Hagan las cosas bien, aunque nadie los vea, aunque nadie lo reconozca, aunque parezca que no hay recompensa inmediata. La vida tiene una manera misteriosa y justa de devolvernos lo que sembramos. Cada acción, cada palabra, cada decisión deja huellas invisibles que, tarde o temprano, regresan a nosotros, multiplicadas.
No se trata de esperar un premio ni de actuar con la mirada puesta en el beneficio propio. Hacer las cosas bien es un reflejo del alma, una elección de vivir con dignidad, con valores, con la certeza de que la rectitud es un camino que, aunque a veces parezca más largo o difícil, siempre conduce a la paz interior.
El mal, la mentira, la traición o la injusticia pueden parecer que prosperan por un tiempo, pero la vida —con su equilibrio perfecto— acaba colocando a cada uno en el lugar que corresponde. Lo que se da, regresa. Lo que se siembra, se cosecha. Y lo que se construye con bondad, perdura mucho más allá del instante.
Por eso, haz el bien, sin importar lo pequeño que parezca: una palabra de aliento, un gesto de respeto, un acto de amor. Porque el eco de esas acciones vuelve a ti en forma de paz, de consuelo y de oportunidades inesperadas. La vida devuelve TODO, y cuando siembras luz, inevitablemente la vida te devuelve claridad.
Me gusto mucho
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