07 enero 2019

3 consejos para ponerle chispa a tus comidas







Muchas veces nuestros platos no quedan todo lo sabrosos que querríamos, pero podemos conseguirlo con nuevos ingredientes y trucos fáciles.

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A todos/as nos pasa: hay momentos en los que no acertamos a elaborar platos que nos resulten especialmente sabrosos. Parece que algo falla en la composición. Nos da la sensación de que comemos siempre lo mismo… Por mucho que corrijamos de sal o de alguna especia el plato sigue sin sugerirnos nada especial.
No te preocupes, hay muchas cosas que podemos hacer e ingredientes que utilizar para darle chispa a esa comida.

1. Mezcla todos los sabores básicos

Salado, dulce, ácido, amargo y (opcionalmente) umami. Pongamos como ejemplo una ensalada, que es el plato más fácil en el que combinar todos los sabores. Podemos poner todo tipo de lechugas, que son básicas en las ensaladas. Su sabor varía desde algo más bien neutro a ligeramente dulce.
Los canónigos y rúcula pueden aportar una pizca de amargor pero sin colonizar toda la ensalada.
Como ingrediente dulce podemos añadir manzana, pera, papaya, mango, gajos de mandarina, pasas, zanahoria cortada en tiras con el pelador, etc. Para el salado y ácido es fácil, porque los aliños suelen estar compuestos de sal y un ácido (vinagre o zumo de limón), y el umami nos lo dan todos los alimentos que contengan glutamato, como los tomates (cherry, de ensalada, secos… los que quieras), las setas shiitake (mejor desecadas y rehidratadas en agua), champiñones variados (crudos o tostados a la sartén), col china picada muy fina, levadura de cerveza desamargada, etc.
El resultado será una ensalada con una gran riqueza de colores y sabores que, desde luego, no aburre. En muchas regiones la mezcla de todos los sabores es un básico para muchos platos. Por eso nos suele gustar tanto la comida tailandesa, japonesa, china o vietnamita, por poner algunos ejemplos.


2. Mezcla sensaciones

El picante y el astringente son más bien sensaciones que nos proporcionan diferentes alimentos (cada uno, además, tiene su propio sabor). En el ejemplo anterior de la ensalada, es fácil encontrar elementos que solemos añadir y que tienen estas propiedades: la pimienta, la cebolla y algunos tipos de vinagre (en especial el vinagre de vino).
En otros platos el picante lo aportan pimientos picantes como las guindillas y chiles, por ejemplo en los currys. Una pizca de picante en un guiso, un potaje o un caldo puede hacer que nos sepa diferente. Si te gusta lo picante, en general, no te cortes y pruébalo en casi todo lo que hagas.
En muchas regiones de India, por ejemplo, sirven fruta cortada con pimienta y chilis en polvo, especialmente frutas que reconocemos como de sabor muy fresco, como la sandía, el melón o el mango. La astringencia del vinagre no solo nos viene bien para las ensaladas, hay platos que pueden beneficiarse de este efecto combinado con el resto de ingredientes.
Piensa por ejemplo en el clásico potaje de lentejas, al que mucha gente añade un chorro de vinagre en el plato. No solo aporta acidez y astringencia, sino que también mejora la textura de las lentejas (o cómo las percibimos, como más enteras). Prueba a hacer lo mismo con otros platos de legumbres, como garbanzos o judías. No es imprescindible que sean potajes o guisos, pero el resultado es mucho mejor cuando hay un buen caldo con su sofrito y sus aromas.
Tenemos también algunas otras sensaciones que a menudo pasamos por alto, como la del frescor de la menta y la hierbabuena. Da igual a qué temperatura estén, siempre nos darán esa sensación de frescor inmediato. En muchos platos se utiliza hierbabuena para dar un toque de sabor y una nota de frescor, por ejemplo en potajes y albóndigas.
En general en todo tipo de aglomerados (hamburguesas, albóndigas, etc.) queda muy bien, sobre todo si se va a servir con salsas u otros ingredientes con mucho umami. Pero también hará exquisitas tus ensaladas (haciéndolas más frescas) y tus platos de cereales.
Añade una ramita de menta o de hierbabuena a tu arroz o quinoa y cuécelo todo junto.
Notarás la diferencia y te permitirá mezclarlo con más ingredientes que puede que a priori no hayas pensado, como frutas frescas, frutas desecadas, lonchitas de coco, frutos secos… En general hace que cualquier cosa combine mucho mejor con aromas florales y frutales.

3. Mezcla colores

Por lo general, casi todo lo "básico" que cocinemos tenderá a ser de color verde, marrón o amarillo. Por eso nos suele llamar mucho más la atención cualquier plato en el que destaque, aunque sea en briznas, el color rojo, rosa, blanco... Hacer la comida más apetitosa a veces solo pasa por mezclar ingredientes de diferentes colores.
Como comemos por la vista (eso se suele decir), es mucho más probable que nos guste una preparación colorida y vibrante que una monótona o sin contrastes.
Dentro de la gama de los colores rosas y morados tenemos los rabanitos, que son rosas solo por fuera, y por dentro blancos. Un rabanito rallado puede darle alegría a cualquier plato en el que lo podamos poner crudo (una ensalada, por ejemplo). El rabanito además aportará sensación picante, especialmente si usamos mucha cantidad.
La remolacha cocida puede no ser tan morada o rosa como queremos, pero se puede modificar el color dejándola en remojo con una pizca de limón o vinagre. Los pigmentos son sensibles al pH, y si hacemos el medio más ácido, se pondrán de un color rosa más vibrante (ojo, no te pases mucho o se pondrá marrón, con unas gotas o un chorrito de vinagre es suficiente, y con 5-10 minutos basta).
Para que se note mejor el color, córtala en tiras finas con una mandolina o con el pelador de verduras y disponla en el plato con el resto de ingredientes. Si lo que quieres es teñir un arroz o una quinoa, pon la remolacha junto con el cereal y cuécelo todo junto.

Cuando preparamos platos muy marrones o amarillos, como los guisos, los potajes y las cremas de verduras, podemos conseguir un contraste de colores en el plato con nata vegetal, por ejemplo, vertiendo un chorrito por encima (una vez servido). También nos vale poner una o dos cucharadas de yogur de soja (sin azucarar y sin sabores), queso vegano cremoso casero o comprado, una crema de anacardos, etc.
Para añadir más colores puedes poner perejil, cebollino picado, cebolla de primaverapicada fina, unos chips de verduras, un puñadito de semillas de lino o unos frutos secos (por ejemplo pistachos pelados, almendras en láminas, nueces de macadamia, etc.).
Si quieres añadir tonos rojos, añade tomates deshidratados o asados, pimiento asado, salsa de tomate, un paté de pimientos… También aportará un color vibrante alguna verdura colorida como la achicoria roja, acelgas rojas o coliflor morada (basta con poner un par de ramilletes pequeños).
Con esto, además de colores, estaremos añadiendo texturas muy interesantes, especialmente las crujientes, que contrastarán con el resto del plato.

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