Sin azúcar ni edulcorantes, orgánico y de comercio justo. Este negro placer puede ser bueno para tu cuerpo y para el paladar
Salomé Garcia
¿Eres de las que para ponerte en marcha de buena mañana necesitas un café? ¿Te preocupa que no sea bueno para tu salud? Dudar acerca del café es normal. Se han publicado muchas informaciones demonizándolo por su capacidad de elevar la tensión arterial que parece que en vez de un expresso, sea arsénico humeante. Porque este amargo oro negro también tiene su parte positiva: ya sabemos que la cafeína espabila, favorece la diuresis y hasta hay estudios que sostienen que inhibe ciertas enzimas relacionadas con el cáncer.
Ahora bien, el mayor problema del café somos nosotros mismos. Mejor dicho, nuestra manera de prepararlo, que puede convertir una inocente tacita de café en una bomba calórica. Para que no te amargue la salud, mejor que sigas estos consejos.
1. Sin azúcar
Lo de lanzar varios terrones al fondo de la taza debe acabarse. Primero, porque el café es amargo y así debe seguir siendo. Segundo, porque el exceso de azúcar amén de sobrecargar al páncreas y allanar el camino para la diabetes tipo 2, es una ruta directa a coger michelines. Ojo con los café latte refrigerados del supermercado. Son deliciosos concentrados con unos 20 gramos de azúcar por vasito (recuerda: la OMS insta a no superar los 25 gramos diarios). Desengánchate del azúcar –basta con 4 semanas– y también, di «no» a endulzar con leche condensada.
2. No abuses de los edulcorantes
Por huir del azúcar recurrimos a todo tipo de endulzantes artificiales (sacarina, aspartamo, xilitol…). Encontrarás mucho ruido respecto a estas sustancias en Internet, si bien no hay nada contrastado con estudios serios. El mayor problema suele ser emocional: ya que me ahorro las calorías del azúcar, acompaño el café con una galleta. Además, ¿ya habíamos quedado en que el café es amargo, no?
3. Orgánico
Los cafetales no se libran de los pesticidas. Busca granos no tratados con tantas sustancias químicas nocivas.
4. De comercio justo
Los gigantes del café han cometido grandes tropelías con los pequeños productores cafeteros, sometiéndoles a condiciones indignas y condenándoles a la miseria. Afortunadamente hay cultivos de comunidades donde los productores se organizan en cooperativas para comercializar su propio café. Para ti solo supone un poco más en el ticket de la compra. Para ellos es salir de la miseria y dar un futuro a sus hijos.
5. Agua filtrada
A este lado de los Pirineos, por lo general el agua del grifo es potable. Otra cosa es que la cantidad de cloro o minerales modifique su sabor. Prueba a usar agua filtrada. O, por darte un capricho, usa agua mineral. Un día es un día.
6. Pon leche rica
De nada sirve comprar granos de café recolectados uno a uno por un colombiano de orondos bigotes si luego lo mezclas con la leche barata del supermercado. Si vas a poner leche, que sea rica.
¿Desnatada o entera? Recientes estudios desmontan la idea de que lo sin grasa ayuda a mantener el peso. De hecho, relacionan la ingesta de lácteos descremados con un mayor perímetro abdominal y riesgo de diabetes melitus. No saben por qué sucede, pero tal vez vuelva a ser esa idea de que si me quito la grasa de allí, me puedo dar un capricho en forma de bollo.
7. Innova en el sabor
Ya que le has quitado el dulzor, ¿qué tal probar nuevas catas añadiendo canela o chocolate puro? El cacao es rico en antioxidantes mientras que hay estudios que sostienen que la canela contribuye a contener los triglicéridos y glucosa en sangre.
8. Desayuna de verdad
¿Sabías que la cafeína acelera la producción de insulina? Esto hará que tu cuerpo se quede con las reservas de glucosa bajo mínimos. Salir de casa con un café bebido y nada más es hacer oposiciones a llegar a la oficina agotada. Y de ahí a abalanzarte sobre la máquina a por un bollo de chocolate hay un paso. Lo evitarás con un desayuno sano, esto es, acompañando tu café con una pieza de fruta o un bol de avena con yogur.