéis la recompensa del Amor Divino, que lleva al alma la Paz Profunda.