Los prebióticos y los probióticos están de moda. Los habréis oído mencionar en los medios de comunicación y en las redes sociales cuando se habla de la microbiota intestinal, antes denominada flora intestinal. En esta nueva entrada os vamos a dar algunas claves para entender qué son y cómo ayudan a nuestro organismo.
Los prebióticos son principios activos -alimentos o medicamentos- que promueven el crecimiento natural de las bacterias buenas de nuestro intestino.
¿Por qué distinguimos entre buenas y malas? ¿Y por qué nos interesa incrementar el número de las buenas y disminuir el de las malas? En nuestro aparato digestivo tenemos todo tipo de microorganismos. Para obtener una óptima digestión y una mejora de nuestra calidad de vida debemos conseguir que las bacterias beneficiosas superen en número a las que no lo son tanto.
Los probióticos
Ejemplos de prebióticos serían la inulina y los fructooligosacáridos, un tipo de hidratos de carbono presente en algunos alimentos de manera natural o añadida. La cebolla, el ajo y la alcachofa contienen esa fibra especial. Queremos recalcar que no toda la fibra alimentaria es prebiótica. Para ser considerada como tal, tiene que cumplir los siguientes requisitos:
-Resistir la acidez del estómago y la acción de las enzimas digestivas.
-Ser fermentada por la microbiota intestinal.
-Y estimular selectivamente el crecimiento de las bacterias intestinales buenas.
Otra de las bondades de estas fibras es que disminuye la inflamación intestinal. ¿Cómo? Mejorando la evacuación y las molestias intestinales. Al mantener en tan buen estado el aparato digestivo, favorecen la absorción del calcio y otros minerales como el magnesio y el hierro. Todos ellos factores positivos para la prevención del cáncer de colon.
Alimentos prebióticos
Antes mencionábamos la cebolla, el ajo y la alcachofa como alimentos prebióticos. Añadid también las legumbres en general, los espárragos, los puerros y la col, así como el salvado de trigo, avena y cebada y frutas como el arándano, la manzana y la granada. El consumo de esta relación de alimentos es obligado y lo tenemos fácil porque se incluyen en nuestra dieta mediterránea.
Por otra parte, las bacterias más comunes asociadas a la actividad probiótica son los lactobacilus acidophilus, bulgaricus, reuterii y rhamnosus, además del hongo Saccharomyces boulardii, entre otros.
¿Cómo actúan?
Bajan el PH intestinal.
Aumentan la capacidad de formación de las mucinas y así ayudan al recubrimiento del intestino con una capa de moco eficaz en la lucha antibacteriana.
Combaten a agentes patógenos como E.Coli y Rotavirus.
Potencian esta acción de barrera inmunológica porque los lactilobacilus y las bífidobaterias pueden segregar antibióticos naturales.
Y bajan la inflamación intestinal.
Hay estudios que demuestran que estos probióticos protegen asimismo contra las candidiasis orales (hongos en la boca, aftas).
Cerramos esta entrada subrayando la nueva línea de investigación que contempla la existencia de un amplio y completo sistema nervioso entérico en nuestro aparato digestivo. El tubo digestivo está recubierto por millones de neuronas y células que segregan neurotransmisores como la serotonina y la dopanina. Es por esto que últimamente se denomine al aparato digestivo como “el segundo cerebro”, ya que estas neuronas se comunican igual que las cerebrales.
La base de las investigaciones es que si el sistema digestivo está sano produce esos neurotransmisores. De ahí que se diga que la abundancia de la serotonina y la dopanina garantiza la estabilidad en la conducta y la falta, la existencia de desequilibrios y cuadros depresivos. Esas teorías son rebatidas por quienes dicen que esa secreción no alcanza el cerebro, por lo que resulta imposible que condicione la conducta.
Con independencia de una u otra teoría, ha quedado demostrado de acuerdo con estudios realizados en ratones que existe una conexión clara entre intestino y cerebro. De tal manera que ratones sometidos a estrés, es decir, forzados a un cambio en su conducta, perdían microbiota. Y que ratones con microbiota alterada tenían igualmente alterada su conducta social y motora.
Conclusión. Tener un sistema digestivo sano no solo es beneficioso para prevenir el cáncer de colon, la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Ayuda también a tener un sistema inmunológico fuerte, ya que elimina bacterias patógenas y virus. Y, además, como evidencian los últimos estudios, un sistema digestivo fuerte es clave para que tu sistema nervioso se mantenga equilibrado.
La Botica de Guardia
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