Niquel, cromo o cobalto son algunos de los posibles tóxicos inyectados
Elegir un buen diseño o un estudio en el que las condiciones de salud sean adecuadas no son ya las únicas preocupaciones a la hora de optar por un tatuaje. Que el tipo de tinta no contenga componentes tóxicos es uno de los puntos que se tienen en cuenta desde que la Comisión Europea publicara un informe sobre el peligro que suponen algunos de los colorantes empleados en esta práctica.
La falta de estudios clínicos sobre esta materia, sin embargo, ha mantenido hasta la fecha la incógnita sobre los efectos concretos que provocan en la salud ciertos conservantes y contaminantes asociados a los pigmentos que decoran la piel. Ahora, un grupo de científicos alemanes y franceses han desvelado por primera vez, en la revista Scientific Reports, que estas sustancias viajan por el cuerpo hasta los ganglios linfáticos.
Allí se acumulan, tiñen estos órganos con los mismos colores que se incrustan en la piel y los engrosan de manera crónica. "Cuantos más tatuajes se tenga, mayor será el número de partículas que se acumularán en los nódulos linfáticos", ha afirmado a EL MUNDO Ines Schreiver, investigadora del Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos y coautora del estudio en el que también participa el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón de Grenoble (Francia).
La composición química de la tinta empleada en los tatuajes es muy variada y puede incluir desde pigmentos orgánicos a impurezas que contienen metales pesados como el níquel, el cromo, el manganeso o el cobalto. En particular, el pigmento blanco que se utiliza para causar los efectos de brillos y sombras de estas ilustraciones está formado de dióxido de titanio, del que se ha descrito que produce un retraso en la cicatrización, inflamación de la piel y picazón. Este compuesto también se usa en la industria alimenticia, protectores solares y pinturas.
Los investigadores han encontrado, en muestras de tejido humano analizadas post mortem, que tanto el dióxido de titanio como otros pigmentos orgánicos procedentes de un tatuaje quedan retenidos en el tejido cutáneo pero, además, las partículas más pequeñas pueden ser transportadas por células inmunes fagocíticas (que se encargan de capturar células y partículas nocivas para el organismo) hasta los ganglios linfáticos, donde se acumulan.
Y, aunque estos compuestos viajan hasta ganglios linfáticos colindantes, "a partir de este estudio, podemos decir que el nódulo más cercano obtiene esas partículas, pero otras viajan más lejos por el cuerpo", ha asegurado Schreiver.
Por otra parte, el color más popular que se aplica en un tatuaje, el negro, se compone de hidrocarburos aromáticos policíclicos, un compuesto orgánico que produce cáncer. En todos los casos, el estudio demuestra también que cualquiera de los pigmentos inoculados en la piel produce una alteración en las proteínas de la membrana de las células que lo rodean, aunque este efecto no se ha visto en los nódulos linfáticos.
Entre otros posibles efectos adversos producidos por tatuajes, los autores han destacado que la tinta acumulada en un ganglio linfático puede interferir a la hora de detectar la presencia de células cancerígenas. "Si hay pigmentos acumulados allí, estos pueden interferir con las técnicas de diagnóstico del cáncer", ha aseverado Schreiver.
El borrado de tatuajes mediante técnicas de láser no elimina el problema sino todo lo contrario. Al aplicar este método "las partículas grandes de pigmento de la piel se romperán en fragmentos más pequeños que viajarán por el cuerpo y serán transferidos al nódulo linfático. El láser además produce un cambio químico en estas partículas", ha concluido la investigadora
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