De las células que componen nuestro cuerpo, casi la mitad están en fase de formación, otra cuarta parte están en plenitud funcional y la última cuarta parte se están muriendo o en fase de sustitución. Si se desarrollan o se reproducen mal, se creará la base para una salud deficitaria.
Pero el cuerpo tiene un gran poder regenerador: cada día se renuevan unos 300.000 millones de células que contribuirán a nuestra salud si les aportamos las condiciones necesarias.
Uno de los frentes más importantes para este reset celular es una buena nutrición, rica en compuestos antioxidantes, pero hay otros.
EL OXÍGENO: UN NUTRIENTE PARA TUS CÉLULAS
Cuando pensamos en nutrientes, nos vienen a la cabeza las vitaminas, los minerales, las proteínas, los hidratos de carbono o las grasas, pero el nutriente más importante y esencial es el oxígeno. De hecho, ante cada alimento podemos preguntarnos, ¿nos oxigenará o nos oxidará?
Cuando hay un nivel adecuado de oxígeno en el organismo, este funciona mejor, y nuestro sistema inmunitario combate eficazmente invasiones bacterianas, víricas, parasitarias, fúngicas… En general, las células sanas se desarrollan favorablemente en entornos bien oxigenados.
Cuando hay una insuficiencia de oxígeno, las células recurren a su protoplasma para conseguirlo, o fermentan sus propios azúcares, y esto altera su metabolismo. Las células, en condiciones de falta de oxígeno, se debilitan, mutan o mueren creando sustancias tóxicas que invaden la sangre.
POR QUÉ PUEDE FALTARLE OXÍGENO A LAS CÉLULAS
No todas las causas de una mala respiración celular son dietéticas.
El empeoramiento de la calidad del aire afecta también a las reacciones bioquímicas y aumentan las probabilidades de que se produzcan transformaciones de tipo cancerígeno.
También existen otras causas que afectan negativamente al metabolismo celular, como el abuso de fármacos, el alcohol y el tabaco, un corazón débil con dificultades para bombear la sangre, el estrés que altera la respiración o una dieta con exceso de grasas trans, azúcares, lácteos, carnes, refinados, precocinados, alimentos genéticamente modificados, pesticidas, metales pesados, PFOA (ácido perfluorooctanoico, liberado por el teflón), envases de plástico y cosméticos con bisfenoles, ftalatos y otros compuestos…
MÁS OXÍGENO IMPLICA MÁS OXIDACIÓN
Debemos elevar los niveles de oxígeno que llegan a las células para mantener una buena salud, pero mientras lo hacemos ocurre un daño colateral: la oxidación.
¿Por qué nos oxidamos? Para utilizar el oxígeno, en los pulmones se "rompe" y pierde un electrón. Este se convierte en un "radical libre", una molécula que necesita recuperar un electrón para estabilizarse, y se lo quita a otras moléculas vecinas. De esa manera se van creando más radicales libres en un proceso que no tiene fin si nada lo detiene.
La hemoglobina capta una parte de esos radicales; otros atacan a bacterias, virus, parásitos y hongos –los radicales libres también tienen su lado positivo–, pero el resto intentará robar un electrón y puede atacar al material genético y provocar mutaciones. Cada día se generan de esta manera unas 10.000 células potencialmente cancerígenas.
También pueden atacar a las mitocondrias, los orgánulos que producen la energía necesaria para el funcionamiento de las células y del organismo entero. Cuando las mitocondrias se oxidan, las células dejan de realizar sus funciones y mueren. Dependiendo de la zona del cuerpo donde se hallen esas células se desarrollará una patología u otra.
CÓMO COMBATIR LA OXIDACIÓN DESDE DENTRO
Hasta aquí las malas noticias, pero la buena noticia es que existen los antioxidantes, unas moléculas capaces de desactivar a los radicales libres. Algunos de ellos son sintetizados por el propio cuerpo, lo que se conocen como antioxidantes endógenos.
El SOD (superóxido dismutasa), por ejemplo, es una enzima proteica se encuentra en los glóbulos rojos y descompone el superóxido (O2, el radical libre más potente) en oxígeno y en peróxido de hidrógeno (H2O2).
Para proporcionar una ayuda a nuestro cuerpo en su producción de SOD deberíamos tomar frutos secos y semillas por su riqueza en cobre, magnesio, zinc y selenio.
El GSH (glutatión) actúa como un desintoxicante hepático, capaz de neutralizar tóxicos metabólicos o ambientales y radicales libres procedentes de infecciones. Su "magia" se halla en el azufre, que actúa como pegamento que se adhiere a los radicales libres.
Para producirlo debemos consumir alimentos ricos en azufre: ajo, cebollas, coles…
Finalmente, la catalasa es otra enzima que convierte el peróxido de hidrógeno (antioxidante) en agua y oxígeno o lo utiliza para oxidar toxinas.
Se encuentra en frutas y hortalizas como patatas, zanahorias, reishi, ajos, coles, albaricoques, aguacates, cerezas o calabacín, entre otras.
Además. puedes aportar al organismo antioxidantes externamente. Son antioxidantes vitaminas como la A, la C y la E, así como fitonutrientes como los carotenoides, los polifenoles o los fitoesteroles. Los ácidos grasos omega-3 no suelen clasificarse como antioxidantes, pero contribuyen a reducir los niveles de radicales libres.ç
3 ESTRATEGIAS QUE TE OXIGENAN
Algunos hábitos te ayudarán también a mejorar la respiración celular a la vez que reduces los niveles de oxidación en tu organismo.
HAZ EJERCICIO DE BAJA INTENSIDAD
Este disminuye la generación de radicales libres por parte del organismo y a la vez potencia la producción de antioxidantes endógenos como el glutatión.
Los expertos recomiendan empezar por una actividad moderada, como caminar a paso ligero durante 30 minutos, para que la hormona cortisol no aumente demasiado.
TOMA CÓCTELES ANTIOXIDANTES
Prepárate zumos verdes y platos con ingredientes vegetales crudos donde cuides la presencia de sustancias antioxidantes. Por ejemplo, combinaciones de alimentos ricos en vitamina C, E, betacaroteno y fitoesteroles.
Las dosis deben asegurar los mínimos de sustancias antioxidantes y ajustarse a las necesidades individuales (se precisa más si se hace ejercicio intenso, por ejemplo).
ELIMINA RADICALES LIBRES AMBIENTALES
Los mayores aportes del entorno proceden de las radiaciones solares, la contaminación atmosférica y los campos electromagnéticos. Los campos generados por las líneas de alta tensión o la telefonía móvil alargan la vida de los radicales libres.
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