La fórmula de la felicidad está muy manida; sin embargo, la perspectiva de Dan Gilbert merece la pena. Lo que este psicólogo social propone es simplificar el objetivo, identificando, a su vez, a la voluntad como elemento vertebrador.
Dan Gilbert es psicólogo social, escritor y profesor de la Universidad de Harvard. Se volvió famoso con su libro Tropezar con la felicidad, que ha sido traducido a más de 30 idiomas. También se hizo célebre porque, en sus múltiples charlas y conferencias, asegura haber encontrado lo que todo el mundo busca: la receta de la felicidad.
A primera vista, los planteamientos de Gilbert podrían parecer frívolos. Lo de la receta de la felicidad parece algo más asociado con el mercado de la autoayuda que con un planteamiento profundo. Sin embargo, es un psicólogo riguroso. Está convencido de que sí existe una receta para ser feliz, pero también asegura que en esa tarea “no hay atajos”.
Señala que el primer problema es que hay muchas personas que no tienen claro qué las hace felices. También indica que no se puede, y no se debe, ser feliz todo el tiempo. Si así fuera, finalmente no sabríamos distinguir entre ser felices y no serlo. Señala que una brújula que apunta siempre al mismo sitio no sirve para nada. Debe fluctuar, ser sensible a los cambios.
“El ojo y el cerebro son conspiradores y, como la mayoría de las conspiraciones, negocia a puerta cerrada, en la habitación de atrás, fuera de nuestra conciencia”.-Dan Gilbert-
La ciencia de la felicidad
Dan Gilbert asegura que ser feliz es un objetivo más fácil de lo que la mayoría piensa. La felicidad no está escondida en alguna parte ni es un tesoro que se debe hallar de pronto. Tampoco es un resultado de lograr determinados objetivos ni un regalo que viene con la suerte o la buena fortuna.
Gilbert distingue la felicidad sintética y la felicidad natural. La sintética es aquella que resulta de conseguir algo que nos proponemos. Un trabajo, un matrimonio, un viaje, el primer lugar en una competencia, un “like” o lo que sea. A su juicio, esa felicidad es transitoria y está fuertemente condicionada a un resultado específico.
Por otro lado, está la felicidad natural. Esta no es un sentimiento, sino un estado que surge “por defecto”. Está ahí que, cuando logramos un objetivo, pero también cuando no lo conseguimos. Nace de dentro y lo que sucede fuera no logra modificarla sustancialmente. Y sí: existe la receta de la felicidad. Es, en realidad, muy sencilla.
La receta de la felicidad
La receta de la felicidad tiene solo dos ingredientes y ambos están al alcance de cualquier persona que quiera apropiarse de ellos. El primer paso es no sobredimensionar el sufrimiento. Hay un gran número de personas que nutren los malos recuerdos y los malos momentos por los que han pasado, pensando en ellos y fijándose a ellos. Pero, no solo eso, también sobredimensionan el sufrimiento por venir.
Este ingrediente está asociado con el segundo paso de la receta de la felicidad: confiar en la propia resiliencia. Esto quiere decir, convencernos de que seremos capaces de resolver cualquier situación que implique dolor. Precisamente, la falta de confianza en nuestro poder para gestionar el dolor es uno de los factores que alimentan el sufrimiento.
Hacemos o dejamos de emprender muchos proyectos por el temor a la aparición del sufrimiento. De este modo, terminamos siendo limitados por la anticipación de este. Lo peor es que muchas veces ese sufrimiento no es concreto: ya pasó o no ha tenido lugar. Y el temor que hay en el fondo no es a vivir ese sufrimiento, sino a no tener capacidad para asumirlo.
Pistas de felicidad
La receta de la felicidad se complementa con prácticas habituales que nos ayudan a tener más confianza en nuestra propia resiliencia. Incluye cinco sencillas actividades que están al alcance de cualquier persona. Dan Gilbert dice que aprender a ser feliz es como adelgazar: tenemos que poner de nuestra parte.
Las prácticas cotidianas a realizar son:
- Querer ser feliz. La felicidad es una decisión diaria.
- Cuidarte. Comer sano, hacer ejercicio media hora al día y dormir siete horas. Son condiciones mínimas para la felicidad.
- Establecer y mantener relaciones saludables. Alejarte de quien te hace sentir mal y acercarte más a quienes amas.
- Actividades placenteras. Tener un menú de las actividades que más te gusta hacer y no situarlas en el último lugar de la escala de prioridades, después de un montón de obligaciones.
- Agradecer. A ti mismo, a la vida, a todo aquel que te aporte algo, te enseñe algo o te permita crecer de alguna manera. Ayudar a otros, sí o sí, aumenta el nivel de felicidad.
La felicidad natural es un estado que vamos construyendo paso a paso, día a día. La buena noticia es que, desde nuestras posibilidades, todos somos capaces de alcanzarlo en ocasiones. En este sentido, la convicción y la motivación es esa energía que nos impulsa, mientras que, habilidades como la inteligencia emocional, nos facilitan la transición. De alguna manera, la receta de la felicidad está ahí, en esa voluntad de querer disfrutar de la vida.
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