El amor, según Erich Fromm, debe celebrarse todos los días como un acto liberador y enriquecedor. Porque quien logra aprender a amar de forma madura y consciente, entiende que el querer no sabe de posesiones o condiciones. El amor es por encima de todo la preocupación activa por la vida, es cuidado y el deseo firme de favorecer el crecimiento de aquellos a quienes amamos.
Es muy posible que el propio Fromm no intuyera nunca la gran trascendencia que iba a tener su libro El arte de amar. Ahora bien, lo que también es probable es que no todo el mundo conozca en qué condiciones dio forma a este fabuloso y siempre interesante trabajo. Quien tuvo la oportunidad de conocer a este psicoanalista y filósofo humanista de origen judío, solía decir que pocas personas dieron un giro tan relevante en sus vidas como lo hizo él.
«La respuesta madura al problema de la existencia es el amor».-Erich Fromm-
Hasta llegados los años 50, Fromm, era ese gran erudito del Talmud y psicoanalista marxista que en un momento dado, quiso poner distancia de las bases teóricas de Sigmund Freud. Era un intelectual algo taciturno que se instaló en Estados Unidos una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. A sus espaldas dejaba el peso de un divorcio, la muerte de su última esposa por suicidio y el recuerdo de una Europa aún fragmentada y en ruinas.
Fue en esa década cuando decidió trasladarse a México y convertirse en un activista por la paz y los derechos de la mujer. Quiso cambiar su perspectiva vital, quiso abrirse al mundo, a la felicidad y a la lucha por aquello en lo que creía. Se convirtió en un terapeuta muy influyente, entabló amistad con el presidente Kennedy y lo mejor de todo, encontró el amor en una brillante mujer: Annis Freeman.
Aún con el amargo recuerdo de sus anteriores esposas, Fromm se puso un firme propósito: aprender a amar. Quería hacer de aquella etapa la mejor de su existencia y la de Annis Freeman. Y ansiaba a su vez, enseñar a amar también al resto del mundo. De ahí su famoso libro y la felicidad de la que disfrutó en las últimas décadas de su vida.
Aprender a amar según Erich Fromm
«Amar sin saber amar, hiere a la persona que amamos». Esta frase de Thich Nhat Hanh resume sin duda una realidad más que evidente. La mayoría de nosotros no somos maestros en este arte, somos más bien neófitos de una realidad en la que nos sumergimos de casualidad y sin saber, llenos de necesidades pero faltos de herramientas. Ahora bien, si a veces nos limitamos a amar como niños y no como adultos, se debe sobre todo a nuestra cultura.
Hemos sido moldeados a través de una serie de esquemas culturales donde ver el amor como un constructo de tintes mágicos e ideales. En nuestro tejido social sigue presente ese «amor cortés» de la Edad Media donde los caballeros enamoran a las damas. Nos gusta pensar que somos víctimas de las flechas de Cupido, que pasión es lo que experimentaron los eternos amantes de Verona de Shakespeare, y que cada uno de nosotros estamos destinados a alguien a través del hilo rojo del destino.
Erich Fromm, destacado psicólogo social, dejó muy claro en El arte de amar, que pocas dimensiones exigen tanta responsabilidad y capacidad de discernir como el amor. Porque amar es tarea de artistas entrenados, no solo de soñadores desvocados. Aprender a amar exige práctica, dominio y un trabajo continuado donde el esfuerzo y el buen hacer no dejan nada al azar o a su suerte.
Veamos por tanto algunas de las claves que nos ofreció en su día Erich Fromm.
El amor en voz activa
Si hay algo que deseamos durante gran parte de nuestra vida es ser amados. Ansiamos ser cuidados, valorados, apreciados, venerados y validados en cada cosa que hacemos, somos o tenemos. Sin embargo, hay algo que debemos entender cuanto antes: el amor en «voz pasiva» no sirve ni es maduro.
El amor no es un lugar de reposo, es un escenario que se conjuga en presente y en voz activa: amarnos el uno al otro, cuidarnos entre sí, respetarnos, valorarnos, crear juntos, proyectar en común…El querer de los buenos artistas implica tener la maestría de quien sabe participar, dar y recibir, construir y ser parte activa de un proyecto donde siempre está presente la mentalidad de crecimiento.
Nuestra eterna preocupación por encontrar a la persona perfecta
Aprender a amar implica también ser conscientes de otro aspecto. A menudo, nos preocupamos en exceso por no encontrar a esa persona ideal que sintoniza con todos nuestros sueños y anhelos. Nos ofuscamos por no hallar «el objeto» que amar sin detenernos a pensar primero si estaremos a la altura del propio amor.
A veces, estamos tan contagiados de idealismos y constructos nutridos del romanticismo que se nos olvida lo más importante: el amor exige trabajo, implica saber afrontar los desafíos que implica una relación afectiva.
El amor como necesidad
Aprender a amar implica primero saber despojarse de todas las necesidades. Porque a quien busca tener una relación para aliviar sus carencias le sucederán dos cosas: que nunca se verá satisfecho y que abocará a la otra persona a un estado de esclavitud permanente.
Erich Fromm nos recuerda en El arte de amar que una relación afectiva saludable y feliz debe ser por encima de todo un vínculo altamente productivo, ese donde cada persona ha superado sus vacíos y dependencias. Es extinguir de nuestro interior la omnipotencia narcisista, el deseo de acumular y de explotar a otros, para llegar hasta el ser amado sin cargas y miedos y poder ofrecernos así en plenitud.
«La función de la nueva sociedad debe ser la de alentar en nosotros la disposición a renunciar a todas las formas de poder y posesión. Asimismo, debe conseguir que cada cual construya un sentimiento de identidad y confianza basados en la fe de lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez de basarse en el deseo de tener, poseer, dominar el mundo, y así volverse esclavo de sus posesiones».-Erich Fromm-
Amar es un acto de creatividad
El amor según Erich Fromm es una energía. Es un impulso que nos anima a movilizarnos, a expresarnos, a crear… Ahora bien (y en relación con lo señalado anteriormente) esa fuerza expansiva y creativa solo emerge cuando tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas.
Asimismo, algo en lo que incide Fromm en el Arte de amar, es que dicha energía no basta solo con sentirla. El amor, recordemos, no solo se siente, hay que vivirlo y darle forma. Porque la auténtica pasión, la que se nutre del sentimiento, la madurez y el equilibrio, entiende que la obra más bella exige trabajo diario y dedicación.
El amor es como la música, la pintura, la carpintería, la escritura o la arquitectura. Se necesita comprender la teoría y más tarde, ser maestro en la práctica. Así, al igual que un ingeniero altamente creativo, también nosotros lograremos sortear con imaginación y eficacia cada dificultad, cada reto, cada imprevisto en el camino…
Para concluir, aprender a amar según Erich Fromm exige dejar a un lado muchas de esas visiones infantiles que a menudo nos definen (y que nos han inculcado). Debemos dejar de conjugar el amor en voz pasiva y de verlo como esa chispa que, en un momento dado, une mágicamente a dos personas. Porque el amor es sustancia, es cuerpo y es materia. Una materia prima con la que edificar un buen proyecto, el mejor de nuestras vidas si así lo queremos y nos responsabilizamos de ello…
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