Comer o no alimentos de procedencia animal es una decisión personal rodeada de mitos y obstáculos fáciles de saltar y sin poner en peligro la salud
por
Salomé García
Salomé García
El 20 de marzo es el Día internacional Sin Carne. Una iniciativa para concienciar sobre la necesidad de acelerar el cambio hacia un sistema alimentario más sostenible, ético y justo. Algunos famosos, como la actriz Clara Lago, fiel y activa defensora del medio ambiente, los derechos humanos, los animales y la alimentación vegetal, van más allá y animan a unirse a la #SemanaSinCarne, promovida por ProVeg. Un reto más fácil de lo que parece. Quienes se inscriban en la web de la Semana Sin Carne recibirán totalmente gratis cada día una newsletter con recetas, consejos e información interesante sobre cómo sustituir la proteína animal por vegetal.
En el vídeo de presentación, Clara Lago asegura que “optar por una alimentación vegetal es la decisión individual más potente que podemos tomar”. Hay muchas razones para apostar por una nutrición vegetal: salud cardiovascular, defensa de los animales, preocupación por el medio ambiente, justicia alimentaria... Se puede ser vegetariano (nada de carne, ni pescado, ni lácteos), vegano (100% vegetal) o, la opción más seguida en España, flexitariano (reducir los alimentos animales sin eliminarlos del todo).
Como todos los cambios en una dieta, el vegetarianismo, y, sobre todo, el veganismo, están rodeados de muchas dudas y falsos mitos. Hablamos con varios expertos en nutrición y con ciudadanos veganos para ver si lo de comer en verde es compatible con una vida saludable, sin complicaciones de salud y sin alterar nuestra rutina social.
No puede ser saludable
"O todo lo contrario: están los profetas que afirman que la dieta vegana es sanísima. Y que cura no sé cuántas enfermedades. Y ni lo uno ni lo otro. Es verdad que hay carnes más grasas que pueden elevar el colesterol. Y ni hablar ya de las procesadas. Pero la dieta vegana no es ni mejor ni peor que la carnívora. Depende de cómo la diseñemos, cómo cocinemos los alimentos y con qué los aliñemos. Bien configurada, es perfecta para cualquier persona sana, incluidos los niños”, asegura Aitor Sánchez, dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario del Centro Aleris.
Aburre
“Cada vez más nos acomodamos a comprar en el supermercado de la esquina, donde la variedad en la sección de frutas y verduras brilla por su ausencia. Hay un tipo de tomates, uno de acelgas… y hay productos que ni están. Y el sabor a campo es un valor en extinción. Los tomates saben a cartón, el pimiento es insípido…”, se queja el dietista-nutricionista Alejandro Cánovas, de Nuteco Nutrición. “Animo a hacer la compra en un mercado de toda la vida o, mejor aún, a acercarse a comunidades de productores. La variedad es enorme y nos va a permitir salir del tofu con lechuga y arroz, que, ciertamente, es muy aburrido”. Hora de descubrir el kohlrabi o colinabo, las zanahorias moradas, la acelga roja, el mijo, el trigo espelta… Y de aventurarnos con las especias y hierbas aromáticas.
Es incompleta
“Solo hay un elemento que escasea: la vitamina B12, presente casi exclusivamente en los productos de origen animal. Es imprescindible suplementarla, incluso si las analíticas no muestran carencias, ya que suelen ser imprecisas”, advierte Virginia Gómez, dietista-nutricionista de Centro Aleris, más conocida en redes sociales como Dietista enfurecida @virginut. En el blog Dime Qué Comes apunta una amplia explicación acerca de este suplemento.
Es cara
“Según con lo que la comparemos. Un solomillo de primera es muy caro. Unas salchichas, no, pero sabemos que las carnes procesadas se relacionan con la aparición de cáncer de colon. Es cuestión de seleccionar los ingredientes con cabeza e invertir en salud. No hace falta comprar verduras raras de la sección gourmet. Con la huerta de toda la vida hay variedad suficiente para componer platos equilibrados, ricos y sin salirse de un presupuesto normal”, apunta Aitor Sánchez, dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario del Centro Aleris.
Engorda
Aún quedan profesionales sanitarios que miran de reojo la dieta vegana y advierten de que sustituir la proteína animal por legumbres o cereales lleva a inevitablemente engordar. “Hay dos falacias. Primero, en nuestra sociedad se come más proteína de la necesaria, así que no hay que sustituir tanta cantidad, sino bajar el consumo de proteína, cárnica o vegetal.
Y luego, todo depende de cómo configuremos el menú. Si es equilibrado y aporta las calorías necesarias, no engordará”. Señala que unas patatas fritas son perfectamente veganas, pero también un festín de grasas. Y, por tanto, de calorías. Lo mismo para un bizcocho sin mantequilla ni huevos, pero con dos toneladas de azúcar. “No está de más ponerse en manos de un dietista-nutricionista que configure una dieta saludable desde el principio. Así se ahorrarán deficiencias, michelines o ambos”.
Limita tu vida social
En un país con devoción por la carne, los buenos pescados y los embutidos del pueblo, decir que no quieres probar bocado de esos manjares suele llevar a que te miren raro. Y sí, existe cierto riesgo de aislamiento social. “Afortunadamente eso va cambiando. Mucha gente, pese a no ser vegetariana, acepta que haya otros que renuncien a los productos animales y no los miran como a bichos raros. Incluso se atreven a probar menús veganos. O a preparar platos sin ingredientes animales cuando ese colega vegano va a comer a su casa”, señala Silvia Tack, dueña del restaurante vegano La Colectiva Café. “En nuestro restaurante mantenemos la leche de vaca como opción para el café para no ser excluyentes. Que puedas venir con un amigo a merendar sin obligarle a tomar leche de avena si no le gusta”.
También implica cierta tolerancia por parte de los veganos. “No se trata de ponerte hecho una hidra porque alguien se toma un filete, romper la amistad con un amigo de toda la vida porque come carne o negarte a una relación sentimental con otra persona solo porque no sea vegana. Ahí no es que la sociedad te excluya, es que tú te estás autoexcluyendo”, apunta Nacho Ibáñez, socio fundador de cerveza Veer , vegana, artesana, ecológica y fabricada en Segovia.
No sé por dónde empezar
Lo primero, dejarse de búsquedas al tuntún por Internet y ponerse en manos de un nutricionista titulado. Deja que ellos hagan los cálculos de vitaminas, minerales y gramos de proteína que debes tomar al día y te lo den, simplificado, en un menú semanal. Una vez te habitúes, familiarízate con recetarios para veganos y vegetarianos. Atrévete a innovar. Aquí van algunas publicaciones: Cómete el Tarro, de Marta Vergés (ed. Planeta), Sopas para la salud, de Amber Locke (ed. Lunwerg), Cocina Vegana, de Jean-Christian Jury (ed. Phaidon), Proteínas Vegetales, de Fern Green (ed. Lunwerg)…
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