QUÉ APRENDÍ CON LA ESPIRITUALIDAD
Aprendí a buscar dentro lo que me molesta fuera, ya que lo que me muestra el exterior es un reflejo de mi misma.
Aprendí a no querer cambiar a nadie, entendí que el cambio proviene de mi. Que si quiero ver el cambio fuera debo cambiar mi perspectiva, mi enfoque, mi vida.
Aprendí a no hacer responsable a nadie de mis emociones y de las cosas que me suceden ya que yo soy la única que piensa en mi mente y siente en mi corazón, nadie es responsable porque consciente o no, fui yo la constructora de mi vida.
Aprendí a dejar libres a mis seres queridos, sin culpas y chantajes. Comprendí que la culpa y el chantaje dañan el alma de quienes amamos, los destruimos, y yo los amo, los dejo en libertad. No me deben nada.
Aprendí a no esperar nada a cambio, ya que el amor no es una negociación. Aprendí a no sacrificarme por nadie, el sacrificio siempre espera algo a cambio, siempre espera recompensa y luego decepciona. Aprendí que el sacrificio no es amor.
Aprendí a actuar desde el amor incondicional que es una fuerza amorosa que actúa sólo por amor. Aprendí a dar simplemente por el gozo de dar.
Aprendí que no tengo poder sobre nadie, solo sobre mi misma. Entendí que querer cambiar a otros es un acto de absoluta ignorancia y egoísmo, y sobre todo es agotador.
Aprendí que habita en mi una absoluta libertad interior, que soy libre para decidir con quiénes quiero estar y con quiénes no. Que la vida es un disfrute y no un padecimiento y que desde mi libre albedrío puedo decidir. Aprendí que mi verdadero poder es LA DECISIÓN.
Aprendí que mi guia interior son mis sensaciones de agrado y desagrado, esa voz de alerta que te dice: "Salte de aqui". Aprendí a amarme y respetarme de tal manera que a mi vida llegan personas que me aman tanto como yo me amo a mi misma.
Con la espiritualidad aprendí a liberarme de etiquetas y caretas, ser AUTÉNTICA a mi sentir. No me interesa caer bien.
Aprendí a ser respetuosa con los demás pero sin traicionarme. Aprendí tambien a respetar los tiempos de los demás no siendo invasiva, comprendí que los demás no nacieron para llenar mis expectativas.
Aprendí a retirarme a tiempo de los lugares donde no soy bienvenida. Entendí que no puedo caerles bien a todos, pero también aprendí que las almas se sienten atraídas por una ley que es la ley de vibración y cuando no son afines se pueden separar y hacer cada una su vida, que no hay que soportar, ni dejar que nos soporten.
Aprendí a valorar mi espacio vital, a cuidar mi energía; si algo o alguien está en disonancia con mi sentir, puedo retirarme, puedo salirme de situaciones que no me aportan crecimiento o bienestar. Aprendí que si no me retiro a tiempo, mi cuerpo me lo demandará más tarde.
Aprendí a salirme mas rápido de las tristezas, broncas y enojos, ya no me quedo acampando ahí. Aprendí a cambiar el curso de mis emociones haciendo cosas que me gustan o viendo personas que me estimulen. Las broncas que antes me duraban meses hoy me duran un día o horas.
Aprendí que solo el amor y la bondad aportan en la vida. Aprendí a salirme de todo aquello que me aleja de la paz, el equilibrio y el amor.
Aprendí a buscar las causas emocionales de mis enfermedades en mi misma, en mis patrones de pensamientos, emociones y relaciones y tomar cartas en el asunto.
Aprendí que el cambio de percepción, el cambio de dirección o conducta, el cambio radical de nuestra vida (aunque incómodo) aportan sanación.
Aprendí a escucharme, a respetar mi voz interior, esa guia interior que sabe lo que más me conviene para mi crecimiento. Antes me dejaba aturdir con voces exteriores, ya no. Aprendí a escuchar a mi guia interior, él sabe lo que es mejor para mí.
La espiritualidad me enseñó a ser más intuitiva que racional. La razón calcula, mide, especula pero no sabe nada del amor y de la vida.
Aprendí que el corazón es una flecha directa que va hacia el camino acertado para mi evolución.
Con la espiritualidad aprendí que la maga de mi vida soy yo. Que la magia existe si abro mi corazón.
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