Ya hace tiempo que en varias entradas  venimos hablando de los maravillosos efectos de tener amigas y de cómo estas contribuyen a nuestra felicidad. Además, numerosos estudios demuestran que tener amigas tiene también grandes efectos beneficiosos para nuestra salud.

Parece que la amistad tiene un mayor impacto en las mujeres que en los hombres. Tener amigas con las que poder compartir nuestros miedos y angustias, que no son pocos, nos ayuda a relativizarlos, nos libera y produce un verdadero impacto en la reducción del estrés. Esa situación en la que solemos encontrarnos tan a menudo, que es nuestra compañera de viaje toda la vida.

A las mujeres nos suele gustar hablar con otras mujeres de lo que nos alegra, de lo que nos decepciona, de lo que nos angustia y de lo que nos entristece y esto parece que tiene efectos terapéuticos claros y constatables.

Siempre que nos sintamos que tenemos alguna amiga o amigas que realmente nos quiere, nos valora, y a las que nosotras también queremos y valoramos, siempre que podamos contar con esas amigas que nos escuchan, con las que tenemos una complicidad especial, con aquellas con las que casi sin mirarnos sabemos lo que estamos pensando, aquellas a las que le contemos nuestras cuitas sin ser juzgadas, vamos a tener verdaderos efectos beneficiosos sobre nuestra salud.

Ya hace tiempo que en otra entrada comenté que un alto directivo de una importante empresa me dijo una vez que le había costado tres divorcios entender que cuando una mujer le contaba algo en un momento de angustia, o le transmitía un problema, no quería que le diera una solución sino simplemente que la escuchara y empatizara con ella. Pues bien, eso es lo que encontramos en nuestras amigas, empatía, tener la libertad de contar las cosas y ser escuchadas y comprendidas, sin ser juzgadas, sin que nos busquen soluciones, solo escuchadas y queridas y ya con eso nos liberarnos en gran parte de nuestra angustia y nos ayuda a sacar todo el miedo y la ansiedad que tenemos dentro.

Parece ser que la hormona oxitocina es clave para combatir la ansiedad, la angustia o el estrés, y esta hormona, cuando se genera en grandes cantidades, nos calma y reduce sustancialmente la ansiedad.

Hay un estudio de la universidad de UCLA, muy interesante, sobre la amistad entre mujeres. Contrariamente a lo que se creía, cuando la hormona oxitocina es liberada en respuesta al estrés, en la mujeres,  amortigua la reacción de pelear o escapar y les motiva a cuidar de los niños y reunirse con otras mujeres. Estos estudios afirman que cuanto más entablan amistades las mujeres y más participan del cuidado de los demás más oxitocina se libera y, como consecuencia de ello, se contrarresta el estrés. Cosa que parece no ocurre en el caso de los hombres porque la testosterona que generan cuando están estresados, reduce el efecto de la oxitocina.

Otro estudio de la escuela de medicina de Harvard concluyó que cuantas más amistades tenían las mujeres, más posibilidades tenían de desarrollar menos problemas y de vivir una vida más feliz. Este estudio establecía que aquellas mujeres que se quedaban viudas y tenían buenas amigas al lado superaban esta situación de manera mejor y más rápida y podían vivir una vida mucho más plena.

La amistad, como todo en esta vida, requiere un esfuerzo, requiere que se cuide y se mantenga, pero es verdad, y a muchas nos ha pasado, que cuando estamos sobrepasadas con las cosas lo primero que dejamos de lado son las reuniones con nuestras amigas y eso, ya está científicamente demostrado, es un rotundo error.

Es por eso que, muchas de nosotras, después de tener un poco abandonadas a las amigas un tiempo, porque hemos tenido que estar muy pendientes de nuestros hijos, de nuestro trabajo, de nuestra pareja, de miles de cosas, y aun no habiéndonos liberado de ellas, se podría decir que casi hemos redescubierto la amistad. Es cierto que, aunque a veces también nos en disgustos y haya desencuentros, porque la realidad es que con ellas también discutimos y pueden sacarnos de quicio, no cambiamos nuestra idea de lo bonito que es tenerlas cerca y encontrarnos, aunque solo sea, para tomar un café o un aperitivo.

Cultivemos, cuidemos y mantengamos a nuestras amigas. Intentemos encontrar los momentos para estar con ellas porque el efecto sanador y liberador que tienen no se puede sustituir por ningún medicamento. En este caso podríamos decir “Ni prozac ni lexatin solo necesitamos buenas amigas con las que poder compartir”.